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Las dudas sobre la muerte de Neruda Opinión

Las dudas sobre la muerte de Neruda

Francisco Marín
Por : Francisco Marín Corresponsal en Chile de la revista Proceso, de México. Es coautor –junto a Mario Casasús– del libro El doble asesinato de Neruda (Ocho Libros, 2012) que cuenta con el testimonio de Manuel Araya.
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Es decir, las pruebas objetivas no concuerdan con la existencia de un cáncer con múltiples metástasis como causal de muerte, como señala la versión oficial. Menos dan cuenta de la existencia de una caquexia que es un estado de extrema debilidad que antecede a la muerte.


Los restos del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, finalmente serán exhumados con el fin de realizarle una autopsia que determine las verdaderas causas de su muerte.

La causa judicial por la muerte de Neruda se abrió el 30 de mayo de 2011, después de una querella presentada por el Partido Comunista —con el patrocinio del abogado Eduardo Contreras—, tres semanas después que revista Proceso publicara mi reportaje: Neruda “fue asesinado”, que contenía la denuncia del chofer de Neruda, Manuel Araya.

En dicha nota, Araya descartó que Neruda se haya encontrado en estado grave en los días previos a su final. Señaló que el traslado a la Clínica Santa María desde la casa en Isla Negra —19 de septiembre de 1973— tuvo por fin escapar del asedio del que era víctima y esperar en Santiago, en un lugar que se creía seguro, la salida del vuelo enviado por el entonces presidente de México, Luis Echeverría.

A un año y medio de la primera denuncia, todo lo planteado por Araya se ha ido confirmando.

La existencia de una inyección previa a la muerte ya es un hecho de la causa: el doctor Sergio Draper reconoció —ante la Periodista Carolina Rojas, del suplemento Ñ, de Clarín— haberla ordenado. Por lo pronto: El Mercurio, del 24 de septiembre de 1973 menciona a esta inyección como antecedente del paro cardiaco que luego le sobrevino. Pero increíblemente esta inyección y el paro cardiaco no aparecen mencionados en el certificado médico de defunción del Neruda, que está fechado el 24 de septiembre de 1973 y que lleva la firma del doctor Roberto Vargas Salazar.

Cabe señalar que en los 13 exámenes médicos disponibles de Neruda, que figuran en el expediente judicial, de más de 600 páginas, no hay ninguno que muestre que Neruda tenía cáncer.

Una radiografía de la pelvis derecha, realizada el 6 de diciembre de 1972 en el Laboratorio Raúl Bulnes, no evidencia ninguna anomalía asociable a una persona con cáncer metastizado. Así lo reconocen los médicos del Departamento de Criminalística de la Policía de Investigaciones, José Luis Pérez y Patricio Díaz Ortiz, quienes el 16 de agosto de 2011 enviaron a la Brigada de Derechos Humanos —encargada de las pesquisas en el caso Neruda— el informe N°75, que se encuentra adosado al expediente. Este contiene el análisis de los 13 exámenes médicos realizados a Neruda entre 1972 y 1973.

[cita]“El profesor Vargas Salazar, que lo atendía, siempre dijo que Pablo era un hombre muy fuerte, que se estaba defendiendo maravillosamente. Lo de llevarlo a la clínica fue más que todo por resguardarlo y protegerlo”, señaló Matilde Urrutia a la revista Hoy en 1979. Al diario La Tercera le diría algo similar en 1981.[/cita]

Allí se sostiene que “en ambas caderas la amplitud articular es normal, en el ala del hueso iliaco derecho en el sector vecino a la espina iliaca anteroinferior se observa una menor densidad de la estructura con ligero borramiento del borde del hueso por debajo de la espina”.

En entrevista con este corresponsal el médico legista Luis Ravanal Zepeda decodifica estas conclusiones: “Aquí claramente no se describen lesiones destructoras de hueso múltiple. La única alteración que hay es en el borde anterior, pero esa descripción no es característica de una metástasis”. Y agrega: “Por lo tanto, con esa prueba podríamos excluir una muerte asociada a metástasis por cáncer”.

