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El lado B de la ruta de la seda china

El lado B de la ruta de la seda china

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Los grandes imperios a lo largo de la historia además de compartir la tenencia de recursos de poder (económico, militar, tecnológico, etc.) y la voluntad de usarlos, lo que les otorgaba una estatura política-estratégica de rango “imperial”, compartían el sentido de generar vías de conexión con sus dominios y áreas de influencia. Roma, por ejemplo, pavimentó 89 mil kilómetros de caminos y acueductos; la red caminera del Tahuantinsuyo fue de más de 30 mil kilómetros conectando al Cuzco con sus cuatro regiones/suyos; cosa similar hizo el imperio británico con sus caminos, ferrocarriles y puerto o Estados Unidos y Rusia con sus ferrocarriles Transcontinental y Transiberiano respectivamente.

Ahora es el tiempo de China con la Nueva Ruta de la Seda, un megaproyecto visto a varias décadas para construir carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, oleoductos y gasoductos y otras infraestructuras para unir China a Asia Central y del Sureste, Europa, África e incluso América Latina. En la era de la globalización y de su “ascenso pacífico”, no hay lugar que China no mire y alcance por tierra, aire y mar. Así, desde su concepción estado-céntrica, su presencia se ha viralizado desde Samoa a Río de Janeiro, St. Petersburgo a Jakarta, de Mombasa a París, Vanuatu a Camberra o del Ártico (se declara “País Ártico Cercano” aunque está a 1.600 kilómetros más allá de la base cedida por Noruega) a la Antártica: tiene 4 bases desde 1985 y construye una 5ta, además de la de Brasil.

China no tiene que construir toda esta infraestructura (mucha ya está en pie o solo debe ser modernizada), por lo que su objetivo es conectarla en una gran red. Se calcula que este proyecto implicará una inversión de 8 billones de dólares y que conectará a cerca de 68 países, 70% de la población planetaria y más del 55% del PIB global. Pekín dijo el 2017 que desde 2014 sus empresas ya han suscrito contratos anclados con la Ruta por US$ 305.000 millones. Pekín también creó un fondo de US$ 41.700 millones dedicado a financiar proyectos, y buena parte de los US$ 106.140 millones con que está dotado el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) también se invertirán ahí. Pekín espera invertir hasta US$ 849.120 millones en los próximos cinco años (El País 13/05/2017).

[cita tipo=»destaque»]Otra razón se inscribe en la necesidad de nuevos espacios de crecimiento para sus compañías a partir de limitaciones y/o demandas internas: deben encontrar salida al exceso de capacidad y de producción de acero, cemento y otros elementos de construcción e industria, y para el desarrollo de sus 15 regiones del interior (las más pobres, donde hay un gran problema con los cambios productivos y la emigración interna), cada una de las cuales ya han desarrollado su propio plan complementario para su integración al proyecto (Quartz 09/06/2015).[/cita]

El “proyecto del siglo” (bajo el acrónimo OBOR: One Belt, One Road) lo lanzó el presidente Xi Jinping en 2013 por varias razones. En lo principal, la Ruta es un plan de infraestructura colosal y muy costosa con el que China quiere ampliar y profundizar su influencia mundial en su ascenso a primera potencia (nuevo hegemón), es decir pasar desde una condición  de “reino medio” rodeado de 14 vecinos (la mayoría “problemáticos”) a una suerte de “imperio global” con rutas y cinturones que lo conectan con al mundo. El analista Raúl Zibechi asegura que la nueva Ruta de la Seda es probablemente el mejor camino para que la transición se realice sin una guerra nuclear. Destaca que, en el plano financiero, uno de los aspectos centrales de la estrategia es la internacionalización del renminbi, un punto «clave en su ascenso al rango de potencia global» (infobae 16/06/2018).

