Publicidad
La izquierda y el  compromiso de escritores y artistas

La izquierda y el compromiso de escritores y artistas

Publicidad
Javier Campos
Por : Javier Campos Poeta y columnista. Profesor de Literatura Latinoamericana, Fairfield University, Connecticut.
Ver Más

Seguir exigiendo que el escritor o artista esté “comprometido” únicamente con una perspectiva ideológica, al estilo del pasado -o satanizándolos porque deciden opinar distinto y se alejan del redil-, o que solamente deben votar por Frei, me parece lo mismo que seguir escuchando noticias donde un gobierno sólo tiene un canal de televisión para todo el país que pertenece al Estado o a una compañía privada.


Los escritores Jorge Edwards y Roberto Ampuero se apartaron de la “izquierda”  (¿cuál izquierda?  preguntaba yo en columna del 29 de diciembre) y no son los únicos ni tampoco parecen aislados.  Aquello también ocurre en otros países de América Latina donde hay una larguísima lista de nombres dentro de escritores, artistas e intelectuales que políticamente piensan como esos dos escritores nuestros. Y probablemente otros en Chile que quieren mantener en secreto su preferencia para la segunda vuelta presidencial.

Y es que la palabra “compromiso” (voz dinosáurica en estos tiempos en el campo artístico)  no funciona  como funcionaba o se le imponía al artista de décadas pasadas. Claro, el compromiso político en ese entonces tenía que ser únicamente con la “izquierda”. De allí que esos dos escritores  sigan recibiendo condena inquisitorial  al  optar personalmente por otra perspectiva como ciudadanos de un país que vive en democracia.

Recuerdo que fue Octavio Paz el primero en América Latina quien más se opuso a eso del “arte comprometido” y al “artista comprometido” a partir de la Guerra Civil española (especialmente en el Congreso de La Alianza de Escritores Antifascistas, realizado en España en 1937). Desde ese momento el poeta e intelectual mexicano comenzó a cuestionar aquello, con la convicción de que lo peor para un artista, decía él, era confundir la política con la poesía (o “el panfleto” con el arte).

Seguir exigiendo que el escritor o artista  esté  “comprometido” únicamente con una perspectiva ideológica, al estilo del pasado  -o satanizándolos porque deciden opinar distinto y se alejan del redil-, o que solamente deben votar por Frei, me parece lo mismo que seguir escuchando noticias donde un gobierno sólo tiene un canal de televisión  para todo el país que pertenece al Estado o a una compañía privada.

Esa convicción de Octavio Paz había comenzado en 1936 rechazando desde entonces el “realismo socialista” en el arte y la literatura, y luego su desengaño por la experiencia soviética, especialmente la influencia que tuvo en Paz el francés Andrés Gide quien escribió su desilusión luego de conocer la Unión Soviética en su libro publicado en 1936, Regreso de la URSS.

Quiero citar al Nobel mexicano en algo de lo cual siempre estuvo convencido. Tal cita sigue dividiendo a nuestros artistas latinoamericanos hasta ahora pero, claro, no tanto como en las décadas pasadas. Decía pues Octavio Paz: “No creo que los artistas deban militar ni en iglesias ni en partidos políticos. Creo que los escritores debemos permanecer lejos de los partidos políticos, con esto no quiero decir que los escritores no tengamos ideas políticas. Creo que la militancia política no enriquece al escritor, por el contrario, lo empobrece. Cuando los escritores se han nutrido de consignas es cuando se ha perjudicado su obra”.

Por otro lado, volviendo al planteamiento de mi artículo anterior, es un hecho que en América Latina hay una diversidad de “izquierdas”.  Si nadie quiere hablar de ello, ni en los medios masivos ni en los blogs ni en la academia (que probablemente, quizás, algún académico en Chile lo ha problematizado en sus clases) entonces continuamos viendo nuestra sociedad del siglo XXI  en blanco y negro. Es un hecho, y no una mera opinión, que la izquierda dura, o la más dogmática en América Latina, jamás ha hecho una autocritica pública sobre el desastre de los socialismos reales. Uno lee sus diarios o sus sitios en la red de y parece que nada ha cambiado desde la caída del Muro de Berlín.

Así como denunciamos constantemente para que nunca haya olvido por lo que hicieron las dictaduras militares de corte fascista, tampoco debemos ponernos vendas en los ojos para no ver los crímenes que en nombre del “socialismo” se cometieron con millones (sí, con millones) de seres humanos. Olvido de ningún lado debe ser lo que enseñemos como ciudadanos libres y no dogmáticos.

Incluidos los candidatos a presidentes. Pero seguir exigiendo que el escritor o artista  esté  “comprometido” únicamente con una perspectiva ideológica, al estilo del pasado  -o satanizándolos porque deciden opinar distinto y se alejan del redil-, o que solamente deben votar por Frei, me parece lo mismo que seguir escuchando noticias donde un gobierno sólo tiene un canal de televisión  para todo el país que pertenece al Estado o a una compañía privada.

Lo más adecuado es hablar de proyectos alternativos, de distintas corrientes políticas en este mundo global donde objetivamente hay países más neoliberales que otros. Y en eso ha cambiado el nuevo compromiso de escritores y artistas en este siglo XXI. Exigirles a esos proyectos que sí incluyan a los amplios sectores marginados. Proyectos para vivir en una economía globalizada (¿qué otra opción distinta a la globalización existe en estos momentos?) pero que sea más humana y equitativa sin aplastar la libertad individual como fue el principal error que cometió el socialismo real que aún, esa “izquierda” dogmática, quiere resucitar del pasado (a través de Chávez, Ortega, Castro, Correa, etc.)  Al menos ideológicamente.

Económicamente es de La Edad de Piedra planificar lo que se debe y no debe producir a través de  ¨planes quinquenales”,  pero sin ningún interés  por insertarse en la economía global  como lo desea el ¨socialismo del siglo XXI de Chávez”.  Y lo hará Cuba como lo anunció el gobierno de Raúl Castro este 25 de diciembre para resolver el desastre de su economía, donde el 80% de los alimentos que consumen los 11.2 millones en la isla los compra a Estados Unidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias