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¿Vacas sagradas en las universidades públicas? Abrir las puertas a las nuevas generaciones Opinión Imagen referencial

¿Vacas sagradas en las universidades públicas? Abrir las puertas a las nuevas generaciones

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Iván Ojeda Pereira
Por : Iván Ojeda Pereira PhD (c) Sociología, UC - Doctor of Social Sciences (C), LUT University Finland
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Es momento de tomar en serio la necesidad de que académicos y académicas jubilen. No porque ya no sean útiles o no puedan seguir aportando en otras posiciones, sino para que las universidad públicas no se vuelvan “antijóvenes”.


Esta semana, estuvo en discusión la norma que potencia el retiro de mayores de 75 años en el sector público. A pesar de que importantes personalidades de la educación pública, como la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés, han criticado la medida, creo que es necesario que también la perspectiva de jóvenes investigadores esté presente en el debate público.

El retiro de académicos y académicas en las universidades públicas es necesario y urgente, tal y como ocurre en todo el mundo. Eso en ningún momento constituye aquello que José Rodríguez Elizondo llama un país “antiviejos”.

¿Acaso no llama la atención de que quienes fustigan la medida son usualmente personas que ya están por sobre la edad? Que quienes cumplen la edad de jubilación en instituciones públicas lo hagan o, a lo menos, liberen las posiciones permanentes, es necesario para que nuevos talentos puedan ingresar a estos puestos. Es absolutamente utópico que las universidades tengan posibilidad de contratar personal de forma ilimitada. Hay que decir las cosas por su nombre, la continuidad de estos profesores en sus posiciones permanentes se traduce fácticamente en que jóvenes investigadores tienen infinitas menos oportunidades en universidades públicas.

Chile en las últimas décadas ha invertido en potenciar capital humano avanzado, muchos jóvenes hemos realizado –o estamos realizando– doctorados con el ánimo de retornar a nuestro país con ideas frescas, con innovación y con nuevas posibilidades para las transformaciones productivas, sociales y culturales que el país requiere. Lamentablemente, a pesar de que las normas asociadas a las becas lo exigen, cada vez es más complejo encontrar puestos en universidad públicas. El diagnóstico es bastante simple, los puestos están todos ocupados, y muchos por académicos(as) que están por sobre la edad de jubilación.

No se trata de argumentar que aquellos académicos(as) ya no aportan, sino más bien ajustar el criterio al estándar internacional. Luego de la edad de jubilación, en el extranjero usted puede continuar colaborando, por un número definido de años en los cuales posee menor salario, menores horas y con otras responsabilidades, tales como aportar en extensión, vinculación, investigación u otras labores, pero liberando los cupos en los departamentos para que ingresen nuevos talentos.

A diferencia de la mayoría de los trabajadores y las trabajadoras de Chile, las universidades, a lo menos en los últimos 30 años, han pagado salarios que están bastante por sobre el sueldo mínimo, permitiendo una jubilación decente para gente brillante que ha aportado al país.

Hace no tanto tiempo, fui estudiante en la Universidad de Chile. En este sentido, me gustaría añadir que también la no jubilación de docentes impacta en la formación de estudiantes. Varios de mis profesores en la Universidad de Chile no sabían enviar un correo electrónico, incluso había algunos en otras facultades que debían llegar a la sala con ayuda de ayudantes mal pagados que hacían prácticamente todo el trabajo.

Es momento de tomar en serio la necesidad de que académicos y académicas jubilen. No porque ya no sean útiles o no puedan seguir aportando en otras posiciones, sino para que las universidad públicas no se vuelvan “antijóvenes”. La fila de investigadores de altísimo nivel altamente precarizados es gigante, jóvenes que tenemos ganas, ánimo, formación y disponibilidad para aportar al país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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