
Censo 2024: cifras rompen el mito de que “en Chile no hay negros”
El Censo 2024 es más que un registro estadístico: devuelve la imagen de una parte del país borrada durante siglos. En tiempos de odio, recuerda que existir en los datos es inseparable de existir con derechos.
El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó resultados preliminares del Censo 2024, que por primera vez incluyó una pregunta sobre autoidentificación racial de personas negras. El resultado es contundente: 174.900 personas se reconocen como afrodescendientes, un 0,94% de la población. Aunque pueda parecer menor, rompe un silencio estadístico que durante décadas alimentó la idea de que “en Chile no hay negros”.
La distribución territorial confirma lo que las comunidades sabían: la Región de Arica y Parinacota concentra la mayor proporción (78.772 personas), muchas del Pueblo Tribal Afrodescendiente Chileno, descendientes de la trata transatlántica. Pero la presencia se extiende más allá del norte. En la Región Metropolitana destacan autodenominaciones como afrochilenos/as (39.188), negros/as (14.070), morenos/as de Azapa (9.677) y negros/as de la Chimba (3.889). Estas identidades expresan historias familiares y territoriales. Sin embargo, preocupa que 110.391 personas no respondieran la pregunta, lo que puede reflejar miedo, racismo interiorizado o desconfianza estatal, sugiriendo que la cifra real sea aún mayor.
La inclusión de esta pregunta fue resultado de años de lucha de organizaciones como Oro Negro, Lumbanga, Luanda y Kilombo Negrocentricxs, que han denunciado la invisibilización histórica y el racismo estructural. Desde la “chilenización” forzada en el norte hasta la extranjerización automática de cuerpos negros, el Estado omitió sistemáticamente su reconocimiento. Solo en 2019 se reconoció oficialmente al Pueblo Tribal Afrodescendiente Chileno, y recién ahora se cuenta con datos nacionales.
Nuestro trabajo ha sido clave, por ejemplo la campaña “Orgullosamente afro”, la que culminó con el lanzamiento de un libro con el mismo nombre.
Estos datos tienen un peso político ineludible. En un escenario donde candidaturas de ultraderecha criminalizan a la migración negra e indígena, contar con cifras oficiales es un arma contra el negacionismo racial. El censo muestra presencia concreta, distribución, diversidad identitaria y niveles educativos que derriban estigmas, y debe servir para exigir políticas en salud, educación, vivienda y trabajo.
Sin embargo, los números no bastan: sectores reaccionarios pueden usarlos para reforzar prejuicios. Por eso es necesario acompañarlos con una narrativa que afirme que la dignidad no depende del tiempo en el territorio, sino de la igualdad de todas las personas.
Otros países ofrecen ejemplos: en Brasil, desde 2003 es obligatoria la enseñanza de historia y cultura africana, y el racismo es un crimen imprescriptible. Chile está lejos de eso, pero este censo abre la posibilidad de exigir contenidos antirracistas en la educación, programas de salud con pertinencia cultural, acceso laboral equitativo y combate a la violencia racial.
El Censo 2024 es más que un registro estadístico: devuelve la imagen de una parte del país borrada durante siglos. En tiempos de odio, recuerda que existir en los datos es inseparable de existir con derechos. El desafío es transformar esos números en políticas y esas políticas en justicia racial.
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