La carta enviada por Carolina Tohá a Osvaldo Andrade, su homónimo PS, resulta particularmente lúcida por cuanto reconoce la necesidad de reaccionar a preguntas que solamente puede dar una izquierda fortalecida en su propia identidad, tanto ideológica como orgánica.
Mientras las calles hierven a protestas, la Concertación persiste en su ensimismamiento. Los últimos episodios, que dan cuenta del interés que algunos de sus dirigentes le asignan a la mantención del eje PS-DC a su interior, refleja la incapacidad para captar lo obvio: que una coalición de partidos surge como respuesta a necesidades históricas contingentes. Y está claro que las que hoy existen son muy distintas a las que le dieron origen a no ser que aceptemos, como muchos plantean, que el difuso objetivo de “democratizar el país” se mantiene vigente. Si insiste en mirar hacia el pasado, la Concertación termina pareciéndose a la mujer de Lot. Con razón se ha dicho, frente al magro 23% de aprobación de la que hoy dispone según la encuesta Adimark de mayo, que asistimos hoy a la existencia de opositores sin oposición.
Desde la derrota, se ha venido moviendo en torno a dinámicas que no posibilitan, precisamente, el acercamiento de los ciudadanos con la política. Junto con la insistencia en la defensa del legado del primer momento, sus afanes han estado centrados en la promoción de los liderazgos de recambios, en clave personalista; la elaboración de protocolos disciplinarios para generar un cierto orden interno en su desempeño parlamentario y la discusión de una política de alianzas centrada en la conformación de listas electorales, en lógica de repartos. Frente a un gobierno que carece de un relato que invite a soñar como país, la Concertación no logra dar respuesta al desafío de construir un relato alternativo que recoja, no solamente la difundida sensación de desamparo ciudadano, sino también las demandas por transformación. Frente a su déficit de credibilidad política, se ha movido entre posturas defensivas y el recurso providencial, personificado en la ex Presidenta Bachelet. Las advertencias que emiten expertos vinculados a su fundación, en orden a señalar que la existencia de dos listas para enfrentar las próximas elecciones municipales “atentarían contra las opciones presidenciales”, poco la ayuda. De ellas se infiere que no está tan alejada del cálculo que rodea a la política electoral, algo frente a lo cual siempre se mostró distante y que, seguramente, forma parte de las razones que explican su incombustible popularidad.
[cita]La carta enviada por Carolina Tohá a Osvaldo Andrade, su homónimo PS, resulta particularmente lúcida por cuanto reconoce la necesidad de reaccionar a preguntas que solamente puede dar una izquierda fortalecida en su propia identidad, tanto ideológica como orgánica.[/cita]
En este marco, la carta enviada por Carolina Tohá a Osvaldo Andrade, su homónimo PS, resulta particularmente lúcida por cuanto reconoce la necesidad de reaccionar a preguntas que solamente puede dar una izquierda fortalecida en su propia identidad, tanto ideológica como orgánica. Es por ello que lo invita a iniciar una nueva etapa de relación entre el PPD y el PS que permita acometer este desafío histórico. Más allá de la interpretación que dicha carta merece para entender las dinámicas al interior del conglomerado, la misiva le permite a Tohá dos cosas. Primero, realizar un punto de inflexión en su desempeño como una dirigente partidaria que despertó muchas expectativas y, segundo, mostrar una faceta distinta, eclipsada en buena parte por las dinámicas de la relación con sus socios de pacto. Su carta refleja un liderazgo joven que pone por delante los desafíos en materia de igualdad que el país enfrenta y la invitación a hacerlo, no a través de la clausura como lo es, de alguna forma, la ley antidíscolos que ella también apoyó, sino de la apertura y creación de nuevos espacios.