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Alerta, “Triunfadores” al asecho Opinión

Alerta, “Triunfadores” al asecho

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En la lengua ancestral de la nación Mapuche que es el Mapudungun, o Mapuzugun, existe la palabra “Huinca” o, “Winka”. Este término traducido al castellano, sería algo así como un ladrón que usurpa y que asalta. Por ello hasta el día de hoy siempre se denominó y se reconoció así a los invasores de sus tierras. Después del pasado 25 de Octubre las 7 millones de personas que fueron a votar  y especialmente los más de 5,8 millones de personas que votaron apruebo ven estupefactos cómo han desfilado y proliferado un enorme contingente de políticos vencedores de aquella jornada, unos verdaderos Huincas. Lo único e histórico de todo este proceso iniciado hace más de un año, fue precisamente que emanó de las calles bajo ninguna tutela político partidista o ideológica partidista. La masa – como diría Schopenhauer –  se fue de lado a lado agarrando su propio ritmo y su propio curso o destino, nunca pidió que algún sector en particular la representara, porque precisamente su nivel de hartazgo tenía que ver con todo el amplio sector que los representaba hace décadas de manera muy inútil y desconectada. La verdad revelada que habla por sí misma que las 3 comunas del sector alto de la región metropolitana representen a más de toda la cantidad de votos del país que votó por rechazar, es decir, mantener a un país escandalosamente e inmoralmente desigual, es algo difícil de obviar.  La particularidad más significativa de aquellas comunas, es que allí reside en gran mayoría la “clase” dirigente presente en los 3 poderes del Estado y por sobre todo presente en los directorios y gerencias de las más grandes empresas del país. Esa mezcla política y económica es lo que se denomina “elite”. Esa elite que según los estudios del profesor Zimmerman de la universidad de Yale se ha reproducido endogámicamente en un par de comunas y, para peor en tan sólo un pequeño grupo de colegios.

Que todo ese grupo en su mayoría vote rechazo es claro y coherente porque sería raro que ganara la opción apruebo y que los hubiera invitado como – de manera filtrada – dijo la primera dama en pleno estallido social: “tendremos que compartir nuestros privilegios”, claramente tomar esa invitación no fue opción. Pero al margen de ello, lo que resulta indignante es que personas plenamente conscientes de eso e inclusive pertenecientes toda una vida a ese pequeño grupo de la sociedad Chilena, se yergan  como los triunfadores dueños del maná del cielo y conductores de la decisión del apruebo del pueblo. Es patético ver y escuchar a sujetos como Lavín que por la mañana puede  leer hasta el pronóstico del tiempo y que a medida que avanza el día se viste como el más apruebo de los apruebo como si pensara que la ciudadanía ignora que durante la dictadura y pos ella se enriqueció personalmente, por ejemplo, con la educación como reconocería más tarde siendo ministro de la misma cartera. Tan patético – menos o más –  como aquellos dirigentes que también en nombre de la izquierda quieren capitalizar todo el levantamiento social como si les fuera propio, desconociendo que ellos mismos son en gran mayoría parte importante también de ese pequeño grupo. Todas estas personas que ocupan tribunas, espacios y poder se les olvida que fue producto de su propia inacción la que detonó el sentimiento de un pueblo enfurecido por lo invivible que representa la existencia actual para millones de chilenos.

Es tan así el oportunismo que buscaron la manera de prevalecer con su dominio ni siquiera con los famosos dos tercios, sino que con la reglamentación jurídica que imponen una competencia absolutamente desigual – hasta ahora – para que no sean las personas del pueblo, de la calle, o independientes de cualquier militancia o simpatía, que puedan ser los creadores libres de una nueva constitución que no represente ningún interés particular, sino que sólo los intereses de un pueblo carente de verdadera representación y ávido por ella. Así como están escritas las reglas hoy los posibles nuevos constituyentes serán en su mayoría caras archiconocidas, y no es que la elite en sí misma sea un problema y no pueda participar de la discusión, pero sin duda la no renovación impide lo inclusivo que es lo que sobre todo debería reinar en el proceso, en qué todos puedan discutir en igualdad de condiciones. Esta situación tiene a buena parte del poder y su portavoces hablando justamente de las caras que llevarán la discusión y no así de lo que verdaderamente es importante, como lo es qué aspectos o temas sensibles país vamos a discutir; como qué tipo de educación, qué sistema de salud, qué política de medioambiente, qué sistema de pensiones, qué política de recursos naturales, etc.

Sin duda el plebiscito fue un avance histórico y muestra del coraje de pueblo, es fundamental no perder de vista de cómo se gestó y entender que nunca un proceso con las características que ha tenido este, estuvo presente en ningún programa de gobierno pos dictadura. Es imprescindible que este espacio solemne que fue expresión de crisis, pero de voluntad ciudadana, no quede a merced de algunos que lo único que los sigue motivando es aquello que dejó a buena parte del país viviendo en la cornisa. Se ha escrito por estos días “que la elite no coopte este proceso” y es precisamente ese uno de los mayores cuidados que debiéramos tener de cara a Abril, porque lo único que no quiere el pueblo es que vuelvan las manos negras y ensucien algo que debe mantenerse absolutamente puro. El real entendimiento sobre aquello que debe aspirar Chile debe provenir de donde surgen y conviven los múltiples padecimientos, esa vivencia no está en la elite, y tampoco se encuentra en los números y los estudios de las teorías, ellas siempre ocultarán el sentir y el verdadero conocimiento de lo que ocurre en cada sacrificado hogar, en cada junta de vecinos y en cada organización barrial.

“Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó” cantaba José Tcherkaski (Piero) a no olvidarlo porque necesita reconstruir un país que se apegue a la verdad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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