Un examen hematológico realizado a Neruda, también en el Laboratorio Raúl Bulnes, el 1 de junio de 1973, “da cuenta de un estado más o menos compensado, propio de una persona sin signos de compromiso importante (…) no se evidencia ninguna alteración como debería apreciarse en los casos de cáncer y más aun si estamos hablando de un cáncer que supuestamente tiene metástasis”, dilucida Ravanal.

En el punto 4 de las conclusiones, los médicos de la PDI señalan: “En cuanto al examen que podría orientar la presencia de metástasis, es decir las fosfatasas ácidas y su fracción prostática; estas están normales, lo que podría significar entre otras posibilidades que no hay tumor maligno, o que éste está circunscrito a la glándula o se normalizó producto de la radioterapia”.

En este punto el doctor Ravanal coincide con el análisis de los médicos de la PDI: “Las fosfatasas tienden a estar alteradas en forma severa en casos de cáncer de la seriedad que se le pretende atribuir a Neruda. Pero, en su caso, los parámetros clínicos de laboratorio no dan cuenta de un estado grave o de severo compromiso en general”.

Es decir, las pruebas objetivas no concuerdan con la existencia de un cáncer con múltiples metástasis como causal de muerte, como señala la versión oficial. Menos dan cuenta de la existencia de una caquexia que es un estado de extrema debilidad que antecede a la muerte.

Las fotos sacadas previas a la muerte de Neruda por si solas podrían descartar la existencia de caquexia: muestran a alguien más bien gordo, en ningún caso esquelético, agonizante.

No obstante, varios testigos declararon en la causa judicial que Neruda efectivamente estaba grave, con riesgo vital. Uno de ellos es el médico radiólogo Guillermo Merino —que le aplicó a Neruda telecobalto terapia entre marzo y abril de 1973—. Él declaró —a fojas 240— que Neruda tenía “un cáncer prostático con metástasis ósea”.

Sin embargo, el 18 de abril de 1973, Merino había remitido al médico tratante, el urólogo Roberto Vargas Salazar, una nota en que menciona un diagnóstico completamente distinto:

“Estimado colega: al dorso resumen de tratamiento efectuado  a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha”.

El doctor Ravanal decodifica: “El adenoma es un aumento de tamaño de la próstata que está asociado a dificultades para orinar y a procesos infecciosos urinarios por la retención de orina que se produce. Esto es coherente con las evidencias médicas disponibles en el expediente judicial, que demuestran que previo a su muerte, Pablo Neruda estaba padeciendo de una severa infección urinaria que no consta que haya sido tratada y oportunamente atendida”.

Con el fin de entender las contradicciones del caso, entrevistamos al doctor Merino —en el contexto de la realización del libro “El doble asesinato de Neruda”—. La conversación fue telefónica y tuvo lugar a principios de marzo de 2012.

Sus declaraciones resultan sorprendentes porque demuestran que él aplicó tratamiento de radioterapia sin tener certeza que Neruda tenía cáncer y sin disponer de los exámenes que le permitieran dirigir dicho tratamiento en forma adecuada. La entrevista con Guillermo Merino fue así:

¿Neruda tenía cáncer? Se lo preguntó porque en abril de 1973 usted le envió una nota al doctor Vargas Salazar en la que le señalaba que la afección de Neruda no era cáncer si no que un adenoma que es un tumor benigno.
Era un cáncer, no era un adenoma. El mismo don Pablo lo llevó por mano y con ese diagnóstico lo había mandado el doctor Vargas Salazar, entonces se lo devolví en los mismos términos. El doctor Salazar sabía que era un cáncer, lo que pasa es que el diagnóstico estaba encubierto.

