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Llamaradas en el Medio Oriente: se suma otra guerra Opinión Archivo

Llamaradas en el Medio Oriente: se suma otra guerra

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Juan Pablo Glasinovic Vernon
Por : Juan Pablo Glasinovic Vernon Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), magíster en Ciencia Política mención Relaciones Internacionales, PUC; Master of Arts in Area Studies (South East Asia), University of London.
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Trump, cuya plataforma de política exterior suponía la pacificación de numerosos conflictos en poco tiempo, está reflejando su incapacidad total para dicho propósito. Su intención de retirarse militarmente del Medio Oriente no solo queda en entredicho, sino que tendrá que volver a involucrarse.


“Cada día puede ser peor” señaló alguna vez, en medio de una crisis política doméstica, la expresidenta Michelle Bachelet. Esa frase, que quedó registrada en el discurso público chileno y que expresa que hay momentos en que las situaciones se degradan sin visos de remontar, generando más pesimismo y ansiedad, es lo que está pasando en diversas latitudes, pero especialmente en el Medio Oriente. Desde octubre del 2023 la región ha experimentado una espiral de violencia que ha significado decenas de miles de muertos, heridos y desplazados en varios países y que, más allá de algunas pausas, ha continuado y escalado.

Desde hace unos días se sumó un enfrentamiento entre Israel e Irán, tras un ataque sorpresa del primero, que ha apuntado a destruir la capacidad nuclear en construcción del segundo país. Como era de esperar, dicha agresión ha tenido una respuesta y se proyecta, al menos en el corto plazo, que las acciones bélicas sigan al alza, con la posibilidad de sumar a más contendores.

Aunque sorpresivo en su oportunidad, el ataque israelí ha sido siempre una posibilidad latente y existían señales de que podía ocurrir.

Los gobiernos hebreos, pero particularmente el del actual primer ministro Netanyahu, que lleva encabezando un total de seis gobiernos (1996, 2009, 2013, 2015, 2020, 2022), siempre representaron que la posibilidad de que Irán desarrollara bombas nucleares constituía una amenaza existencial para Israel y que, por lo tanto, no lo permitirían. Esto se tradujo durante muchos años en acciones encubiertas contra las obras y el desarrollo nuclear iraní, que en ocasiones frenaron y retrasaron su programa, pero no lograron descarrilarlo.

Cuando Estados Unidos -bajo el mandato de Barack Obama- junto con otras potencias, negoció y suscribió un acuerdo con Irán, que involucraba frenar el programa y dar seguridades de que no se traduciría en armamento nuclear, a cambio de levantar las sanciones económicas, el mismo Netanyahu se presentó como un feroz detractor de ese acuerdo e hizo todo lo posible por echarlo abajo. Lo logró con el advenimiento del primer mandato de Donald Trump, retomando desde entonces las acciones para destruir ese programa nuclear, desplegando también un intenso lobby y una activa política exterior para empujar a Estados Unidos y a otros actores para neutralizar definitivamente esa capacidad iraní y botar a su régimen teocrático.

Con la acción terrorista de Hamás en octubre de 2023 que prendió un nuevo ciclo bélico en la región, se produjeron los primeros enfrentamientos directos entre Israel e Irán. El primero atacó blancos en territorio iraní, lo que junto con demostrar que manejaba un alto nivel de inteligencia en el terreno, incluyó el importante debilitamiento de su sistema de defensa antiaérea. Irán por su parte disparó misiles y drones contra objetivos en Israel, la mayoría de los cuales fueron interceptados. En este primer enfrentamiento, ambos países se mostraron los dientes y dejaron en evidencia lo que podían hacer de escalar el conflicto. Israel con su capacidad de llegar a blancos en todo territorio iraní, e Irán con la posibilidad de saturar el escudo protector israelí de infligir daño significativo.

Hace un par de días, Netanyahu lanzó lo que denominó la operación Rising lion (“León que se levanta”) en directa alusión a la bandera iraní bajo el Shá, que tenía precisamente un león. Se estima que más de 200 aviones atacaron simultáneamente en diversos sitios, destruyendo infraestructura al servicio del programa nuclear iraní, así como asesinando a sus científicos más importantes y cobrando también la vida del alto mando militar. Esta acción fue posible sin bajas, en parte por la destrucción parcial anterior del sistema antiaéreo iraní.

Totalmente tomado por sorpresa por la envergadura del ataque, Irán tardó un poco en reaccionar, pero despachó una oleada de drones y misiles  contra Tel Aviv, algunos de los cuales lograron sortear el escudo protector, causando importante destrucción. Israel ha escalado sus ataques y amenazado con generar más daño. Ya van decenas de civiles muertos iraníes y algunos israelíes también.

¿Por qué Israel atacó ahora? Las razones son varias, pero la principal es que Trump había optado por volver a negociar con Irán. Netanyahu se la jugó con todo para revertir ese proceso y arrastrar a Estados Unidos en una guerra que tiene un doble objetivo: erradicar en forma definitiva la capacidad nuclear iraní, pero también promover un cambio de régimen en el país.

Es notable como Netanyahu ha condicionado la política exterior estadounidense con varios presidentes, los que incluso a regañadientes han tenido que seguir el guión que él ha dictado.

En un primer momento el gobierno de Trump, incluyendo al presidente y a su secretario de Estado, se desmarcaron del ataque señalando que afectaba el esfuerzo diplomático, pero después el mismo Trump cambió su discurso dando a entender que hubo coordinación con Israel y que era el corolario del ultimátum que él mismo había dado al régimen iraní para llegar a algún acuerdo. En función de las dinámicas previas y de las contradictorias declaraciones del gobierno estadounidense, queda en evidencia que fueron tomados por sorpresa, al menos en la magnitud de las acciones israelíes. Parece que Netanyahu está logrando su propósito de arrastrar a Estados Unidos, ayudado por las declaraciones de Irán, que incluyen la amenaza de ataques contra ese país y sus aliados.

Trump, cuya plataforma de política exterior suponía la pacificación de numerosos conflictos en poco tiempo, está reflejando su incapacidad total para dicho propósito. Su intención de retirarse militarmente del Medio Oriente no solo queda ahora en entredicho, sino que tendrá que volver a involucrarse activamente, con la probabilidad de cambios geopolíticos profundos.

Si en el anterior enfrentamiento directo hubo incentivos para contenerse por ambas partes, ahora la verdad es que hay poco margen en ese sentido. Israel cruzó una línea que no tiene vuelta atrás. Irán solo podría contenerse o recular si su régimen amenaza con caer.

Mientras la región avanza hacia una guerra sangrienta y que puede arrastrar a varios estados, con el rol estelar de Israel bajo la dirección de su primer ministro Netanyahu, se están generando otros efectos y movimientos que hay que observar. China y Rusia han declarado su apoyo a Irán y su condena a la agresión israelí. Mientras China está preocupada por su suministro de petróleo (un porcentaje importante del abastecimiento de crudo se origina y transita por el Golfo Pérsico y el estrecho de Ormuz), Rusia arriesga quedarse sin drones iraníes, los que han sido fundamentales en su esfuerzo de guerra contra Ucrania.

En el plano nuclear, existe gran preocupación que la destrucción de las instalaciones iraníes genere fugas radioactivas y otros graves efectos, que, de ocurrir, tendrán impacto mucho más allá de Irán.

Bajo Erdogan, Turquía ha ahondado su distancia con Israel, tildando a este país y a su actual gobierno como un elemento que impulsa conflictos en la región. Esto refleja la creciente rivalidad entre ambos países, lo que tiene implicancias en Siria. Israel está sumando un potencial poderoso enemigo a sus tradicionales rivales árabes y al propio Irán. Turquía, por razones históricas, nunca estuvo alineada con los principales países árabes, pero la conducta israelí está generando cambios en esa dinámica, lo que podría acentuar el aislamiento de Israel en la región, y su seguridad en el mediano plazo.

Otra consecuencia de esta guerra en desarrollo es el desvío de la atención de lo que está sucediendo en Gaza, donde probablemente seguirá más impunemente la masacre de civiles y empeorarán sus condiciones, incluyendo la hambruna inducida.

Finalmente, en el mismo Israel Netanyahu extiende su gobierno y control, amparado en las continuas emergencias derivadas de las guerras que ha estado impulsando. La democracia israelí ha seguido erosionándose y queda en evidencia su incapacidad para siquiera frenar a su gobernante en esta fuga hacia adelante en materia bélica.

Benjamín Netanyahu ya se ha ganado un lugar en la historia. Cuando se revise su legado, este estará marcado por las guerras que ha impulsado y sus horribles efectos, que lejos de ayudar a la paz y otorgar más seguridad a su país como él cree, comprometen su futuro. Las victorias y audaces operaciones de hoy pueden ser el germen de un amargo mañana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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