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¿Qué le pasa a Camila? Opinión

¿Qué le pasa a Camila?

Diego Pérez de Castro
Por : Diego Pérez de Castro Periodista, Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos en la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Tampoco está de más recordar lo que dicen las encuestas: Vallejo era de las ministras mejores evaluadas del gabinete del Presidente Boric, sin embargo, según la penúltima encuesta Cadem realizada en julio, la vocera tiene una aprobación del 41%, ocho punto menos que la última de junio.


¿Qué le pasa a Camila? Eso es algo que muchas personas se preguntan actualmente. La ministra de la Secretaría General de Gobierno era, sin lugar a dudas, uno de los principales atributos del Gobierno del Presidente Gabriel Boric. Sus vocerías claras, su estilo propio, avalado en su juventud (pero con vasta trayectoria política), además de la disciplina clásica de una militante comunista, la hicieron ver incólume frente a las principales críticas en contra de la actual administración. Eso, en un principio.

Sin embargo, el “habitar un cargo” no es algo fácil, si no pregúntenle al Presidente Gabriel Boric. En el caso de Vallejo, la principal tarea de un vocero de Gobierno es difundir las iniciativas, beneficios o mensajes que emanan desde el Poder Ejecutivo, además de la coordinación comunicacional del mismo. Pero también tiene su lado complejo: ser el cortafuegos y quien da la cara ante las crisis que enfrentan las diversas administraciones.

Ya con el Gobierno instalado por completo, con más de un año y medio de gestión, la figura de la vocera se ha ido desgastando con el paso de los meses. Esto, en gran parte porque el foco ha estado puesto en diversas reformas que no han llegado a buen puerto, sumado esto a estrepitosos fracasos electorales, y la guinda de la torta sin dudas fue el caso Convenios, que ha provocado que las intervenciones de Camila sean cada vez más erróneas, llevando a La Moneda a tomar la decisión de que sea el ministro de Justicia, Luis Cordero, el que esté asumiendo ese rol, casi como el abogado defensor del Gobierno y dejando a la, otrora, una de la ministras mejor evaluadas del oficialismo en un rol secundario e intrascendente.

Vamos haciendo el recuento de esta ruta del desgaste de Camila, partiendo por la millonaria campaña informativa del Gobierno para el plebiscito del proyecto de Constitución, presentado por la Convención Constitucional en 2022, con la impresión de miles de ejemplares del texto que se votó en septiembre del año pasado, entre otras iniciativas, que de poco sirvió. Asimismo, el despliegue informativo de Vallejo dando a conocer la propuesta no pudo contrarrestar la profunda derrota electoral que sufrió el Gobierno al respecto, donde casi dos tercios de los votantes rechazó de plano dicha propuesta.

Por mucho que la ministra, posresultados, haya salido a decir que “jamás será una derrota para el Gobierno que el soberano se exprese”, evidentemente marcan un fiasco del cual se tuvo que hacer cargo. Luego, de manera intempestiva, anunció un acuerdo para dar pie a un nuevo proceso constituyente, el cual luego tuvo que matizar tras las críticas de Chile Vamos. Ese episodio fue, quizás sin quererlo, una especie de inicio de una serie de errores de Vallejo en su rol como vocera.

Para qué hablar de la estrepitosa derrota en la elección de nuevos consejeros, donde Republicanos y Chile Vamos lograron el control absoluto del proceso, el cual dejó offside y en una posición complicada al oficialismo. En ese sentido, la ministra también debió salir a hacer control de daños.

Pero el desgaste de la vocera se ha visto acentuado con las innumerables críticas recibidas desde diversos sectores en contra de la famosa Comisión contra la Desinformación. Tanto desde el Congreso como personalidades del nivel del experimentado periodista Santiago Pavlovic, han criticado su iniciativa estrella. Ella, por su lado, se ha mantenido pétrea al respecto.

Tampoco está de más recordar lo que dicen las encuestas: Vallejo era de las ministras mejores evaluadas del gabinete del Presidente Boric, sin embargo, según la penúltima encuesta Cadem realizada en julio, la vocera tiene una aprobación del 41%, ocho punto menos que la última de junio. Esto, quizás, en parte por el bochornoso manejo comunicacional del Gobierno sobre el Caso Convenios, donde la secretaria de Estado ha dejado, quizás de manera estratégica o no, que el ministro de Justicia, Luis Cordero, asuma las vocerías, pagando los costos de manera innecesaria por la impericia de la Segegob de manejar correctamente la crisis por la que atraviesa el Gobierno.

No se puede dejar pasar la última intervención de la ministra en el programa ‘Tolerancia Cero’ (CNN Chile), en donde se enfrascó en algunas discusiones. La primera, con la periodista Carolina Urrejola respecto a si la salida de la subsecretaria de las Culturas, Andrea Gutiérrez, por el Caso Convenios, se debía a “un error”, como dijo Vallejo, o “a una ilegalidad”, según la periodista; y la segunda con el filósofo y columnista Daniel Mansuy, quien la conminó a aclarar sus dichos respecto al caso del carabinero acusado de homicidio en Panguipulli, a quien la ministra, en su época como diputada, calificó de asesinato (luego fue sobreseído), y que no supo aclarar.

Es probable que Vallejo esté tratando de cuidar al máximo su reputación, teniendo en cuenta futuros desafíos políticos (así como están las cosas se ve complejo otro Gobierno del Frente Amplio, al menos en el corto plazo), por lo que una candidatura al Senado podría ser una salida óptima para mantenerse vigente en el ecosistema político. Sin embargo, de cara a la ciudadanía, más allá de las ideologías o posiciones partidistas, lo que debería hacer la ministra es volver a empoderarse en su rol, tal como en un principio, enfrentando los problemas y las crisis comunicacionales que están incluidas en su papel como vocera.

¿Qué le pasa a la ministra? No lo sabemos. Mientras tanto, seguirá entregando los lineamientos todos los lunes en el patio de Los Naranjos en La Moneda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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