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La geometría china en América Latina

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Los lineamientos políticos chinos en América Latina y el Caribe, que se mantienen desde 2008, contemplan cooperación en áreas sensibles como ciencia, tecnología y defensa, aspectos que en la última década adquirieron visibilidad mediática con los incrementos en las ventas y transferencias de armas chinas, sin que constituyeran un desafío serio a EE.UU. en su traspatio.


La renovación del Acuerdo de Cooperación en Defensa entre la República Popular China (RPCh) y Argentina hace sonar alarmas en medios occidentales que se muestran particularmente en alerta ante la presencia asiática en estos lados. Según datos del Financial Times, los créditos gubernamentales concedidos en 2009-2010 por la RPCh alcanzaron la astronómica cifra de US$ 110 billones y más de la mitad (US$ 75 billones) fue destinada a América Latina. Pero 91 % del monto latinoamericano se concentró en los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador.

A su vez, las autoridades chinas están tensionadas por las derivaciones del denominado “pivote estratégico” norteamericano en el Extremo Oriente, es decir, la determinación del presidente Obama de refocalizar hacia el Asia Pacífico la atención prioritaria y los recursos militares de EE.UU., plasmada en el Acta de Autorización para la Defensa Nacional (AADN-2012).

[cita]Beijing considera ésa decisión el punto central de una vasta operación para impedir “el ascenso pacífico de la RPCh en el nuevo orden mundial” (zhongguó hépíng juéqi), operación que incluiría presiones diplomáticas estadounidenses para aislar al gigante asiático y multilateralizar los litigios entre vecinos en el Mar del Sur de China: una Gran Estrategia de Contención, similar a la que EE.UU. desplegó contra la ex Unión Soviética en el período de la Guerra Fría (1947-1991).[/cita]

Beijing considera ésa decisión el punto central de una vasta operación para impedir “el ascenso pacífico de la RPCh en el nuevo orden mundial” (zhongguó hépíng juéqi), operación que incluiría presiones diplomáticas estadounidenses para aislar al gigante asiático y multilateralizar los litigios entre vecinos en el Mar del Sur de China: una Gran Estrategia de Contención, similar a la que EE.UU. desplegó contra la ex Unión Soviética en el período de la Guerra Fría (1947-1991).

El AADN-2012 parte de la hipótesis de que las inversiones de la RPCh en Defensa le permitirán equilibrar el poderío de EE.UU. dentro de los próximos 15 a 20 años. De allí, el seguimiento que se hace en Washington a todo lo concerniente a la proyección del poder chino y a los compromisos de Beijing con algunos países sudamericanos. En el contexto antes descrito se sitúa la búsqueda en Washington de indicadores sobre la proyección de poder chino y las aprehensiones respecto al viaje en julio último a Beijing del ministro de Defensa de Argentina, Arturo Puricelli. El ministro, que extendió por tiempo indefinido el Acuerdo original chino-argentino, suscrito en 2007 por cinco años, declaró además que su acto abría “una larga etapa de cooperación en defensa con China”.

Los lineamientos políticos chinos en América Latina y el Caribe, que se mantienen desde 2008, contemplan cooperación en áreas sensibles como ciencia, tecnología y defensa, aspectos que en la última década adquirieron visibilidad mediática con los incrementos en las ventas y transferencias de armas chinas, sin que constituyeran un desafío serio a EE.UU. en su traspatio. El analista de Defensa norteamericano Evan Ellis no percibe cambios significativos recientes en las cuatro actividades interrelacionadas que caracterizan el involucramiento militar chino en América Latina: 1) reuniones con oficiales de las Fuerzas Armadas locales, 2) venta de equipos y transferencia de tecnología, 3) acuerdos comerciales con algún perfil militar y 4) presencia física china moderada en áreas estratégicas.

Tampoco el profesor de la Escuela Superior de Guerra de Estados Unidos, Gabriel Marcella, encuentra hechos que ameriten titulares de prensa sensacionalistas. En un artículo para la revista Air & Space Power, explica que gran parte del equipo vendido o transferido por China es de naturaleza logística y aporta poco a la proyección de poder: “La noción de que los chinos buscan establecer una cabeza de playa estratégica en América Latina es inverosímil, irresponsable y contraproducente para el establecimiento de una relación útil con China a medida que su influencia global aumenta”, sentencia Marcella, quien concluye que la tradicional relación triangular chino-estadounidense-latinoamericana no está siendo cuestionada.

La noción de una relación triangular fue expuesta por primera vez en abril del 2006 por el entonces Subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Thomas Shannon. Un triángulo diferente, es decir, la atracción que mercados, recursos naturales y sectores estratégicos latinoamericanos despierta en el país asiático, ya empezaba a preocupar de manera ostensible en Washington, por lo que Shannon se trasladó a Beijing para entrevistarse con su homólogo en la Cancillería china e inaugurar consultas periódicas formales.

En la ocasión, la parte estadounidense planteó que los intereses y acciones de ambas partes en América Latina serían en adelante susceptibles de repercutir de manera negativa en el ámbito diplomático bilateral. Se estableció así de facto una especie de enlace, un “linkage”, como la política seguida en la década del 70 por el binomio Nixon-Kissinger, que condicionaba la distensión y la cooperación económica con Moscú a la no injerencia abierta de la ex Unión Soviética en los conflictos del Tercer Mundo.

La última visita a Beijing como Secretaria de Estado de Hillary Clinton transcurrió, a principios de septiembre, sin disipar en sus anfitriones el clima de guerra fría asociado al pivote estratégico de Obama en Asia Pacífico. Es aventurado especular acerca de las modalidades que adoptará la molestia china, pero en cualquier caso la RPCh tendría razones suficientes para responsabilizar al AADN-2012 si el triángulo de Shannon se transforma finalmente en cuadrilátero o en un ring de boxeo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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