
León XIV
El papa es una persona muy sencilla en sus modos y en su manera de ser. De manera muy afable a dos cardenales que estábamos en la mesa del lado esperando que comenzara la comida después de que terminara el cónclave, nos hizo señas para que nos sentáramos con él.
El papa recién electo es una persona que tiene claridad meridiana de lo que significa tener dos orejas, dos ojos y una sola boca. Escucha y observa muchísimo más de lo que habla. Cuando conversas con él te da la impresión de que lo más importante del mundo es lo que le estás narrando. Es una persona reflexiva que piensa mucho antes de actuar.
El papa es un hombre de comunidad. Siendo prefecto del Dicasterio para los Obispos iba a almorzar todos los días con la comunidad de los agustinos a pasos de su lugar de trabajo y su casa. Para él, la fraternidad forma parte de su vocación religiosa y eso lo va a transmitir en su ministerio petrino.
El papa es una persona muy sencilla en sus modos y en su manera de ser. De manera muy afable a dos cardenales que estábamos en la mesa del lado esperando que comenzara la comida después de que terminara el cónclave, nos hizo señas para que nos sentáramos con él. En la mesa se le preguntó sobre su familia y su historia. Es un hombre que creció con dos hermanos en el seno de una familia de inmigrantes europeos. Tanto el papá como la mamá trabajaban en una escuela. Los hijos de los profesores, me ha dicho la experiencia, tienen niveles culturales y de interés por la realidad superior a la media.
Lo más probable es que en su casa no hubiese mucho dinero, ni lujos, ni nada que se le pareciera, pero había libros, cuadernos y lápices. Y eso, claro, lo marcó, sin duda alguna. Estudió matemáticas en una universidad americana, por lo que sabe de disciplina y de metodología para resolver los problemas. ¡Ello le va a servir mucho, porque con más de un problema se va a encontrar! Pero la razón, sumada a la fe que le inculcó su familia con una fuerte vida parroquial, lo llevó a descubrir su vocación sacerdotal e ingresó a la Orden de los Agustinos, donde fe y razón van de la mano, se alimentan mutuamente y hacen crecer la dimensión racional y espiritual del hombre. León XIV en lo pastoral seguirá la senda del Papa Francisco; en lo intelectual, a Benedicto XVI. Gran síntesis para los tiempos que corren. Y se notará rápidamente.
León XIV conoce el mundo, pero no desde la mirada del turista sino del misionero. Sus más de 20 años en Perú en medio de personas pobres y sufridas, sin duda que le regalaron un corazón misericordioso, generoso y alegre propio de un buen pastor. Los pobres suelen ser alegres, incluso en medio de las dificultades. Tal vez porque forman comunidades y se reconocen necesitados de otros. Hay fotos que circulan en las redes que lo retratan de cuerpo entero, sencillo, afable, generando buenos ambientes y entregando lo más precioso, el Evangelio de Jesucristo y su vida para dar consuelo, paz y alegría.
Además conoce África y Asia gracias a los doce años que estuvo como general de la Orden de los Agustinos. Si hay alguien que sabe de las desigualdades a nivel global es él. Si hay alguien que se da cuenta de que la Iglesia florece en África y Asia con fuerza y languidece en Occidente es él. Si hay alguien que intentará a tiempo y a destiempo reencantar el alma anestesiada de Occidente, fascinada por las cosas materiales, la vida de confort e individualista, pero desesperanzada y desencantada, es él. Y lo hará desde San Agustín. Entre paréntesis, recomiendo vivamente la lectura del libro Las Confesiones de San Agustín. Un tratado maravilloso del alma humana y cómo Dios actúa en él.
En síntesis, León XIV es un don de Dios al mundo por su preparación humana que le viene de la familia, espiritual que le viene de Jesús y de San Agustín, pastoral que le viene de sus años en el Perú y de gobierno que le viene de su condición de general de una gran orden religiosa y de la prefectura del Dicasterio para los Obispos en la ciudad del Vaticano.
El Papado de León XIV, escuchando sus primeras palabras donde se declara puente, gestor de la paz, persona de diálogo y no de confrontación, será un aporte decisivo a una sociedad fragmentada, polarizada y muy centrada en el tener que en el ser. Estoy seguro de que nos dirá a tiempo y a destiempo la famosa, bella y notable frase de san Agustín por ser un itinerario espiritual muy vigente y pertinente en los tiempos que corren: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera y así por de fuera te buscaba: y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti”. ¿Habrá algo más hermoso y más desafiante que este texto?
Nos esperan tiempos hermosos de más profundidad espiritual y de menos marketing; nos esperan tiempos de más reflexión intelectual y de menos tips; nos esperan tiempos más serenos pero más fructíferos; nos esperan tiempos de escuchar con mayor atención al mundo que gime por más paz, espiritualidad, esperanza y de actuar con claridad y valentía, mostrando al único que todo ello y mucho más puede entregar, Jesucristo.
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