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¿Podría Estados Unidos invadir Venezuela como lo hizo en 1989 con Panamá? Opinión Archivo

¿Podría Estados Unidos invadir Venezuela como lo hizo en 1989 con Panamá?

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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El fantasma de Panamá sobrevuela el Caribe, pero sus lecciones apuntan en otra dirección: las intervenciones relámpago, con rápida decapitación del régimen y bajo costo político, son cosa del pasado.Un intento de invasión a Venezuela tendría un precio económico, militar y diplomático exorbitante.


La presencia de destructores clase Arleigh Burke, además de un submarino nuclear y un grupo anfibio de la Marina de Estados Unidos frente a las costas venezolanas, ha encendido las alarmas en la región. El recuerdo inmediato es la invasión a Panamá en diciembre de 1989, cuando 27 mil efectivos estadounidenses derrocaron a Manuel Antonio Noriega en cuestión de días. ¿Es Venezuela un escenario comparable? ¿Podría Washington repetir la fórmula?

La comparación resulta tentadora, pero engañosa. El profesor Michael Shifter, de la Universidad de Georgetown y expresidente del Inter-American Dialogue, lo resumió con claridad en una reciente entrevista con Foreign Policy: “Venezuela no es Panamá. Su tamaño, población, fuerzas armadas y entorno internacional hacen que un escenario similar sea mucho más costoso y riesgoso para Estados Unidos”.

En Panamá, EE.UU. contaba con tropas ya desplegadas en las bases de Howard y Albrook, y enfrentó a unas Fuerzas de Defensa reducidas, de apenas 15 mil hombres. En Caracas, en cambio, el régimen de Nicolás Maduro dispone de unos 120 mil efectivos regulares, reforzados por centenares de miles de milicianos, que podrían transformarse en una fuerza insurgente urbana.

El general retirado John Kelly, excomandante del Comando Sur, ha advertido que cualquier operación terrestre en Venezuela “exigiría un número de tropas similar al de Irak en 2003, más de 100 mil efectivos, y un compromiso prolongado”.

Venezuela no solo es más grande que Panamá: es más difícil de penetrar. Desde 2012 ha recibido sistemas antiaéreos rusos S-300VM, capaces de interceptar blancos a 200 kilómetros de distancia. Para neutralizarlos, Washington tendría que ejecutar una campaña de supresión de defensas con bombarderos furtivos, misiles de crucero Tomahawk y drones de guerra electrónica. “Un golpe quirúrgico es posible, pero la ocupación sostenida de un país con 28 millones de habitantes es otra cosa”, ha señalado Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano, en Caracas.

Además, a diferencia de 1989, Estados Unidos no tiene bases militares dentro del territorio venezolano. Los puntos más cercanos son la Base Aérea de Soto Cano en Honduras, instalaciones en Puerto Rico y el acceso limitado a Aruba y Curazao. Un puente aéreo o marítimo para una operación de gran escala sería complejo, lento y visible, reduciendo el factor sorpresa que caracterizó a Panamá.

Si en 1989 el presidente George H. W. Bush justificó la acción alegando la necesidad de proteger a ciudadanos estadounidenses y restaurar la democracia panameña, hoy el panorama es más complicado. El derecho internacional y la opinión pública latinoamericana limitan los márgenes de acción.

En Estados Unidos, además, el presidente necesita sortear la War Powers Resolution, que limita a 60 días cualquier despliegue militar sin autorización del Congreso. Si bien la Casa Blanca ha elevado la retórica y duplicado la recompensa por la captura de Maduro a US$50 millones, el Congreso se muestra dividido y reacio a autorizar una nueva aventura militar.

Entonces, ¿qué podemos esperar? Varios expertos coinciden en que lo más factible es un despliegue de presión militar sin llegar a una invasión total. Ataques de precisión contra instalaciones clave, operaciones cibernéticas para paralizar redes de mando y presión naval sostenida en el Caribe forman parte de un guion ya conocido. Incluso, es mucho más factible que alguien decida traicionar a Maduro y entregarlo a EE.UU. a cambio de la millonaria recompensa.

“No se trata de entrar a Caracas con marines como en Ciudad de Panamá, sino de mantener al régimen bajo constante asedio y mostrar músculo a la región”, sostiene Evan Ellis, analista del U.S. Army War College.

Maduro, consciente de sus debilidades, ha respondido con el despliegue de más de 4,5 millones de milicianos y 15 mil soldados adicionales en la frontera con Colombia, en un gesto más propagandístico que real. Pero la asimetría de poder es evidente.

En efecto, el fantasma de Panamá sobrevuela el Caribe, pero sus lecciones apuntan en otra dirección: las intervenciones relámpago, con rápida decapitación del régimen y bajo costo político, son cosa del pasado. Hoy, un intento de invasión a Venezuela tendría un precio económico, militar y diplomático exorbitante. Estados Unidos puede golpear, disuadir y presionar, pero no ocupar.

La historia no se repite con la misma facilidad. Venezuela no es Panamá, y Nicolás Maduro no es Manuel Antonio Noriega.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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