En el ámbito geopolítico y geoeconómico y teniendo presente la lógica de auge y caída de las potencias de Paul Kennedy, el ascenso chino no se sustenta sin una economía “abundante e integrada al mundo. Necesita estabilidad, mercados, materias primas y energía para crecer y no caer en la trapa de la renta media. Por lo mismo, tiene la necesidad de proximidad geográfica, sicológica y medios de transporte para el movimiento de bienes físicos, más allá del comercio electrónico, de los e-productos o que sus empresas, fábricas, campos e inversiones ya tiene anclaje mundial (ej. se habla de cerca de 10.000 empresas chinas operando en África con un 12% de la producción industrial, y más dos millones de migrantes). El OBOR, entonces, se convierte en esencial para su desarrollo y en una variable de seguridad nacional. Es un plan tan estratégico que ha quedado inscrito en la Constitución china y en agosto, el Eximbank anunció un aumento del 37% en sus préstamos en el primer semestre en comparación con el mismo periodo del año anterior (El País 02/09/2018).

Otra razón se inscribe en la necesidad de nuevos espacios de crecimiento para sus compañías a partir de limitaciones y/o demandas internas: deben encontrar salida al exceso de capacidad y de producción de acero, cemento y otros elementos de construcción e industria, y para el desarrollo de sus 15 regiones del interior (las más pobres, donde hay un gran problema con los cambios productivos y la emigración interna), cada una de las cuales ya han desarrollado su propio plan complementario para su integración al proyecto (Quartz 09/06/2015).

China hace tiempo que desembarcó en la región. Basta decir que sus inversiones llegaron a US $110 mil millones entre el 2013 y el 2016 (por ejemplo, la gigante china del litio Tianqi compró hace poco el 24% de las acciones de Soquimich, que explota el mayor depósito de litio de mundo o que financia y construye la cuarta y quinta plantas nucleares en Argentina), o que otorgó créditos por unos US $222 mil millones entre el 2005 y el 2016 o que su comercio desde el 2000 con la región ha crecido 22 veces (es el principal socio de Brasil, Chile, Perú y el segundo de Argentina, El Salvador y Guatemala). Sin embargo, y con miras a la profundización de los vínculos, el presidente Xi Jinping  planteó en 2014 un esquema de cooperación bajo el concepto «1+3+6», donde 1 refleja un único plan de cooperación con América Latina y el Caribe para el período 2015-2019; 3 hace referencia a los tres motores de esa relación: el comercio, la inversión y las finanzas; y 6 aludía a las áreas estratégicas a las que apunta China: energía y recursos, infraestructura, cultura, industria manufacturera, innovación científica y tecnológica, y tecnología informática (infobae 16/06/2018).

Este influjo por China y tras asumir la política de una sola China (romper con Taiwán), por ejemplo, explican la firma el 2017 de 19 acuerdos de comercio e inversión con Panamá, que incluyeron la adhesión formal al OBOR «potenciando su rol como la gran conexión con el canal de Panamá» y el estudio para la construcción de un futuro ferrocarril que conecte ciudad de Panamá con la provincia de Chiriquí (frontera occidental). También se contempló un Tratado de Libre Comercio (TLC), que se sumaría a los que ya firmó con Chile (2005), Perú (2009) y Costa Rica (2010). China es el máximo proveedor de la Zona Libre de Colón, pretende construir un puerto ahí, tiene gran presencia en el canal y en el ámbito financiero.

Más allá del mermado proyecto del canal de Nicaragua, otro de los grandes proyectos de infraestructura que China ve con buenos ojos en la región es el Corredor Ferroviario Bioceánico Central (CFBC) que uniría el puerto brasileño de Santos (Atlántico) con el de Ilo en el Pacífico peruano. Con una extensión total de 3755 kilómetros, se estima que el CFBC permitiría reducir de 67 a 42 días el transporte de mercaderías de Brasil a China. Tres entidades bancarias chinas (Eximbank, ICBC y Banco de China) ya han mostrado interés en financiar esta gigantesca obra. Uno de sus mayores impulsores es el gobierno de Evo Morales, que define ambiciosamente a esta obra como «el canal de Panamá del siglo XXI».

La mayoría de los líderes de la región creen que el OBOR es una oportunidad para aumentar el financiamiento bilateral de China y, al mismo tiempo, superar la dependencia que tiene la región de los commodities al permitir una focalización en la productividad con valor agregado en pro de un crecimiento estable. Margaret Myers, directora del programa China y América Latina de Diálogo Interamericano, dice que en la región “esperan que, al firmar esos acuerdos, ser obtengan más inversión en infraestructura” (BBCMundo 15/08/2018).

