La idea de doctorarse no surge de una motivación espontánea de viajar o conocer nuevos lugares, sino que más bien porque en muchas disciplinas se hace necesaria la especialización que no existe en Chile, o bien, la oferta es de características endémicas, lo que hace necesario extender la visión hacia fuera del territorio nacional.
Un tema en el que todos convenimos es que el sistema Becas Chile para doctorados está en crisis. Principalmente porque tiene graves falencias que van desde la desgarradora competencia entre los postulantes, quienes desde el pregrado experimentan precarias condiciones laborales en docencia e investigación, la escasa seguridad en el bienestar de sus becarios una vez que llegan al extranjero. Hasta una deficiente reinserción de estos al momento del retorno una vez finalizado el proceso de doctorado.
Sin embargo, el foco de la discusión en el último tiempo se ha centrado en propuestas reduccionistas de la real problemática. Es decir, el problema es visto como una simple disparidad entre oferta y demanda de capital humano avanzado. Por lo que el argumento central se ha basado en soluciones como la de reducir la cantidad de becas que se otorgan anualmente para doctorantes en el extranjero y así cumplir con las expectativas de la oferta actual de lugares de trabajos para ellos.
En este punto de la discusión, creemos relevante poner en manifiesto ciertas situaciones que se invisibilizan hacia la opinión pública sobre las y los becarios. En primer lugar, hoy quienes se adjudican las becas de doctorado son profesionales que llevan un largo periodo de tiempo insertos en las academia. Participando activamente en proyectos de investigación, publicaciones, congresos. Además de la realización de cátedras. Cabe destacar que el doctorado no comienza con la matrícula en la Universidad de destino, pues la despiadada competencia por becas hace que comencemos a prepararnos desde el pregrado. No solo es suficiente obtener buenas notas, además tenemos que tener el mejor ranking. Luego, es habitual escuchar frases como “no basta con ser buenos en el pregrado y en el magíster, hay que publicar en revistas científicas indexadas en ISI, SCOPUS o Scielo, idealmente en inglés”. Como lo importante es poder obtener la beca, estamos dispuestos a hacer todo tipo de trabajo académico sin ninguna condición laboral mínima (por ejemplo, no tener horarios, vacaciones, salud, y recibir remuneraciones por debajo de la media profesional). Esto a consecuencia que los antecedentes académicos (antecedentes del pregrado y posgrado, en docencia e investigación y las cartas de recomendación de parte de investigadores y/o profesionales que previamente hayan observado la trayectoria anteriormente descrita) son equivalentes al 60% del puntaje para la obtención de una beca.
Dicho esto, para adjudicarse una beca de doctorado, además de lo anterior, es fundamental la construcción de un proyecto de investigación (aspecto, a nuestro haber, más importante de la postulación, aunque esto no se expresa en el sistema de puntajes). El cual muchas veces es elaborado en un tiempo aproximado de un año, proceso en el que el trabajo es revisado exhaustivamente por pares, evidenciando la importancia de contar con redes de apoyo en el ambiente científico.
[cita tipo=»destaque»]En consecuencia, como los montos de las becas no se actualizan desde el año 2009, nuestras manutenciones dependen de las fluctuaciones del dólar, el aumento del precio del transporte, el alza en los costos de atención y seguros de salud, las matrículas y mensualidades de los colegios, los ajustes en el precio de los arriendos, y un largo etc.[/cita]
El objetivo final del becario es siempre adquirir y desarrollar nuevos conocimientos que aporten posteriormente al mejoramiento del país. Sin embargo, una vez adjudicada la beca es poco reconocido, pero ampliamente sabido entre pares, los costos que implican abandonar el país de origen. Entre ellos reconocemos el trabajo que conlleva el proceso de adaptación a nuevos sistemas de vida y cultura, las brechas económicas respecto de la realidad nacional y el arribo a un país con otros estándares económicos. Por ejemplo, el consumo de carne en algunos países es prácticamente restrictivo debido a sus altos costos, modificando las dietas, lo cual se traduce muchas veces en la propensión a adquirir nuevas enfermedades. También los altos costos de los arriendos, especialmente en grandes ciudades y capitales, donde la mayoría del presupuesto se destina a vivienda (que en ocasiones no superan los 30 mt2 de tamaño). Esta situación se agudiza cuando los doctorantes viajan con sus familias, ya que los recursos no son suficientes y la integración del acompañante y de los dependientes suele ser dificultosa o, en algunos casos, inexistente.
En consecuencia, como los montos de las becas no se actualizan desde el año 2009, nuestras manutenciones dependen de las fluctuaciones del dólar, el aumento del precio del transporte, el alza en los costos de atención y seguros de salud, las matrículas y mensualidades de los colegios, los ajustes en el precio de los arriendos, y un largo etc.
Lo anteriormente mencionado no son hechos nuevos ni aislados. Estudios confirman que de cada tres doctorantes, uno sufre problemas de depresión. Esto porque, sumado al proceso migratorio, se debe agregar la carga académica (producción de una tesis, publicación de artículos y difusión de la investigación en seminarios y congresos), las presiones de tipo idiomático, y el desarrollo de un proceso en el que los resultados solo se materializan a largo plazo. Todas estas experiencias hacen de un doctorante una persona vulnerable a desarrollar altos niveles de estrés e, incluso, a desarrollar patologías que involucren su salud mental.
Ante lo mencionado, queda en evidencia que los becarios son personas que abandonan sus zonas de confort, que están dispuestos a trabajar al servicio del país, así como en producir nuevos conocimientos para su desarrollo. Sabiendo incluso que al regresar a Chile sea la cesantía la que los espere. En el retorno nada mejora. Bien regresamos a una realidad que tiene, en términos generales, dos salidas para los nuevos doctores: ganar un concurso en alguna universidad, institución o empresa, o seguir postulando a los fondos de CONCIYT. La primera opción escasea. Somos personas que estamos entre 4 y 5 años fuera del país, lo que evidentemente afecta en nuestra re-inserción a las redes de investigación de manera automática, donde es muy probable que el tiempo de espera para conseguir un trabajo estable sea entre uno y dos años. La segunda opción es la salida alternativa pero altamente insegura. Los fondos CONICYT para doctores llegan a tal punto de competitividad que, para quienes están recién finalizando sus investigaciones, es imposible alcanzar el nivel de productividad en comparación con otros investigadores. Porque efectivamente el sistema de los “puntos por publicaciones” ve acrecentado su nivel de competitividad. Por ejemplo, para adjudicarse una beca de doctorado es necesario publicar cinco artículos, en cambio, para ganar un FONDECYT deben ser veinte (lo que en promedio significa publicar a lo menos cuatro artículos al año durante el proceso de tesis).
En base a lo anteriormente expuesto, proponemos derribar todos los mitos que existen en torno a los becarios y sus vidas en el extranjero. Si bien valoramos la oportunidad de formarnos en las instituciones de mayor prestigio académico mundial, consideramos que los estándares actuales que propone el programa Becas Chile no están al servicio de un proceso formativo integral. Efectivamente es misión de las direcciones de CONICYT resguardar el uso eficiente de los recursos (de hecho, constantemente están realizando encuestas de “satisfacción de usuario” o de “atención”), sin embargo, no somos sólo números para las estadísticas anuales; no somos sólo convenios que la Contraloría aprueba; somos personas que dedicamos gran parte de nuestra vida profesional al desarrollo del país, y creemos que debemos ser tratados como tal.