-Y qué puede decir del informe radiológico, de diciembre de 1972, en el que se demuestra que no tendría lesiones asociables a un cáncer?
Un informe radiológico es un informe radiológico, nada más. Pero los antecedentes clínicos eran claros. El diagnóstico clínico estaba dado por la operación y la biopsia que seguramente hubo, aunque yo no dispuse de esa biopsia, no la tuve en mis manos, pero los antecedentes clínicos eran de una metástasis de un cáncer de próstata (…) Yo no vi la biopsia, pero me baso en los síntomas que tenía, en los antecedentes, en la operación de próstata, en los antecedentes de los que disponía el doctor Vargas Salazar, que no los tuve en mis manos.

Evidentemente es una irregularidad que un radiólogo haya hecho un tratamiento de radioterapia, sin tener la prueba objetiva que demostrara el paciente tiene cáncer, y la claridad de donde había que aplicarlo.

Errores del SML

 “No existen elementos suficientes que pongan en duda la naturaleza de la muerte de la víctima establecida en forma oficial en septiembre de 1973 en el sentido que correspondería a una muerte por enfermedad en una persona con diagnóstico conocido de enfermedad neoplásica de mal pronóstico (cáncer a la próstata) y forma médico legal de muerte”.

Esta es la principal conclusión contenida en un informe emanado por el Servicio Médico Legal, asociado a la investigación 1038-2011 “Caso Neruda”. El documento está fechado el 9 de marzo, lleva la firma del médico tanatólogo Germán Tapía Coppa (Ver revista Proceso N° 1856).

A pesar de lo concluyente que parece, el informe del doctor Tapia Coppa evidencia importantes omisiones y contradicciones. Estas hacen que, en ningún caso, deba considerársele como un informe definitivo sobre la materia.

La omisión más importante es haber dejado fuera del análisis el que probablemente sea el examen más importante contenido en el expediente: el aquí citado examen radiológico a la pelvis derecha de Neruda y que está contenido en el expediente del Caso Neruda (a fojas 180). En este examen se constata claramente que Neruda no tenía metástasis cancerosa en la zona cercana a la próstata.

Tampoco se incluyó una nota médica enviada —18 de abril de 1973— por el médico radiólogo Guillermo Merino, en que sostenía el diagnóstico de adenoma de próstata.

Además de estas omisiones que resultan inexplicables, el informe del SML contiene una importante contradicción. Esta queda en evidencia cuando afirma en sus consideraciones finales que “es posible que no se logre recuperar el estudio histiológico (biopsia de próstata) tanto a nivel nacional como en centros extranjeros en donde Pablo Neruda pudo ser atendido, por lo que puede que finalmente no se cuente con el examen específico que certifique el diagnóstico de cáncer prostático”.

Es decir, el SML asegura por una parte que Neruda murió de cáncer. Pero más adelante reconoce que no dispone de ningún examen que demuestre siquiera que Neruda tenía cáncer.

¿Quién puede explicar esta contradicción?

En entrevista con Proceso, el forense Ravanal cuestionó severamente este informe del SML. “Me llama mucho la atención que se dé por establecido el diagnóstico de causa de muerte, específicamente por cáncer de próstata que presuntamente tendría o habría padecido Neruda, sin que se haya encontrado ningún elemento de prueba que así lo verifique”.

Ravanal subraya también el hecho que no se haya mencionado en el informe el tratamiento con radioterapia donde el propio médico tratante reconoce no haber tenido información de donde se localizaba las presuntas metástasis. “Esto da cuenta que se emite una opinión técnica, en este caso de parte de una institución reconocida a nivel nacional como es el SML, sin contar con la prueba, con la evidencia necesaria para poder establecer que en Neruda habría muerto por un cáncer diseminado con metástasis ósea”.

El forense denuncia que el informe del SML puede conducir por un camino equivocado la investigación.

