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Recomponer lo común, relegitimar lo político Opinión

Recomponer lo común, relegitimar lo político

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No se trata solo de rediseñar reglas, sino de reconstruir confianzas, cuidar las instituciones y volver a hacer de la política un espacio que convoque, porque solo cuando la política vuelve a importar, la democracia puede volver a construir.


En democracia no basta con que las reglas estén escritas para que se cumplan. Según Max Weber, deben ser reconocidas por las personas como justas, razonables y eficaces. La legitimidad se sostiene en la convicción de que quienes ejercen autoridad, lo hacen de manera legítima y con sentido de justicia. Esa creencia es lo que permite que la política canalice los conflictos y evite que se transformen en rupturas institucionales.

En Chile, esa confianza se ha ido perdiendo. Según datos del Banco Mundial (2023), se ha visto una caída sostenida en los últimos años en el indicador de eficiencia del gobierno chileno, que mide la calidad de los servicios públicos, la independencia del servicio civil y la capacidad de implementar políticas. Además, la OCDE (2024) indica que solo el 24% de los chilenos declara confiar en los funcionarios públicos, muy por debajo del promedio de esos países, que alcanza el 45%.

Sin embargo, en 2024, 201 (de 204) servicios públicos recibieron el 100% del bono de desempeño. ¿Por qué, si se premia el “buen desempeño”, la desconfianza sigue creciendo? ¿Es solo un tema de ineficacia o hay otros factores en juego, como la percepción de abuso o falta de conexión entre los logros internos del Estado y la experiencia cotidiana de las personas? La desconfianza y la percepción de mal funcionamiento se retroalimentan y, juntas, han ido erosionando la legitimidad de lo público.

Lo que está en juego no es solo la eficacia de las instituciones, sino el sentido mismo de lo político como una herramienta útil para mejorar la vida de las personas. ¿Se recupera la confianza solo mejorando la eficacia? ¿O hay algo más profundo en la construcción de confianza, que tiene que ver con la justicia, la representación y el respeto?

La eficacia es clave, pero no suficiente. Cuando el vínculo entre ciudadanía y Estado se debilita, la autoridad se convierte en mera administración o en imposición, y las personas optan por retirarse o desobedecer. Este desgaste es el resultado de un proceso acumulado de desconexión, alimentado por la percepcion de que lo público no responde ni escucha.

¿Qué fue lo que descompuso lo común y deslegitimó la política? Más allá de las cifras, lo que ha dañado el espacio compartido es la suma de ineficacia, desconexión y una política que a veces parece girar en torno a sí misma, más preocupada de sus propios códigos que de los problemas reales de los ciudadanos. La pérdida de sentido de lo común surge cuando las instituciones se sienten lejanas y la política se percibe como irrelevante, capturada o incapaz de mediar.

Desde Pivotes proponemos comenzar con un nuevo régimen de empleo público, que regule de forma clara el ciclo laboral completo de un funcionario: ingreso por mérito, desarrollo profesional, evaluación de desempeño y salida. Esto es solo un primer paso, pero permite fortalecer la profesionalización y la responsabilidad en el Estado, de modo que los equipos estén realmente en condiciones de responder a la ciudadanía.

Proponemos también la creación de un estatuto especial para funcionarios de confianza política y ajustar la causal de pérdida de confianza en altos directivos, para fortalecer la estabilidad en esos cargos sin renunciar a la responsabilidad política. Sabemos que estas reformas no resuelven por sí solas el problema, pero ayudan a recomponer la relación entre Estado y sociedad, devolviendo sentido y credibilidad al trabajo público.

Recomponer lo común no significa eliminar las diferencias, sino construir un espacio compartido donde estas puedan enfrentarse sin romper la convivencia. Relegitimar la política exige reconstruir ese vínculo desde algo más profundo: volver a creer que lo público también es propio y que lo común importa. Es volver a dotar a la política de su capacidad de representar, mediar y guiar hacia el futuro.

No se trata solo de rediseñar reglas, sino de reconstruir confianzas, cuidar las instituciones y volver a hacer de la política un espacio que convoque, porque solo cuando la política vuelve a importar, la democracia puede volver a construir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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