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¿ES CONFIABLE LA FUSION LIBERAL – CONSERVADORA PARA GOBERNAR?

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Adolfo Castillo
Por : Adolfo Castillo Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
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Cuando la derecha llegó al gobierno por vía electoral, se levantaron dudas y expectativas tanto sobre su capacidad para gobernar bajo reglas democráticas como por las promesas que esparció en su campaña. Los magros resultados obtenidos son ilustrativos de que la mayoría del país no confía en su capacidad de gobierno, abriéndose un nuevo escenario que anuncia cambios profundos para el futuro próximo. ¿Cómo explicar ese hecho?

Un país traumado política y moralmente por los brutales sucesos vividos durante la dictadura militar, han tenido duras consecuencias sobre los actores políticos que se han visto las caras desde antes del 11 de septiembre de 1973, cuando se enfrentaban en las calles haciendo uso de la violencia, sea porque estaban a favor de la Revolución en Libertad, y en contra de las expropiaciones de la reforma agraria de Frei o por el odio despertado por los pobres de la ciudad y el campo que abrazaron la causa del socialismo democrático de Salvador Allende. Lo cierto es que parte sustantiva de quienes lideran aún los actuales procesos políticos son figuras de esa escenografía.

Seguramente no podrán superar nunca el trauma que significó vivir la tortura y el sufrimiento inenarrables, quienes fueron vencidos por la violencia militar apoyada por el odio y el temor de las grupos privilegiados ante el avance del gobierno de Allende; así como tampoco aceptar los horrores de la muerte, vejaciones, desapariciones, y robos que se produjeron bajo la dictadura militar patrocinada por civiles conservadores y anticomunistas, quienes formaron parte de ese régimen de terror. Es comprensible, se trata finalmente de seres humanos enfrentados a los límites. Aquí radica el núcleo de los comportamientos políticos de esa generación que no logra y seguramente no podrá alejar los espectros que circulan por sus pensamientos y limitan su comprensión del tiempo presente.

La derecha había vivido con el trauma de no ser electa democráticamente para dirigir el país desde el gobierno de Alessandri en 1952, y su veloz alejamiento del caudillo que levantaron en 1973 se debió no sólo a las vergüenza de ser parte de ese legado, similar al que sienten los nazi en Alemania de post guerra, sino por razones de conveniencia política. Derrotados una y otra vez por la Concertación, en las sucesivas elecciones efectuadas desde 1989 en adelante hasta el triunfo de Piñera, gracias al esfuerzo hecho por la generación política que requería cerrar un ciclo, la misma que se dio la tarea de demostrar a los militares que era capaz de ofrece gobernabilidad al estado, paz social, y adecuarse a las nuevas reglas, esta vez escoltada por jóvenes ambiciosos de sello tecnócrata que sabían como resolver los problemas de los pobres.

De igual modo, la fusión liberal – conservadora que accede al gobierno en 2010, liderada por un magnate, intentara demostrar a país que no sólo con golpes de estado se llega al gobierno, y que los votos también están de su lado. ¿Pero qué ofrece a cambio, qué ideas o malas prácticas debe abandonar? Su objetivo es demostrar que puede dar gobernabilidad a Chile. Los datos indican que no han tenido éxito y que seguramente deberán prepararse para hibernar por un prolongado periodo. Cuando recientes estudios de opinión – Adimark – GfK – indican que el jefe de la fusión liberal – conservadora genera poca confianza, no es creíble, o no es querido por los chilenos, expresan un malestar social profundo con los estilos de gobierno, con el modo en que se conducen los asuntos públicos, las promesas incumplidas, la reiteración por favorecer a los mismos de siempre, de grupos económicos, de empresas que no respetan el medio ambiente, que protege los privilegios de los políticos que se aferran al poder impidiendo aperturas democráticas.

El mérito de la Concertación y su miseria fue haber ofrendado a dioses ajenos los pecados de la elite que se asume responsable de la dictadura, vendiendo su alma al diablo a cambio de la absolución de sus verdugos. El actual gobierno no ha tenido ese valor, pues quienes lo juzgan son las mayorías sociales que sólo ven al barrio alto en La Moneda, reemplazando  al soberano a fin de cuentas.

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