Publicidad
A 80 años de Hiroshima y Nagasaki, la amenaza nuclear sigue vigente Opinión Archivo

A 80 años de Hiroshima y Nagasaki, la amenaza nuclear sigue vigente

Publicidad
Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
Ver Más

Quizá la mayor lección de Hiroshima y Nagasaki es que basta con que una sola bomba estalle para cambiar la historia. Hoy, esa posibilidad ya no parece una locura, sino una amenaza tangible.


El 6 y el 9 de agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos. Más de 200 mil personas murieron en cuestión de días, muchas de ellas civiles, y otras tantas vivieron el resto de sus vidas marcadas por la radiación. Ocho décadas después, ese horror no ha vuelto a repetirse. Y, sin embargo, la amenaza nuclear parece hoy más vigente que nunca.

La Guerra Fría trajo consigo una carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética que dejó como legado un arsenal combinado de más de 60 mil armas nucleares a fines de los años 80. Desde entonces, los tratados de desarme y las reducciones bilaterales han disminuido esa cifra, pero el peligro no ha desaparecido.

Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), al 1 de enero de 2025 el arsenal nuclear global ascendía a 12.241 cabezas nucleares, de las cuales 9.614 estaban en stock militar disponible para uso potencial. De ese total, cerca de 3.912 estaban desplegadas en misiles o aviones, y alrededor de 2.100 se mantenían en estado de alerta operativa alta, la mayoría bajo control de Estados Unidos o Rusia.

Pero el temor hoy no radica solo en la cantidad, sino en el contexto geopolítico. La invasión rusa a Ucrania, iniciada en 2022, marcó un punto de inflexión. Desde los primeros meses del conflicto, el Kremlin recurrió a la amenaza velada (y en ocasiones explícita) del uso de armas nucleares tácticas como medida disuasiva ante el apoyo occidental a Kiev. De hecho, en septiembre de 2022, el presidente Vladimir Putin declaró que “Rusia utilizará todos los medios a su disposición para proteger su integridad territorial”. Y en junio de 2023, Moscú confirmó el despliegue de armas nucleares en Bielorrusia.

A ello se suma la creciente actividad de Corea del Norte, bajo el mando de Kim Jong-un, que ha intensificado su programa de misiles balísticos con una notable agenda de pruebas desde comienzos del año. De hecho, en enero pasado, Pyongyang lanzó un nuevo misil hipersónico de alcance intermedio capaz de recorrer unos 1.500 km, alcanzando altitudes cercanas a los 100 km y velocidades de Mach 12, según la agencia estatal KCNA.

El sur de Asia tampoco ha sido ajeno a la escalada. India y Pakistán ambos con capacidad nuclear desde fines de los años 90 protagonizaron un grave incidente en febrero de este año, cuando tropas paquistaníes y fuerzas indias intercambiaron fuego de artillería en la región de Cachemira tras un atentado terrorista en Pulwama. Si bien el enfrentamiento no pasó de los tres días y no involucró armamento estratégico, bastó para poner a los dos países al borde de una catástrofe.

Pero el caso más reciente y dramático fue la llamada Guerra de los 12 Días, iniciada el 10 de abril de 2025, cuando Israel y Estados Unidos lanzaron una ofensiva aérea conjunta contra instalaciones nucleares de Irán en Natanz, Fordow y Arak. La operación buscó frenar lo que los servicios de inteligencia occidentales consideraban el tramo final del programa iraní para construir una o más armas nucleares. Si bien Teherán respondió con misiles contra Israel, la guerra no escaló a un conflicto regional total. Sin embargo, dejó claro que el umbral nuclear sigue siendo un detonante de guerras preventivas.

Así, a 80 años de Hiroshima y Nagasaki, el mundo vive un nuevo ciclo de tensión nuclear. No es solo el recuerdo de lo que ocurrió en 1945 lo que debe conmovernos, sino el hecho de que los mecanismos de disuasión, control y diplomacia que durante décadas evitaron un nuevo uso del arma nuclear están hoy debilitados. Un ejemplo de eso es que el Tratado de No Proliferación (TNP) sufre una lenta erosión, mientras potencias emergentes o regímenes autoritarios desafían sus límites.

Lo más inquietante es que, en este siglo XXI, no se trata ya de una amenaza lejana o abstracta. En múltiples regiones del planeta el Este de Europa, el Golfo Pérsico, el noreste asiático o el sur de Asia la opción nuclear ha vuelto a la mesa de juego. Y cada crisis suma un nuevo ingrediente a un cóctel de incertidumbre.

Quizá la mayor lección de Hiroshima y Nagasaki es que basta con que una sola bomba estalle para cambiar la historia. Hoy, esa posibilidad ya no parece una locura, sino una amenaza tangible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad