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El silencio como forma de impunidad: memoria, manipulación y poder en el caso de Colonia Dignidad Opinión

El silencio como forma de impunidad: memoria, manipulación y poder en el caso de Colonia Dignidad

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Lelia Pérez
Por : Lelia Pérez Ex Prisionera Política, Co fundadora Asociación por la memoria y DDHH Colonia Dignidad
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La impunidad no siempre se impone con violencia, a veces se disfraza de prudencia, de reconciliación o de justicia simulada. Pero mientras la verdad sea parcial y el poder esté en manos de quienes la ocultan, no habrá justicia real.


En la historia reciente de Chile, pocos lugares simbolizan de forma tan contundente la conjunción entre autoritarismo, violencia y encubrimiento como Colonia Dignidad. Fundada en 1961 por el exsoldado nazi Paul Schäfer en la Región del Maule, este enclave sirvió durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973–1990) como centro de detención, tortura y desaparición forzada de opositores políticos, además de un espacio de explotación y abuso sistemático hacia los propios colonos.

La historia de Colonia Dignidad está marcada por el silencio cómplice de las élites políticas, empresariales y religiosas, tanto chilenas como alemanas, que durante décadas protegieron a sus jerarcas y encubrieron la magnitud de los crímenes cometidos.

El silencio como estrategia de impunidad

Durante años, los crímenes permanecieron silenciados por redes de poder político, religioso y económico. Con el paso del tiempo, este silencio no desapareció: se transformó en una narrativa ambigua, con colaboraciones aparentes y memorias fragmentadas que eluden responsabilidades estructurales.

Algunos descendientes de jerarcas han adoptado posturas aparentemente colaborativas con las investigaciones. Sin embargo, muchas de estas acciones encubren una estrategia más oscura: la preservación del statu quo, la evasión de sanciones patrimoniales y la dilación de acciones reparatorias mediante tácticas burocráticas y judiciales.

Patrones reiterados de encubrimiento

Los mecanismos de encubrimiento no son nuevos. Se repiten estrategias ya vistas:

  • Victimización, en la que se presentan como perseguidos injustamente.
  • Manipulación, utilizando un lenguaje emocional y tergiversando hechos.
  • Engaño, entregando versiones parciales o deliberadamente falsas de los acontecimientos.

Estos elementos son empleados por los llamados neojerarcas –descendientes o colaboradores directos de los líderes de la colonia– para obstaculizar el acceso a la justicia y desactivar procesos de memoria.

Una táctica especialmente perversa ha sido el intento de “comprar” el silencio de los colonos más vulnerables mediante la entrega condicionada de tierras. Este gesto, disfrazado de reparación, perpetúa relaciones desiguales y busca borrar testimonios clave sobre las dinámicas represivas del enclave.

La maquinaria internacional de encubrimiento

Este encubrimiento no se limita al ámbito nacional. Existen redes transnacionales que operan desde Alemania, donde algunos neojerarcas se han refugiado. Allí cultivan un pacto de silencio activo, con el apoyo de antiguos aliados políticos y medios conservadores, construyendo discursos que diluyen responsabilidades y confunden los roles entre víctimas y victimarios.

También se niegan sistemáticamente a hacer pública la documentación financiera de las empresas heredadas de la colonia, escudándose en resquicios legales, especialmente de la Ley de Sociedades Anónimas. En paralelo, han contratado agencias de lobby para simular colaboración con la justicia, cuando en realidad operan para proteger el patrimonio ilícito derivado del trabajo forzado y el saqueo.

La disputa por el territorio y la memoria

La lucha por la memoria tiene una dimensión concreta: el control territorial. Los neojerarcas quisieron obstaculizar el proceso de declaratoria de Monumento Nacional mediante recursos judiciales, demoras administrativas y hoy intentan obstaculizar la expropiación del terreno de Colonia Dignidad –ya declarado Monumento Nacional– con discursos vacíos de reconciliación.

Estas acciones tienen como objetivo último no solo proteger sus intereses económicos, sino también impedir actos de justicia simbólica y material largamente esperados por las víctimas.

Un llamado urgente

Frente a este escenario, es urgente levantar una voz firme: no puede construirse memoria ni justicia sobre la base del silencio o la manipulación. La verdadera colaboración exige asumir responsabilidades no solo con palabras, sino con acciones concretas: entregando información, restituyendo bienes, cediendo espacios a la memoria y dejando de proteger intereses construidos sobre el dolor ajeno.

La impunidad no siempre se impone con violencia, a veces se disfraza de prudencia, de reconciliación o de justicia simulada. Pero mientras la verdad sea parcial y el poder esté en manos de quienes la ocultan, no habrá justicia real.

La historia de Colonia Dignidad no debe ser solo un recuerdo de horror, sino un recordatorio de la responsabilidad activa que la sociedad tiene para evitar nuevas formas de silencio. No basta con conmemorar: es necesario denunciar, desmantelar las estructuras de impunidad, y reparar desde la verdad.

La memoria no es solo una construcción del pasado, sino un acto de justicia para el presente. Expropiar Colonia Dignidad ahora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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