Fuentes militares indicaron que el satélite conocido como «L-21» nunca funcionó, por lo que todavía lleva a bordo combustible de cohetes que tenían el objetivo de cambiar su trayectoria espacial.
El Pentágono tiene previsto derribar el satélite espía «L-21» de Estados Unidos antes de que choque con la Tierra a comienzos de marzo, informó este jueves la cadena estadounidense CNN de fuentes del Departamento de Defensa.
El Pentágono decidió que lo mejor será derribarlo mediante un misil lanzado desde un barco de la Marina estadounidense antes de que entre en la atmósfera terrestre, agregaron las citadas fuentes.
El satélite fue lanzado en diciembre de 2006, pero perdió fuerza poco después de su salida por lo que se descontroló.
A mediados del mes pasado, las autoridades estadounidenses avisaron que el satélite podría caer a tierra entre finales de febrero y comienzos de marzo.
Gordon Johndroe, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, indicó entonces a los periodistas que el satélite se desintegrará y que si los trozos logran sobrevivir al intenso calor del reingreso en la atmósfera, la mayor parte se precipitará en los océanos.
Bryan Whitman recordó también hace un mes que desde hace 50 años han reingresado en la atmósfera terrestre alrededor de 17.000 objetos creados por el hombre y que ninguno de ellos ha causado algún problema grave.
Ocasionalmente han logrado pasar la atmósfera los restos de naves mucho más grandes, como el tanque de combustible de un cohete Delta II de 255 kilogramos que cayó en 1997 en una granja de Texas en 1997.
El «L-21» es mucho más pequeño y probablemente se desintegre totalmente en su colisión molecular con la atmósfera, según los científicos.
Fuentes militares indicaron que el satélite conocido como «L-21» fue puesto en órbita desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea en 2006.
La preocupación mayor por la suerte que corran los restos del satélite reside en el hecho de que nunca funcionó y que todavía lleva a bordo combustible de cohetes que se habría utilizado para cambiar su trayectoria espacial.
Podría haber algún peligro en el caso de que ese combustible no haga explosión al chocar con la atmósfera, señalaron los científicos.
Los satélites espía se maniobran en el espacio a órbitas bajas para cumplir con las necesidades de la vigilancia militar, y precisan de un combustible altamente tóxico como el hydrazine, según los expertos.
Estados Unidos posee una gruesa red de satélites que monitorean la Tierra, entre ellos radares y telescopios de gran potencia.
EFE