Publicidad

Et la Vie Continue…


Este era el título de una ya vieja balada que interpretó el fallecido cantautor Joe Dassin y que se refiere no sólo al amor sino también a nuestra vida cotidiana. Y sobre esto se me ocurrió ayer que era necesario hacer una reflexión pues estamos ante el riesgo de hablar tan sólo de cosas virtuales, sin enfrentarnos a los temas reales que hacen la vida, ese misterio que debaten desde teólogos hasta filósofos y abogados.



Me voy a referir a una cosa bien simple y particular. La libertad que nos asiste para desplazarnos de acuerdo a propias necesidades o simples deseos y esto lo vamos a aplicar a un viaje de fin de semana a Linares (VII Región). Desde luego, si se trata de algún nostálgico que desea usar el tren, se dará cuenta que son muchos y tendrá pocas posibilidades de obtener pasaje, al menos para viernes en la tarde o sábado. Luego, recordará con aprecio a
las madres y abuelas de los ejecutivos indemnizados de esa Empresa del Estado, pues los carros son todavía de la época de los gobiernos Frei Montalva y Allende y funcionan sólo por el empeño de técnicos y mecánicos que ponen su vida en ello.



Luego, bajo el pomposo título de «Automotor Salón» debe sentarse en amplios asientos sucios, raídos, con pisos de decenios y hasta mal olor. Pobre del que quiera pasar al baño pues arriesga algo más que náusea, aunque insisto, se nota el esfuerzo laborioso
del personal del tren que trata de hacer lo mejor.



Dos o tres veces el «Salón» sufre detenciones en el trayecto (de sólo 300 Kms.) debidas a trabajos en la vía y después de 4,20 a 5 horas, llega a su destino.



Espantado de la experiencia, compra un pasaje de regreso en autobús y en la tarde del domingo inicia el regreso en unos vehículos cuyos asientos son tan malholientes como los anteriores, agregándose el hecho que son menos de la mitad en amplitud y espacio para las piernas y sin ninguna ventilación.



Todo marcha así hasta que llega a 60 kms. de Santiago y empiezan largas «colas» que retardan el viaje en 50 o 60 minutos lo que hace del viaje 4,30 a 5 horas. Pero, ¿es que nadie o ninguna institución del Estado está obligada a velar por el bienestar ciudadano? Del auto propio ni nos acordemos, pues el país que defiende la familia sube en un 80% las tarifas de los peajes en fin de semana.



O sea, que salir a descansar o a respirar un poco es una fatiga brutal en que el normal ciudadano se da cuenta que el Estado y los empresarios se unen para castigar a quien tuvo la osada idea de usar su fin de semana con propósito lúdico. Lo paranoico es que siga la discusión sobre si somos tigres o jaguares en este mundo en que todos hablan del crecimiento sin entender que se le supone bueno para mejorar la vida, esa que continúa a pesar de todo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias