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Inmigración o muerte Opinión

Inmigración o muerte


Según datos de la O.M.S. al menos unos 2 mil millones de personas sufren hambre constante o están subalimentados, es decir cerca de un 30% de la población mundial no ingiere alimentos en forma regular. ¿Qué pasaría si toda esa gente, decidiera emigrar? Los detendremos con leyes, con muros, alambres de púas; los encerraremos en campos de concentración, los tiraremos al mar… ¿?

Acusar a los migrantes de todos nuestros problemas reales o imaginarios es peligroso, incluso criminal. Recordemos que Hitler culpó a los judíos, Stalin a los Burgueses y contrarrevolucionarios, el gobierno Hutu de Ruanda a los Tutsi, Pinochet y sus secuaces a la “conspiración” del marxismo internacional”; todos sabemos (o debemos saber) en qué terminaron esos discursos, diatribas y palabrerías.

Más allá de la esencial toma de partido en defensa de los derechos humanos, deber de toda persona, es un tema que merece ser estudiado y abordado sin histerias ni populismos. Las cifras suelen esconder personas de carne y hueso, los discursos de uno y otro lado ocultan la realidad diaria, los miedos, angustias y pesares no solo de los nuevos habitantes del “asilo contra la opresión”, sino del chileno que se informa por facebook, que mira los matinales como la verdad revelada y que no recibe los beneficios de un sistema y un desarrollo ajeno y distante.

Las migraciones masivas proveen de mano de obra barata, un “ejército industrial de reserva”, donde los principales beneficiados son los empleadores grandes y pequeños. Los mismos que pueden contar una fuerza de trabajo dispuesta a todo por un puesto laboral, sin haber gastado un peso en formarlos, gracias a leyes y prácticas discriminatorias y racistas que golpean a las trabajadoras y trabajadores migrantes.

Esta aparente “competencia desleal”, amplificada por discursos de odio, temores ancestrales, ignorancia y manipulación, configuran una mezcla perfecta para la xenofobia. Hostilidad que proviene no de las clases más favorecidas (o no exclusivamente), sino de sectores populares, trabajadores, desempleados, dueñas de casa, comunes y corrientes, a los que escuchamos en micros, metros y ferias tímidamente con discursos antiinmigrantes, como si ellos fueran los causantes de sus desgracias.

Hay un papel de la sociedad civil organizada, apoyada por los medios de comunicación, que debe movilizarse, para incentivar el encuentro de culturas. Faltan espacios de intercambio, de conocimiento mutuo, de respeto, para lograr la asimilación respetando la diferencia. Si las condiciones económicas, el cambio climático, la desigualdad estructural continuan tal como hoy, es muy posible que las masas hambrientas (los 2 mil millones), aumenten y decidan emigrar. ¿Nos encontraremos nosotros, entre los futuros migrantes?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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