La autopsia y la “prueba de oro”

Cabe señalar que, según el antes citado informe del SML, “existen escasas posibilidades que análisis toxicológicos de los restos óseos demuestren la presencia de alguna sustancia química administrada a la víctima que hubiera interferido de alguna manera en su estado de salud, ya sea provocando o acelerando la muerte; incluso, aún si se lograra identificar una sustancia química exógena en el hueso, el resultado del análisis toxicológico tendría el carácter cualitativo, por lo que sólo detectaría la presencia de la sustancia, pero no se lograría establecer la concentración de la misma; en otras palabras y con el estado de la ciencia actual, no es posible esperar que un estudio toxicológico realizado a ciegas (sin conocer las posibles sustancias sospechosas) sobre restos óseos con una data de muerte de 38 años logre certificar o descartar la presencia y concentración de alguna sustancia (química o medicamentosa) que pudiera haber participado en la muerte de la víctima”.

No obstante, un informe emanado por Bushan Kapur, Doctor en Química, del Departamento de Patología de la Universidad de Toronto, sostiene que las toxinas con las que eventualmente se envenenó a Neruda podrían estar presentes en los tejidos de órganos como el hígado y el corazón. Se afirma, así también, que la única manera de aclarar estas dudas es mediante una nueva autopsia, la que pasa necesariamente por la exhumación del cadáver. Este informe fue despachado a Chile el 14 de junio de 2012 y ya está en poder del juez Carroza.

Por lo incierto de la posibilidad de encontrar los tóxicos que provocaron la muerte, el forense Ravanal estima que la prueba de oro la brindará el examen de la hemipelvis derecha del poeta. Si ésta no evidencia la existencia de una metástasis, se demostrará que lo que se afirma en el certificado de defunción en orden a que Neruda muere de ‘caquexia cancerosa’ es absolutamente falso.

Pruebas testimoniales

Los exámenes y análisis médicos son coincidentes con los testimonios que afirman que Neruda estaba bien de salud cuando estaba en la Clínica.

La enfermera Patricia Albornoz Ocaranza, declaró —a fojas 256— “que personalmente me correspondió atender a don Pablo, en varias ocasiones, haciendo presente que (…) se encontraba en buen estado de salud de acuerdo a lo que recuerdo”.

Agrega la enfermera: “Su señora (Matilde) permanecía en todo momento junto a él, respondiendo por su salud cada vez que era consultado, pues pese a que (Neruda) podía hablar con absoluta normalidad, manifestaba una actitud reservada y permanecía leyendo casi todo el día”.

El embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá nos ratificó que pudo hablar latamente con Neruda. Dice que lo vio de buen humor, hacía bromas y jugaba con un peluche que tenía en su cama. De hecho fue el propio Neruda el que pidió el 22 de septiembre, cuando Martínez Corbalá lo fue a buscar para trasladarlo al aeropuerto, que se postergará dos días el viaje. Esto, para que se pudiera ir a buscar algunas cosas de valor que había dejado en Isla Negra.

Según destacamos en nuestro libro, la propia Matilde Urrutia dio —un lustro antes de morir—, al menos, dos entrevistas en las que sostuvo que el motivo del viaje de Isla Negra a la clínica Santa María, verificado el 19 de septiembre de 1973, no fue por que Neruda estuviera enfermo: “El profesor Vargas Salazar, que lo atendía, siempre dijo que Pablo era un hombre muy fuerte, que se estaba defendiendo maravillosamente. Lo de llevarlo a la clínica fue más que todo por resguardarlo y protegerlo”, señaló a la revista Hoy en 1979. Al diario La Tercera le diría algo similar en 1981.

De esta manera, se va desplomando la tesis oficial que afirma que la muerte de Neruda fue por cáncer de próstata, mal que se agudizó por la pena ocasionada por el golpe militar y la muerte de su amigo el ex Presidente Salvador Allende.

Todos los elementos tienden a confirmar que Neruda fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet cuando un avión enviado por el Gobierno mexicano lo esperaba en la loza del Aeropuerto Pudahuel para rescatarlo.

Según relató Manuel Araya a Proceso —en mayo de 2011— Neruda pretendía armar en México la base de un plan de resistencia internacional. Así lo expresó Neruda entre el 15 y el 16 de septiembre de 1973: “(En México) le voy a pedir a los intelectuales, a los gobiernos del mundo entero, que nos ayuden a derrocar la tiranía y reconstruir la democracia en Chile”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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