¿Año lluvioso? ¿Año de desgracias?
Muchas hormigas dando vueltas por ahí. Preocupante. Según los expertos -o sea, los campesinos sureños-, tanta actividad de hormigas por estos días sólo significa que se aproxima un invierno lluvioso, y por eso los insectos triplican sus esfuerzos para acumular víveres en la despensa. Después no podrán salir a recolectar bajo el aguacero, así es que más vale proveerse ahora. Año lluvioso, entonces. Qué hacerle.
Por si esto fuera poco, este verano florecieron las quilas en el sur. Terrible. Según las creencias de nuestro campo, eso es signo de que éste será un año de desgracias.
Ante estas dos advertencias, pero sobre todo ante la segunda, uno no puede menos que intentar descifrar por dónde vendrá la mano en los meses que siguen. ¿Cuáles serán las verdaderas desgracias que, cuando ocurran, nos permitirán decir «no lo decía yo; si el verano pasado florecieron las quilas, ese es aviso seguro…»?
Uno podría apostar maulamente, buscando las profecías evidentes. Vamos viendo.
En el fútbol, la eliminación del mundial Corea-Japón, con Pedro García perdiendo la compostura y un ramillete de comentaristas profesionales exigiendo sangre para satisfacer el canibalismo que han exaltado ellos mismos, aunque a la hora de la verdad pongan caras de santos y aleguen por la violencia que rodea a ese deporte.
En la agricultura, líos con las vacas y reclamos permanentes por la importación de leche a bajo costo. El ministro Campos alegando apasionadamente por lo realizado por su repartición, si es que sigue en el cargo.
Como es de prever, los economistas de derecha y los empresarios refunfuñando por la lentitud con que crece la economía y la falta de audacia de las autoridades para adoptar medidas para «flexibilizar» el mercado laboral. Las propuestas serán las de siempre: mejorar las condiciones para que las empresas compitan mejor, aunque esto sea, en rigor, pagando menos impuestos, contratando con menos garantías a los trabajadores y, ojalá, sin someterse a exigencias estrictas para preservar el medio ambiente. Las cifras macroeconómicas seguirán ordenadas, lo que el empresariado valorará, pero ya estaría bueno empezar a preguntarse si el ordenamiento macroeconómico, como está el actual sistema neoliberal, no implica, necesariamente, altos niveles de cesantía y bajas remuneraciones.
Y en política, bueno, la Concertación arrastrando su desgano y tratando de moverse. Pero con sobrepeso -barriga mediante- eso cuesta. Lagos tratando de empujar el carro, nadie lo niega, ¿pero tanta soledad no será también cierta incapacidad de delegar?
La oposición seguirá hinchando el pecho, soñando con el crecimiento de Lavín. Pinochet ya está archivado, pero para desgracia de RN y la UDI, su régimen no.
Por cierto, durante el año tendremos la oportunidad de deleitarnos con frases como la del almirante Jorge Arancibia, comandante en jefe de la Armada, ésa en la que dijo en entrevista con La Tercera que «al que se atraviesa en el camino de los derechos humanos le pasa una aplanadora por encima, sea cardenal o ministro».
Bendita frase. El almirante la dijo en tono de escándalo. Yo la leí como una bendición.
En las sociedades democráticas, en efecto, aquel que practica, tolera o justifica la violación a los derechos humanos le pasa una aplanadora por encima. La aplanadora de la ley (en Francia, por ejemplo, poner en duda la verdad del Holocausto es un delito), pero por sobre todo la aplanadora de la conciencia de la sociedad. Cuando efectivamente eso aquí ocurra -porque el almirante es alarmista, y por eso es de diagnóstico poco certero- Chile merecerá colgarse al cuello el cartel de «sociedad democrática».
Pero más allá del cartel, uno podrá tener una mínima, pequeña seguridad de que nuestros hijos estarán un poco más protegidos de la siempre presente amenaza de que algunos, azuzados por la idea de creerse depositarios de la verdad, se sientan con el derecho de ejercer, justificar y emplear las peores brutalidades contra sus conciudadanos para imponer sus tonteras.
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