No todo es color de rosa

El OBOR también ha levantado suspicacias. Más allá del coyuntural acercamiento China-Rusia a partir de la disputa con EE.UU. (se refleja en los ejercicios militares conjunto Vostok 2018), por ejemplo, Putin ve que el OBOR puede socavar su proyecto de Unión Económica Euroasiática (UEE) al participar países como Kazajistán y Kirguizistán en ambos (China entra en esferas de influencia rusas). Lo mismo ocurre con Turkmenistán (Asia Central y ex URSS), de donde China recibe la mitad del gas que importa y Uzbekistán donde Xi firmó acuerdo para comprar gas y uranio por US$ 15.000 millones (Instituto Elcano 23/05/2017).

Turquía, por su lado, teme que la “Nueva Ruta de la Seda” le reste posibilidades o capacidades a su intento de crear un “Pasillo Intermedio” para enlazarse con otras zonas de habla turca al extenderse está por el Mar Caspio a través de Turquía y Azerbaiyán a Asia Central. El puerto griego de El Pireo ya es propiedad del gigante China Ocean Shipping Company (Cosco). (El País 20/08/2016)

A algunos países de Europa como Alemania, en medio del Brexit y del alza de un nacionalismo extremo (ej. los Demócratas de Suecia), les preocupa que China cambie las reglas de inversiones y solidaridad política entre Estados miembros de la UE. No ven con buenos ojos, al igual que a Rusia, los intentos chinos de cautivar a Europa del Este a través de las reuniones regulares 16+1. Actualmente, China ya opera cerca de 20 líneas de trenes que lo comunican con ciudades europeas como Londres, Madrid, Rotterdam o Varsovia.

India, la otra potencia ascendente, está también preocupada y no sólo por la rivalidad con China (incluyendo una guerra y problemas limítrofes pendientes), sino por la alianza con su enemigo tradicional, Pakistán. China no sólo está invirtiendo US$ 42 mil millones en proyectos de infraestructura, incluyendo el puerto de Gwadar, sino que desarrollan armamento conjunto como el avión de guerra JF-17/FC-1 que puede “competir” con el F-16 Falcon. Tres razones de esta amistad: la India como adversario común, contener a los separatistas Uighurs de Xinjiang y que tiene “santuarios” en Pakistán y Afganistán, y tener vías alternativas ante un posible bloqueo de EE.UU. (Quartz (09/06/2015).

Jorge Guajardo, ex embajador de México en China, dice que “China busca países más que todo que no tienen acceso a los mercados financieros…llegan y les venden un financiamiento que es caro (y) va atado a infraestructuras con ingeniería china, material chino, mano de obra china, que ellos venden como para desarrollar al país”. Esto, unido al aumento de un comercio asimétrico en términos de valor agregado, ha traído el riesgo de un sobreendeudamiento como lo expresa el Centro para el Desarrollo Global: éste señala a 23 países posibles víctimas de la expansión china por su elevada deuda. Este problema es resaltado también por Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, al decir que «puede derivar también en un incremento problemático de la deuda, creando desafíos para la balanza de pagos» de muchos países (elEconomista.es 14/05/2018). El profesor de la Universidad de Nueva York, David Denoon, dijo que al tratarse de un programa de préstamo y no subvenciones, “si los países no tienen la capacidad de pagar en términos relativamente rápidos, tendrán que renegociar en una posición más débil con China” (BBCMundo 15/08/2018). En Sri Lanka, por ejemplo, una compañía china tomó el control del puerto de Hambantota por 99 años como forma de pago de deudas.

Moody’s, además de relativizar los impactos en el crecimiento de los países con el OBOR, reafirma “la creación de deuda y el riesgo crediticio concomitante, cuando los proyectos financiados con deuda no generan suficientes ingresos para pagarla. Por otra parte, en la medida en que los proyectos tienen requerimientos de importaciones, el fondeo puede estar destinado en su mayoría a financiar importaciones, incrementando los déficits en cuenta corriente” (Estrategia 07/09/2018). Montenegro, Mongolia o Kirguistán se encuentran también la lista de naciones con un nivel elevado de riesgo.

