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El dialéctico país de Pinochet


G. F. Hegel es el gran faro filósofo de la modernidad. Su método dialéctico y el optimismo histórico como forma de entender el desarrollo ascendente de la historia se encuentran en el corazón de la modernidad. El ariete hegeliano consiste en que las cosas son y no son al mismo tiempo, la contradicción como naturaleza del ser.



Puede haber una relación entre este pensador estelar y don Augusto Pinochet Ugarte, que – según propia confesión – leía 15 o 20 minutos cada noche para poder conciliar el sueño.



Creo que sus defensores deberían decir que sí, pues si no, entonces, cómo analizar esto de: «No es verdad, pero no me acuerdo y si es verdad; no me acuerdo». O aquello de que «no lo conozco porque ahora está mas envejecido». Otra respuesta nos dejaría con la cruda verdad de un simple viejo pillo mintiendo y riéndose de sus enjuiciadores.



Transformado Pinochet en un dialéctico, método que él combatió creyendo que matando al que piensa se mata el pensamiento, bien nos podríamos preguntar sobre su actual situación.



¿Está sometido Pinochet a un juicio en Chile? Si tenemos respeto por la realidad y por nosotros mismos deberíamos responder: sí y no.



Un proceso judicial es la puesta en acción del aparato punitivo del Estado que tiene dos grandes expresiones sancionatorias. Acción sobre los bienes (embargo/remate) y sobre la persona del imputado (privación de libertad).



Desde el 26 de Junio de 1986, en que se iniciaron las primeras acciones judiciales contra Pinochet se han llevado adelante cientos de procesos y llenado miles de fojas judiciales, pero a pesar de ello nunca la justicia chilena accionó sobre sus bienes. Sólo ahora, luego de que una investigación del Senado norteamericano hiciera universalmente conocidas las millonarias y fraudulentas maniobras financioeras del ex dictador en bancos americanos y chilenos con sede en el país del norte, la justicia chilena procedió a incautar esos dineros, que simultáneamente eran «entregados» por la defensa del acusado en la idea de poder con esta maniobra extinguir el delito. Acción jurisdiccional entonces sobre el patrimonio de Pinochet: sí y no.



Acción jurisdiccional sobre la persona del acusado: francamente no.



Pinochet no ha puesto jamás un pie en un tribunal chileno ni en ninguna estación de policía a pesar de haber prestado ya decenas de declaraciones indagatorias en calidad de acusado por los más graves delitos. Es, sin lugar a dudas, la persona que en la historia judicial chilena reúne la mayor cantidad de cargos inculpatorios en su contra. Son cientos, sino miles, de asesinatos, secuestros , torturas, etc… y millonarias defraudaciones al Estado; sin embargo, el caballero no conoce los tribunales.



Las declaraciones se le toman a domicilio en el cual un juez pregunta humildemente lo que su coraje les permita (léanse los recuerdos del juez Juan Guzmán sobre el contexto en que tomó declaraciones a Pinochet en su fastuosa residencia).



No ha visitado, el sujeto de marras, ningún tribunal ni mucho menos ha pasado un día en cárcel alguna. Cualquier muchacho chileno que se toma una cerveza de más, debe pernoctar en una comisaría. En días recientes el Tribunal Oral de Temuco ha condenado a diez años de prisión a cuatro campesinos que han robado una pala, un martillo y ocho gallinas ponedoras. Están ya en una fría celda. No tuvieron la posibilidad de ser interrogados en su casa, ni de ser sometidos a prisión en ella. Claro, sólo eran vulgares ladrones de gallinas.



Están tan distante los procesos que se le siguen a Pinochet de una autentica acción jurisdiccional que el abogado defensor emplaza, con indignación, a un ministro de la Corte por dictar un auto de procesamiento el día del cumpleaños del procesado. Se lee claramente aquí la realidad de los hechos, ningún abogado de Chile invocaría tal argumento en contra de una resolución judicial en un proceso de auténtica acción jurisdiccional.



Pero no todos se «ensañan» con el procesado, el comandante en jefe del Ejército le visita con tenida de parada. ¿Cómo puede interpretar un juez esta actitud de una sola manera?; aquí ya no alcanza la dialéctica.



Se le procesa, pero como gesto compensatorio se le concede inmediata libertad con ínfima fianza (Impuestos Internos la quería diez veces mayor) y la Corte le confirma con prontitud la libertad, de la que en realidad nunca estuvo privado, y le rebaja la fianza a la mitad. Todos los abogados de Chile sabemos que ningún procesado, incluidos los imputados por delitos nimios, tienen tal consideración y atención de parte de nuestros tribunales.



No hay ningún reo en Chile -supuestamente privado de libertad- que celebre su cumpleaños con un almuerzo familiar en casa, con escolta militar y mariachis tocando en su honor en las afueras y recibiendo puntualmente su cheque como ex senador vitalicio.



Hay una dialéctica perversa: esperar que Pinochet muera para que fenezcan procesos que en realidad nunca existieron.



Si esto pasa es porque, a fin de cuentas, los chilenos somos todos dialécticos, como la empleada de la casa de Hegel que recibiendo una llamada preguntando por la presencia del dueño de casa, respondió: sí y no. Es mejor así, como me enseñó mi viejo, ‘cuando veas algo vergonzoso, echa una talla’. Y si no funciona, como decía mi papá, echa otra: Joaquín Lavín se compromete con los Derechos Humanos y Sebastián Piñera luchó por la democracia…



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Roberto Ávila Toledo. Abogado y militante del PS.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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