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Una mirada intergeneracional para diseñar un país inclusivo Opinión

Una mirada intergeneracional para diseñar un país inclusivo

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Antonia Bordas Coddou
Por : Antonia Bordas Coddou Geógrafa y asesora Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI).
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Enfrentar el envejecimiento poblacional no es solo un desafío social, sino una oportunidad para rediseñar nuestra sociedad.


El envejecimiento poblacional en Chile es una realidad que necesita una transformación en nuestras ciudades, comunidades, servicios y relaciones sociales. En menos de dos décadas, las personas mayores de 60 años superarán a la población menor de 15, un cambio demográfico que impacta todas las estructuras sociales. Ya no podemos seguir con un enfoque asistencialista que mira a la vejez solo como dependencia o fragilidad.

Necesitamos un cambio de paradigma, dejando de “atender” a las personas mayores para crear condiciones que les permitan participar plenamente en la sociedad, viviendo con autonomía, salud y dignidad. Para lograr esto, debemos actuar en tres frentes: política pública, infraestructura y cultura.

La política pública debe pasar de la teoría a la acción concreta. Nuestro país tiene estudios en torno a este tema, además de estar alineado con compromisos internacionales como el Decenio del Envejecimiento Saludable de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, falta la voluntad para implementar medidas efectivas. Es crucial impulsar planes de movilidad accesible, apoyar la reconversión de viviendas y barrios, crear sistemas de apoyo comunitario y garantizar la inclusión económica de las personas mayores.

El país necesita adaptar su infraestructura a la nueva realidad demográfica. Nuestras ciudades fueron diseñadas para una población joven, activa y homogénea. Ahora, se requieren espacios públicos inclusivos, calles seguras, transporte accesible, centros de salud integrados, viviendas adaptables y servicios de cercanía. En lugar de construir nuevo, se puede reconvertir la infraestructura existente, transformando espacios subutilizados en centros de encuentro o actividades intergeneracionales. Este enfoque, alineado con propuestas como la de Cities Alive: Designing for Aging Communities de ARUP, demuestra que lo que mejora la vida de una persona mayor beneficia a toda la comunidad, desde niños hasta personas con discapacidad. La inclusión urbana es un beneficio colectivo.

Pero quizás el cambio más profundo es el cultural. Vivimos en una sociedad que a menudo invisibiliza o subestima la vejez, valorando lo joven y lo rápido. Debemos avanzar hacia una cultura que reconozca el valor y el aporte de todas las edades y, en especial, de las personas mayores para el futuro del país. Esto implica repensar su rol en el trabajo, creando mecanismos como adaptaciones laborales, formación continua y modelos de empleo flexible. También es fundamental educar a todas las generaciones para derribar prejuicios y construir una convivencia intergeneracional más justa y equitativa.

Enfrentar el envejecimiento poblacional no es solo un desafío social, sino una oportunidad para rediseñar nuestra sociedad. Se trata de construir un país donde vivir más años no signifique marginalidad, sino la posibilidad de seguir siendo una parte activa y valiosa de la comunidad. El problema no es el envejecimiento, sino la falta de acción. Es hora de dejar de verlo como un “tema de futuro” y reconocerlo como uno de los mayores desafíos y oportunidades del presente.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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