«El plan Belt and Road provee de algo que los países quieren desesperadamente: financiación para sus infraestructuras, pero cuando China ofrece préstamos con estas características podría ser algo más que simplemente bueno para la economía», apuntó John Hurley (elEconomista.es 14/05/2018). Detrás del OBOR, hay también algunas aprehensiones sobre otros efectos o intenciones al ser ascenso chino no solo económico: puede ser que abra la puerta a la intervención política y comercial china o incluso a una presencia militar. «Esto está muy en línea con lo que esperaríamos de otras grandes potencias cuya postura militar sigue su huella económica y diplomática», Lyle Morris.

Un nuevo escenario de conflicto

Algunos analistas advierten incluso que Pekín puede dar uso militar de la infraestructura que promueve o se apropia (como el canal de Panamá), y otros se inquietan por el impacto ambiental que causarán sus inversiones con reglas aún más laxas que en la propia China. “Pekín está cada vez más involucrado en temas de seguridad y defensa de África”, apunta Helena Legarda, investigadora del centro de estudios MERICS. Contactos militares basados en programas de formación y adiestramiento, asesores militares, ventas de armas y construcción de instalaciones militares tienen por razón “proteger los intereses de China en la región, incluyendo el acceso a recursos naturales y rutas comerciales, y la protección de las empresas, trabajadores y ciudadanos chinos” ante posibles ataques terroristas o inestabilidad política apunta Lloyd Thrall, del centro RAND (El País 12/02/2015). El 2016, un guardacostas argentino hundió un buque chino que pescaba ilegalmente dentro de la zona económica exclusiva Puerto Madryn: qué pasará si esto vuelve a suceder?

Para que la nueva Ruta de la Seda marítima sea un éxito, China necesita asegurar los mares en sus propios términos, lo que aumenta la carrera armamentista y la posibilidad de escalada de futuros conflictos. Pekín, por ejemplo, alega derechos históricos para reclamar el poder sobre un 90% del Mar de China Meridional y los islotes, arrecifes y rocas que alberga esa zona situada a hasta 2.000 kilómetros de sus costas («línea de los nueve puntos»). Ese mar alberga más de 200 islas pequeñas agrupadas en: Paracelso, Spratly, Pratas, Macclesfield y Scarborough. Desde el 2009 han ido construyendo allí islas de uso militar a partir de arrecifes.

Después de que China tomara el control de un arrecife conocido como Scarborough, situado a 225 kilómetros de la costa filipina, en 2013 Manila presentó una denuncia ante el Tribunal de La Haya. El fallo, desoído por Pekín, decía que los derechos históricos que alega Pekín para reclamar el poder sobre el Mar de China Meridional «no tienen base legal». La agencia china Xinhua dijo que «cuando el panel no es competente, su decisión es naturalmente nula y sin efecto». Manila acusó a Pekín de violar el derecho internacional, de interferir en la pesca, de poner en peligro el tráfico marítimo y de no proteger el medio ambiente marino.

Además de China y Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunei reclaman para sí diferentes partes de ese territorio. Por allí transitan al año mercancías por el valor de más de US$8.000 millones. El área es muy rica en recursos naturales y podría albergar importantes depósitos de gas y petróleo. Según el Instituto de Ciencia Marina y el Departamento de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Hong Kong, puede contener hasta 1.500 millones de barriles en la zona sur de China y unos 490 millones en las aguas cercanas a Filipinas. En cuanto al gas natural, que ocupa entre un 60 y 70% de los recursos de hidrocarburos de la región, se prevé que haya miles de millones de metros cúbicos en la zona, según un informe del Servicio Geológico de EE.UU (BBCMundo 12/07/2016).

La visita a Pekín del primer ministro malasio, Mahathir Mohamed, no fue exactamente triunfal para China. A su regreso, canceló varios proyectos encuadrados dentro de la “Nueva Ruta de la Seda”. Dijo que “cuestan demasiado dinero, no podemos permitírnoslo”. Mahathir incluso llegó a decir que era “una nueva forma de colonialismo” (misma insinuación que hizo Diego Portales al analizar lo expresado por el presidente de Estados Unidos, James Monroe). Críticas similares sobre el nivel de endeudamiento que estos proyectos representan han surgido en otros países a lo largo de la Ruta (El País 02/09/2018).

