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Con desempleo neoclásico, qué no hacer Opinión

Con desempleo neoclásico, qué no hacer

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Guillermo Larraín
Por : Guillermo Larraín Economista, Facultad de Economía y Negocios Universidad de Chile
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Este deterioro del mercado del trabajo requiere atención prioritaria. Parte del problema es de bajo crecimiento, pero parte también se debe a políticas laborales. La evidencia la dio el Banco Central.


Es entendible que a algunas autoridades no les guste que un mal resultado se asocie a una política impulsada con buenas intenciones. Desgraciadamente ocurre seguido, como ahora con el desempleo. Más que decir que uno no está de acuerdo, hay que entender qué falló en el diseño, remediar y en ningún caso agravar el problema una vez que fue develado.

En su último IPoM, el Banco Central hizo un detallado diagnóstico del mercado del trabajo. La evidencia que presenta solo es compatible con una interpretación neoclásica del desempleo. Es difícil para un neokeynesiano reconocerlo, porque no siempre el desempleo tiene raíces neoclásicas. Esta vez, sí.

El desempleo neoclásico está causado por rigideces que hacen que no todos los interesados en trabajar obtengan trabajo. Una rigidez tradicional de esta línea de pensamiento es el salario mínimo o regulaciones excesivas que impidan a las empresas organizar adecuadamente su actividad.

La evidencia chilena e internacional descarta que los incrementos en el salario mínimo sistemáticamente causen desempleo. En Chile mientras el desempleo caía de manera estructural, el salario mínimo creció entre 1990 y 2018 al 4,1% real anual, mientras que los salarios agregados lo hicieron al 2,8%.

Los shocks de desempleo en ese período fueron todos shocks externos: crisis asiática en 1998-99 (11,8%), crisis financiera 2008-09 (10,8%) y COVID 2020-21 (13,1%). En todos los casos la recuperación en la tasa de desempleo fue más lenta que el brusco incremento inicial. Es muy difícil argumentar que, en esos períodos, el salario mínimo haya causado el desempleo.

Hoy en eso la evidencia indica que sí.

El Banco Central nos recuerda que entre mayo de 2023 y enero de 2025 el salario mínimo subió 17,5% en términos reales, a lo que hay que agregar el incremento de costos que significa la reducción en la jornada laboral. En el contexto de una economía que en ese período ha crecido un 5,3% real, es casi imposible que haya habido ganancias de productividad que compensen esos mayores costos. La probabilidad de que estos factores expliquen el incremento en el desempleo es altísima.

El enfoque neoclásico, además, tiene dos predicciones adicionales que se ven ratificadas por la evidencia. Primero, los salarios crecen un 4,8% más en empresas donde la prevalencia de contratación de salario mínimo es mayor. Usted dirá “buena noticia”. Claro, para esos trabajadores es buena noticia. El problema es que, en segundo lugar, las empresas que más pagan el salario mínimo dejan de contratar trabajadores no calificados.

Así, el mercado laboral se “dualiza” entre aquellos que tienen empleo en empresas que pueden pagar salarios iguales o superiores al mínimo, y el resto de los trabajadores quedan con empleos formales de baja productividad, informales o desempleados.

Ahora, que nadie saque cuentas alegres, porque el problema no es solo de este Gobierno. El deterioro del mercado del trabajo comenzó mucho antes. En 2014 la tasa de desempleo nacional estaba en torno al 6,6% y desde entonces ha crecido lenta pero sostenidamente hasta el 8,7% actual. Estamos hablando del agravamiento del fenómeno de desempleo en los últimos años.

Este deterioro del mercado del trabajo requiere atención prioritaria. Parte del problema es de bajo crecimiento, pero parte también se debe a políticas laborales. La evidencia del Banco Central es que el salario mínimo y la legislación de 40 horas son, con alta probabilidad, causas importantes del mayor desempleo. A esto hay que agregar ahora la secuencia futura de incrementos en los costos laborales por la cotización nueva de pensiones.

El corolario para la discusión presidencial es clara: no comprometer medidas que profundicen y consoliden este desempleo como un fenómeno estructural. Aumentar costos laborales y rigidizar mecanismos de contratación acentuarán la dualización del mercado laboral y dañarán a los trabajadores más vulnerables. La propuesta de ingreso vital puede ser el caso.

Estimaciones simples sugieren que el ingreso vital de 750 mil tiene un costo entre 1,4% y 2,1% del PIB al año en régimen. Si se cargara esto a los salarios, el daño al mercado del trabajo sería gigante. Si se hiciera con deuda, el costo fiscal es inmanejable. Si se hace con impuestos a las empresas grandes, se exacerba el relativo alto impuesto que estas pagan.

Falta el crecimiento económico, pero no basta con prometerlo. La hoja de cálculo da para mucho. Son necesarias dos condiciones. Primero, tiene que ser creíble. Incrementar aún más costos laborales que han subido desmedidamente contradice la promesa. Segundo, con mayores costos laborales, el eventual crecimiento será más intensivo en capital y sustituidor de trabajo. En plena revolución de la IA y la robótica, este efecto debe ser considerado con mucha seriedad por las políticas públicas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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