No pasó de ser una bravata, un pasquín como en “La mala hora” de García Márquez. Por ahora, tendremos que seguir esperando que los medios de comunicación divulguen los chats o mensajes de WhatsApp que han dejado al descubierto delitos graves e intereses poderosos de por medio.
La expectación era tremenda. Juan Pablo, abogado de Luis Hermosilla, había anunciado, con semanas de anticipación, que haría explotar una bomba que conmocionaría a la élite chilena, divulgando los mensajes de WhatsApp que su hermano había mantenido por años con jueces, políticos, empresarios, fiscales y otros poderosos de nuestra sociedad.
Sin embargo, terminó pareciéndose más a esa monumental novela de Gabriel García Márquez, La mala hora, donde unos pasquines anónimos eran clavados en las puertas de las casas, sin revelar nada que las personas no supieran de antemano, es decir, viejos rumores que se hacían públicos.
En los días previos, el nerviosismo comenzó a apoderarse de muchos, a tal extremo que hubo algunos que, ante el temor de aparecer vinculados a algún escándalo, se adelantaron y confesaron que formaban parte de la lista de contactos. Se echaron al agua solos y, para su mala suerte, ni siquiera fueron mencionados en la desordenada y poco preparada puesta en escena en que JP apareció con un papelito en la mano, rodeado de micrófonos, para anunciar… prácticamente nada.
Claro, salvo para dejar en claro su indignación y molestia con el Fiscal Nacional, quien pareció ser el objetivo de la conferencia de prensa del abogado defensor.
Además de intentar victimizarse y proyectar que las conductas de Luis Hermosilla eran algo habitual, eso que hacen todos los que se mueven en esas esferas, lo cierto es que el notición con que había amenazado –literalmente– a la opinión pública terminó desinflándose en un listado de veintinueve personas vinculadas al Poder Judicial y Ministerio Público, clasificadas bajo las inocentes categorías de “conversaciones para nombramientos” y “causas judiciales”.
Por supuesto, ninguna constituye un delito en sí. De hecho, su hermano no está formalizado por ninguna de esas causales, sino por delitos tributarios, soborno y lavado de activos. En el caso de Ángela Vivanco, la indagatoria que le costó su carrera como ministra de la Corte Suprema no fue la “recomendación” de Hermosilla, sino los favores recibidos de vuelta.
¿Qué fue lo que intentó hacer JP Hermosilla? La verdad es que la estrategia no quedó para nada clara –ni la judicial ni la comunicacional–, más bien pareció una improvisación sin un objetivo claro.
Sí lo fue cuando amenazó con divulgar chats de su hermano con distintos actores, porque dejó la impresión de que la defensa del exabogado top de la plaza buscaba demostrar –al develar varios mensajes de WhatsApp– que él no estaba solo en estas prácticas. También se especulaba que Juan Pablo intentaría barrer con el tablero, arrastrando a moros y cristianos, de todos los sectores políticos, comprobando así que era el sistema el podrido, y Luis una pieza más dentro de un gran rompecabezas.
Y aunque el hermano del otrora reputado abogado señaló el jueves que vendría ahora un listado “de políticos y ministros de Estado”, si el formato es el mismo, no será más que una nueva constatación de nombres que ya conocemos y de datos que ya han sido publicados en la prensa. Otra listita.
No cabe duda de que Juan Pablo Hermosilla es un tipo inteligente, más aún considerando que tuvo varias semanas para preparar la puesta en escena, como para pensar que lo que vimos el jueves 7 fue una simple improvisación o un acto fallido de la defensa. Tan raro fue todo, que el propio jurista descartó que en las conversaciones “se observen conductas que constituyan delitos o que sean ilícitas”.
¿Cuál pudo ser el objetivo entonces? Tal vez amedrentar a algunos jueces, pero, de fondo, es probable que los Hermosilla aún no hayan podido encontrar audios o extractos de mensajes en que Luis no termine por empeorar su situación judicial. Y si bien es probable que sus vínculos con Chadwick culminen con este formalizado e imputado, el área más peligrosa que JP puede abrir es la relación de su hermano con el exministro del Interior y que claramente podría salpicar la memoria y legado de Piñera y, por supuesto, poner en riesgo a otro representante de las instituciones del país que siguen desplomándose desde que se filtraron los primeros audios (el exdirector de la PDI, dos exministros de la Corte Suprema, una universidad…).
Es probable que Juan Pablo esté pensando que mantener una amenaza sostenida sobre ciertos actores es una estrategia para neutralizar, amedrentar o inhibir a algunas personas, las que hoy por hoy deben estar viviendo un calvario por haber transado favores con Hermosilla. Es decir, proyectar un mensaje del tipo “no vienes ahora en la lista, pero en la otra sí”.
Definitivamente, la listita de Juan Pablo Hermosilla no pasó de ser una bravata, un pasquín como en La mala hora de García Márquez. Por ahora, tendremos que seguir esperando que los medios de comunicación divulguen los chats o mensajes de WhatsApp que han dejado al descubierto delitos graves e intereses poderosos de por medio, así como que la causa que involucra a Hermosilla y salpica a exfiscales como Manuel Guerra o a Andrés Chadwick, entre otros, avance con la mayor celeridad por el bien de las instituciones y la confianza de los ciudadanos.
Y, por supuesto, que al final del proceso no terminemos de nuevo con clases de ética o en la amnesia colectiva, como en tantos otros casos. A propósito, ¿qué fue de las cenas en la casa de Pablo Zalaquett?, esas que salieron a la luz pública en paralelo al teléfono de Hermosilla.