Pero no es sólo el mar de China o África.  Las islas del Pacífico (2.3 millones de habitantes) también se han convertido en otro escenario de disputa, más aún con la Ruta de la Seda y el esfuerzo de Pekín por ahogar a Taiwan (6 de las 11 tienen relaciones con Taipei). Además de invertir más de US$ 1.300 millones en préstamos y donaciones (segundo donante tras Australia), Xi Jinping planea una cumbre de líderes en Papau Nueva Guinea tras la Cumbre del Foro de Cooperación Económica de Asia- Pacífico. Entre tanto y como contramedida, EE.UU. planea incrementar su personal en Palau, Micronesia y Fiji; Australia nombrará a un alto comisionado en Tuvalu; Gran Bretaña nombrará altos comisionados en Vanuatu, Tonga y Samoa; y el presidente francés planea una reunión de líderes del Pacífico el 2019. La preocupación por la presencia China es alta: la firma china Huawei Technologies tenía un proyecto de instalar una cable submarino de las Islas Salomón a Australia, pero Canberra se entrometió y ayudó a construir un enlace alternativo (South China Morning Post, International Edition 10/09/2018). EE.UU. le dio a Chile y Nueva Zelanda papeles muy relevantes en el RIMPAC  (Rim of the Pacific) 2018 donde China fue desinvitada, y Nueva Zelanda junto a EE.UU., Gran Bretaña, Australia y Canadá son parte del “Five Eyes” que comparte información de inteligencia.

En una reciente  comparecencia ante el Senado estadounidense a principios de año, el jefe del Comando Sur, almirante Kurt W. Tidd, alertó sobre esa penetración en lugar tan estratégico para Washington. Indicó que el deseo de Pekín de extender su proyecto de Nueva Ruta de la Seda a Latinoamérica, así como su política de créditos a las naciones de la región, «dan una amplia oportunidad a China para expandir su influencia sobre socios regionales clave y promover negocios y prácticas laborales que son improcedentes». (ABC Internacional 12/06/2018).

Nueva Zelanda, por su lado, y en medio de la compra de 4 Boeing P-8ª Poseidón (para patrulla marítima y resistencia dijo el ministro de Defensa, Ron Mark) y de su Declaración de Política de Defensa Estratégica 2018, también alerta sobre la influencia de China en el Pacífico y en el mar de China “donde Beijing está fortifican las islas cercanas a algunas de las principales rutas marítimas del mundo”. También releva que “las nuevas prioridades políticas chinas podrían dañar potencialmente los esfuerzos en materia de derechos humanos, control de armamento y no proliferación” (Galaxiamilitar 10/07/2018). Por último, mirando la capacidad tecnológica de China y otros, dice que el futuro crecimiento del interés en la Antártida entre «actores tanto gubernamentales como no llevará al aumento de la congestión y aglomeración, así como a la presión sobre elementos clave del Sistema del Tratado Antártico, como la prohibición de la extracción de minerales» (RT 08/08/2018).

Ha sido el propio Xi quien salió al paso de las críticas al asegurar que la Ruta no es “un club de China” ni tiene fines geopolíticos o militares. Según Xi, ahora que la iniciativa ha cumplido su sexto año, se pueden refinar los detalles: “priorizar las necesidades de los otros socios y poner en marcha proyectos que beneficien a los residentes locales”. Y el viceministro de Comercio Qian Keming hablando del problema de la deuda, recalcaba que “abordaremos con los países africanos cómo promover un modelo sostenible de deuda”, “China se mantendrá firme en su apoyo al desarrollo africano, incluido mediante la financiación, y al mismo tiempo debemos centrarnos en proyectos que sean más sostenibles, que puedan avanzar el crecimiento económico, crear empleos y ser más efectivos”. (El País 02/09/2018)

Lo claro, es que China aspira a tejer un entramado global gracias a la Ruta de la Seda. En ella, y como dice acertadamente Martin Sandbu, “el software del comercio va a conformar lo que el hardware pueda hacer” (Instituto Elcano 23/05/2017). Es por ello, y como recalca Margaret Myers, “…se necesita que los países latinoamericanos tengan la capacidad técnica para negociar con los chinos acuerdos que sean de verdad mutuamente beneficiosos. Ese es el desafío” (BBCMundo 15/08/2018)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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