
Cuando la solución está en manos del problema
Lo que hoy se expresa en las calles, plazas, cabildos, bares, así como en los espacios familiares más íntimos, es un completo malestar contra la desigualdad en todas sus formas y en los más diversos escenarios. No es solo malestar contra la desigualdad socioeconómica y de clases, sino también contra la desigualdad de género y el machismo, contra la desigualdad étnico-racial y el racismo, contra la desigualdad territorial y el centralismo político, contra la desigualdad generacional y la gerontocracia en todas las esferas de poder, contra la desigualdad cultural y el elitismo social, y así podríamos continuar señalando malestares y descontentos que recorren el país.
Frente a ello, desde las instancias políticas más representativas se han levantado acciones, estrategias y programas diversos, que no dejan de reflejar estas mismas contradicciones. Por un lado, desde los municipios y las comunas, se levantan estrategias de participación directa, consulta ciudadana y otros modos de incluir a la ciudadanía y al pueblo en la construcción de caminos de solución. Por otro lado, desde el Congreso, los parlamentarios diseñan estrategias de cambio y transformación, muchas de ellas bien intencionadas, pero que se estrellan contra las estructuras de privilegios que reproducen la desigualdad social, e impiden el avance en cualquier camino de solución.
Sin embargo, el avance de una y otra es muy desigual. Mientras la primera es ninguneada, minus-valorada tanto por las esferas del poder, del Estado y el gobierno, como en los mismos medios, la segunda concentra todo el interés de la clase política y de los estamentos en el poder. Tal parece que el gobierno, el Estado, los medios, los empresarios, las elites, todos ellos, están apostando a una salida desde su misma institucionalidad, la que sin embargo, es la más cuestionada de todas en las calles, y contra la que se sintetiza todo el malestar y descontento que ya comentábamos. Por lo mismo, cabe la pregunta y la duda: ¿es posible confiar en una salida desde estas instancias? Todo parece indicar que no.
Como bien sintetizaba una pancarta en la calle, “lo que le pasa al país es que la solución está en manos del problema”. Y nada refleja mejor esta tesis, que el perfil y composición de la actual Cámara de Diputados, instancia que hoy tiene un papel fundamental, y de donde o bien sale una estrategia de inclusión y participación ciudadana, o bien se refuerza una estrategia que reproduce y mantiene las formas políticas de la desigualdad social. Para muestra, vayan algunos datos provenientes de los currículos de los diputados publicados en la página oficial del Congreso Nacional.
a) 79% son hombres
b) 29% son mayores de 60 años, y solo 23% menores de 40
c) 2.6% solamente son de origen mapuche
d) 45% provienen de Santiago
e) 43% provienen de colegios particulares no subvencionados
f) 26% proviene de las 6 comunas del barrio alto de Santiago
g) 89% tiene estudios universitarios
Asimismo, en el Congreso no vemos representación de casi ninguna minoría social, cultural y demográfica, como chilenos en el extranjero, población con discapacidades, población LGTBI, inmigrantes, entre muchas otras.
No hay duda, los Diputados en Chile han dejado de ser representantes populares, para convertirse en representantes de los grupos poderosos: representan a los hombres, no a las mujeres (machismo y patriarcado); a los blancos, no a los pueblos originarios (racismo); a los ricos y pudientes, no al pueblo ni a clases medias (clasismo); a la capital, Santiago, y no a las provincias y regiones (centralismo); a la élite social y cultural, y no al ciudadano de a pie (elitismo).
La ciudadanía, el pueblo chileno, reclama un nuevo Pacto Social, expresado en una nueva Constitución Política del Estado chileno. Sin embargo, la salida que actualmente se ofrece genera la misma desconfianza que nos da quienes la promueven. Cómo confiar en estos diputados, cuando vemos que ellos son representantes de los estamentos del poder, de los privilegios y los privilegiados de las más diversas formas de desigualdad social: del clasismo, del machismo, de la gerontocracia, del centralismo, del racismo, del elitismo.
Y lo que es más grave, cómo confiar en un formato de elección de representantes a una instancia constituyente, llámese Asamblea o Convención, que tiende a reproducir en el campo político y del poder, estas mismas estructuras de desigualdad social que predominan en la sociedad chilena; cómo confiar en una instancia constituyente conformada de ese modo, cuando en vez de dar voz a los desiguales, sólo reproduce la exclusión y la discriminación de las mayorías en beneficio de las minorías poderosas de siempre .
Es por ello que decimos: bienvenida la paridad de género, bienvenidos los cupos reservados para pueblos originarios, bienvenida nuevas reglas para participación de independientes … pero también decimos que ello no es suficiente. El malestar expresado en las calles es eso, y más. Es necesario ampliar la paridad a una equitativa representación de clases, de territorios, de generaciones, así como abrir la opción de cupos reservados para las diversas minorías sociales, culturales y demográficas.
Colectivo Cabil-DEMOS
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