Publicidad
Vacíos legales y vacíos morales Opinión

Vacíos legales y vacíos morales

Ignacio Moya Arriagada
Por : Ignacio Moya Arriagada M.A. en filosofía, columnista, académico
Ver Más

Para todos aquellos que nos reconocemos como miembros activos de una comunidad y que buscamos su bien (cosa que, por lo demás, todos los políticos declaran buscar), debiese ser evidente que existen conductas que apuntan precisamente en esa dirección y otras conductas que no apuntan en esa dirección.


En La República, Platón presenta su visión utópica de la ciudad ideal. Como toda joya del pensamiento humano, digna de lecturas y relecturas, siempre es posible encontrar entre sus páginas ejemplos y afirmaciones que son pertinentes aún hoy, dos mil cuatrocientos años después de que fueron presentadas por primera vez.

A propósito de los casos de corrupción que hoy ocupan nuestra atención, Platón tiene mucho que aportar. Específicamente, en el libro IV de La República, a través de Sócrates, afirma que hay ciertas áreas de la vida pública sobre las cuales no debiese ser necesario crear leyes para regular nuestras conductas. En concreto, dice que sería una “locura hacer leyes” para obligarnos a escuchar, respetar y cederles el puesto a los “ancianos”. Tampoco sería racional instalar leyes que nos obligasen a respetar a nuestros padres. El respeto, dice Sócrates, es algo que surge de manera natural en aquellos que han sido educados en las virtudes del bien común. Es decir, para todos aquellos que nos reconocemos como miembros activos de una comunidad y que buscamos su bien (cosa que, por lo demás, todos los políticos declaran buscar), debiese ser evidente que existen conductas que apuntan precisamente en esa dirección y otras conductas que no apuntan en esa dirección. Más adelante, en ese mismo pasaje, Platón menciona otras conductas que también apuntan al bien común y que hoy aparecen como anacrónicas (por ejemplo, menciona el vestirse correctamente y andar con el pelo corto).

[cita] Apelar a la existencia de los “vacíos legales” para justificar las “irregularidades” y recetar nuevas leyes para regular las conductas personales de los candidatos, es partir reconociendo que esos mismos candidatos no tienen en mente el bien común. Es partir reconociendo que ellos (no todos, por cierto) no creen en pagar tributos y sí creen que robar nuestro dinero a través de boletas falsas para financiar sus elecciones no tiene nada de malo en sí.[/cita]

Aunque la idea de que los cuidados personales son esenciales para el bien común sea cuestionable, ese no es el punto. El punto aquí es que, al parecer, debiesen existir a lo menos algunas conductas mínimas y evidentes para todo aquel que tiene el interés de la sociedad siempre presente (cosa que, vuelvo a reiterar, les compete especialmente a los políticos, puesto que ellos legislan por nosotros).

El interlocutor de Sócrates en este pasaje, Adimanto, dice que “no es necesario prescribir nada sobre eso a los hombres de bien, ellos encontrarán por sí mismos sin dificultad los reglamentos que sean precisos”. Sin embargo, lo que hoy vemos en la conducta de los políticos involucrados en los casos Penta, SQM y Caval es que ellos justamente no son capaces, por sí solos, de reconocer cuál es el bien común. Sólo reconocen (o principalmente reconocen) el bien personal e individual y actúan acorde a eso, haciendo todo lo que estiman necesario para avanzar en sus metas personales. Es decir, para Platón, estos políticos no son hombres de bien (¿lo fueron alguna vez?).

Enfrentados con la dura realidad de que la mayoría de nuestros políticos y nuestra elite son corruptos, la única solución que aparece en el horizonte es la elaboración de leyes que permitan llenar esos “vacíos legales” que son los que permiten la aparición de las conductas “irregulares” que hoy condenamos. Es por eso que, como gran defensa, las elites hoy buscan excusar sus conductas apelando a la imprecisión y a lo inadecuado del marco legal que los regula. Y, como solución, proponen la elaboración de nuevas leyes y reglamentos que cierren esos “vacíos” y que normen las conductas.

El problema con la obsesión por estar constantemente elaborando leyes para ir llenando todos los “vacíos legales” que aparezcan cada vez que alguien encuentre la forma de sacar algún provecho personal a costa del resto de nosotros es que, como plantea Platón, se “pasarán su vida formando cada día nuevos reglamentos (…) haciendo correcciones sobre correcciones”, esperando así llegar algún día a instaurar el bien común. Pero los que busquen eso se parecerán a aquellos enfermos que, sabiendo que están mal, se limitan a tomar analgésicos y remedios para paliar el sufrimiento, pero nada hacen por curar la enfermedad o por cambiar el estilo de vida que los tiene enfermos. Platón dice que “todos los remedios que toman no hacen más que complicar y empeorar su enfermedad, y sin embargo, esperan siempre la salud de cada remedio que se les aconseja”. Es más, estos mismos enfermos se molestan y se enojan con todos aquellos que, en vez de recetar analgésicos, les aconsejan cambios radicales en sus estilos de vida.

Apelar a la existencia de los “vacíos legales” para justificar las “irregularidades” y recetar nuevas leyes para regular las conductas personales de los candidatos, es partir reconociendo que esos mismos candidatos no tienen en mente el bien común. Es partir reconociendo que ellos (no todos, por cierto) no creen en pagar tributos y sí creen que robar nuestro dinero a través de boletas falsas para financiar sus elecciones no tiene nada de malo en sí.

Este es el momento, no para formar nuevos reglamentos sobre otros reglamentos, sino que para hacerse preguntas más fundamentales acerca de la sociedad que estamos construyendo, de los valores que se dan por sentados. Es el momento para cuestionar y poner en duda la primacía del individuo por sobre la comunidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias