Está güena la Ena… y no necesita post natal
Si algo avanzamos en materia de equidad de género en los últimos 20 años, es que logramos develar masivamente estereotipos femeninos que, centrándose en los atributos físicos –para ensalzarlos o criticarlos— devaluaban las capacidades o las calificaciones de las mujeres para una determinada profesión o puesto de trabajo.
“Está güena la Ena”. Este tweet del ministro Mañalich, ya famoso por su incontinencia verbal, desató hace un tiempo una tormenta en las redes sociales. Reacciones indignadas ante la falta de tino de la autoridad. Respuestas burlonas ante la indignación, subrayando la falta de “humor” de una oposición que se pretende “progresista” y se muestra cartucha.
Fuera de contexto y sin considerar de quién procede, la frase no es distinta de algún piropo que llega anónimo desde una construcción. O de otras, no tan breves ni en verso, escritas en baños públicos por inspirados adolescentes. Pura cultura popular, dirán algunos.
Pero se trata de un ministro, en una red social, aludiendo a una autoridad pública en funciones. Y este ministro forma parte de un gobierno que reiteradamente debe salir a dar explicaciones por dichos, instructivos y hasta propuestas de política de carácter discriminatorio o abiertamente sexista emanadas de diversas reparticiones públicas.
[cita]Si algo avanzamos en materia de equidad de género en los últimos 20 años, es que logramos develar masivamente estereotipos femeninos que, centrándose en los atributos físicos –para ensalzarlos o criticarlos— devaluaban las capacidades o las calificaciones de las mujeres para una determinada profesión o puesto de trabajo.[/cita]
Por más anecdótico que parezca, no es trivial. Si algo avanzamos en materia de equidad de género en los últimos 20 años, es que logramos develar masivamente estereotipos femeninos que, centrándose en los atributos físicos –para ensalzarlos o criticarlos— devaluaban las capacidades o las calificaciones de las mujeres para una determinada profesión o puesto de trabajo.
Pero para Mañalich, la aludida y sus pares mujeres en el gabinete el asunto no reviste mayor importancia. No debería sorprendernos: es un gobierno que “esencializa” lo femenino y sitúa a la mujer-madre-trabajadora como el núcleo en torno al cual articular las políticas públicas, acotando la agenda de género a la superación de la pobreza femenina. Y el camino parece simple: aumentar el empleo entre las mujeres, principalmente las más pobres.
Para hacerlo rápido, no sólo invierte en instructivos para enseñarles a presentarse como quienes no son, ajustándose a los patrones estéticos de las flamantes –y femeninas- ministras. También propone al Congreso recortar el fuero maternal, reducir el permiso de alimentación, bajar el tope del subsidio a las madres trabajadoras… En otras palabras, reducir o eliminar derechos laborales de las mujeres para mejorar su participación laboral.
Por cierto, quienes ya trabajan y tienen hoy empleos precarios y desprotegidos, no se verían afectadas. ¿Pero las de clase media, las profesionales, todas las “no pobres”? La sola situación económica debería eximirlas de la discriminación de género, liberando al Estado de su rol como garante de ciertos derechos sociales universales reclamados por el movimiento de mujeres y permitiéndole concentrarse en una función puramente subsidiaria, focalizada. Las mujeres “no pobres” no son sujetos de política, a lo más de algún piropo.
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