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Volver en condiciones a Chile: una deuda histórica

Mario Olguín Kemp
Por : Mario Olguín Kemp Trabajador sector hostelería, Doctorando en Historia Contemporánea. Universidad de Zaragoza.
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Soy chileno y trabajador de la hostelería en España y en mis tiempos libres me dedico a estudiar Historia y avanzar en mi investigación sobre el exilio chileno.  En cualquier caso, un precario más dentro de un continente que avanza a pasos forzados en la precarización del trabajo, de las condiciones de vida, de la investigación científica, etc.

En el pasado reciente de Chile ocurrió un fenómeno dentro de la dictadura que fue la emigración masiva, el llamado exilio político, el cual desde mi punto de vista es un exilio más amplio porque incluye una mayoría que debió dejar Chile por los rigores económicos que impuso la dictadura militar o cívico-militar. Como fenómeno migratorio no acabó allí, pues siguió emigrando gente en democracia a un ritmo menor, cuyos gobiernos administraron el legado económico de la dictadura. Desde este punto de vista, Chile tiene un fenómeno migratorio también ligado al modelo económico. Las cifras del exilio hablan entre 200.000 y 800.000 personas entre 1973-1989. En 2016 eran más 900.000 chilenos y chilenas (de nacimiento o de padres) residentes en el extranjeroHoy esa perspectiva histórica se pierde, cuando se comienza a ver a Chile más como una sociedad de acogida que como un país emisor de inmigrantes si vemos que en 2016 el número de nacionales a día de hoy en el exterior sigue siendo superior a la de inmigrantes: 900.000 frente a unos 400.000 – 500.000 extranjeros.

En cualquier caso, esto no es solo un fenómeno chileno, sino latinoamericano y mundial. Y es donde quiero desarrollar mi idea. En la Europa del norte y del sur hay una enorme cantidad de latinoamericanos viviendo en pésimas condiciones, en malos trabajos con malos salarios, etc. Hace años un ecuatoriano sin papeles perdió la mano en una panadería y le fueron a tirar literalmente a un hospital. Son situaciones límites que ocurren relativamente a menudo y en la mayoría de los casos con emigrantes de otros continentes e incluso con emigrantes de la Europa del Este. Recientemente un reportaje del canal Cuatro mostró un documental de jornaleros rumanos que trabajaban 10 horas diarias por 20 euros en los campos de la naranja en Andalucía.

[cita tipo=»destaque»]Muchos desean volver en condiciones dignas. Ocurre por otro lado que entre nosotros los inmigrantes hay cierto orgullo: “no volver más pobre de lo que uno se fue”, se suele decir. Es una situación en que se suma lo objetivo y subjetivo. Una vez un senegalés amigo me dijo: “tu, chileno aun puedes volver a tu país esté jodido o no, yo al mío no, por muy mal que esté España, va ser siempre mejor que Senegal”. Se refería a la dureza de condiciones de vida de ese país africano.[/cita]

Este es un fenómeno mayormente compartido por toda la emigración: precarización y exclusión reforzada por la crisis económica.  En España viven más de 23.000 chilenos (2016). En la mayor parte de los casos, los denomino como “bastión resistente de la crisis económica 2008 – 2017”; crisis vigente por mucho que la haya finiquitado la “oficialmente” la UE hace pocos días.

Avanzando en el argumento, creo que las políticas de los gobiernos latinoamericanos tienen una deuda muy grande con sus emigrantes y con sus pueblos en general. En algunos países latinoamericanos las remesas significan el 25 % del PIB. En tal sentido, los inmigrantes también han contribuido a la economía de sus respectivos países, partieron cuando la situación política y económica empeoró, ayudando a sus familiares y sus países desde la distancia.  Seria de justicia entender que se deben dar más ayudas, más subvenciones, y traerse todo el “capital” humano, científico y laboral que en Europa – sobre todo en España – no se sabe aprovechar y tampoco quiere hacerlo. Actualmente en España hay una discusión en los medios sobre la “fuga de cerebros” y de trabajadores cualificados que eligen otros países de Europa para poder desarrollarse.

Sebastián Collado como caso particular quiere regresar o se lo plantea, es en cualquier caso una elección valida, libre y ojalá desarrolle todo su potencial artístico en Europa o Chile, o donde mejor le sepan apreciar. Pero me gustaría recordar que existen casos más extremos y generalizados. Son muchas personas atrapadas que no pueden volver y que Chile como gobierno, Estado y tal vez como sociedad debiese reflexionar sobre sus inmigrantes ayudándoles en primer lugar a retornar. No hay medidas significativas para el retorno o regreso. Los chilenos que llevan más de 5 años fuera solo pueden ingresar libres de impuestos enseres cuyo valor total no supere los 5.000 dólares (Manual de Regreso. Gobierno de Chile. 2013). Esto constituye en realidad un impedimento. Solo en 2017 se concedió el voto desde el extranjero. Son ejemplos de cómo Chile va atrasado al respecto con otros países.

Cierto es que muchos inmigrantes están libremente, pero con el paso de los años no pueden volver: hijos, deudas, cesantía. La precariedad y la exclusión se transformó en un círculo vicioso que no les deja dar un paso adelante y poder regresar a Chile o a cualquier país de origen. Muchos desean volver en condiciones dignas. Ocurre por otro lado que entre nosotros los inmigrantes hay cierto orgullo: “no volver más pobre de lo que uno se fue”, se suele decir. Es una situación en que se suma lo objetivo y subjetivo. Una vez un senegalés amigo me dijo: “tu, chileno aun puedes volver a tu país este jodido o no, yo al mío no, por muy mal que esté España, va ser siempre mejor que Senegal”. Se refería a la dureza de condiciones de vida de ese país africano.

Los países latinoamericanos tienen la capacidad de sobra para llevar a cabo este proyecto, pero tienen la negativa política de llevarlo a cabo, aunque han existido iniciativas relacionadas con el retorno como el caso ecuatoriano. Años antes, en Chile hubo una experiencia que fue la Oficina Nacional de Retorno (ONR) que duró de 1990 a 1994 y que surgió de los reclamos de ayuda y justicia muchas oeneges y asociaciones de derechos humanos en dictadura.  He visto documentación y he oído testimonios del exilio chileno que expresó esta situación en la que muchos chilenos no podían volver por no tener recursos.

Las redes solidarias nacionales e internacionales en los ochenta y la ONR les ayudó dentro de lo posible.  Por cierto, existe una interesante literatura científica con respecto al exilio chileno y sus problemas: Loreto Rebolledo, Claudio Bolzman, Alejandro Bustos Cortés, etc. En este sentido si Chile tiene una deuda con sus inmigrantes, también la tiene con la solidaridad internacional en los tiempos de la dictadura con la causa chilena por el retorno a la democracia y el respeto a los derechos humanos, de la que considero muy poco se ha recordado, estudiado y sistematizado para su compresión y enseñanza.

En fin, si en el Chile de Pinochet fueron las razones políticas y económicas que no permitían el regreso, hoy persiste la económica para algunos. Hay dispersados por Europa buenos trabajadores y trabajadoras, buenos científicos, investigadores, estudiantes, artistas,  gente de un potencial enorme que estaría dispuesta y tener una oportunidad en Chile.  Ojalá estas líneas mías como las de Sebastián Collado ayuden y nos ayuden a pensar colectivamente sobre la necesidad de retornar al país para quien lo desee en condiciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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