
Parisi, de la sonrisa sobreactuada al país de los abrazos
La versión Parisi 2025 es, definitivamente, una versión que de centro –como se autodefinía hace cuatro años– no le queda nada. Sin duda, Franco Parisi es el cuarto candidato de derecha este año.
No se puede negar que Franco Parisi es un hombre de un ego superior, al que no le entran balas. Mantiene una sonrisa imperturbable, independientemente de lo que le digan o respondan, que pareciera denotar que no está escuchando a quien tiene al frente. En el despliegue de su campaña ha planteado ideas delirantes –como esa de los 10 barcos cárceles– y prometido cambiar de manera radical el país, todo en tiempo récord.
La diferencia entre Parisi 2021 y Parisi 2025 es que ha contado con una ventaja: estar presente en Chile, luego de haber instaurado un récord Guinness al postular a la Presidencia de nuestro país desde Estados Unidos, debido a una prohibición de ingreso por no pago de la pensión alimenticia de sus hijos. Hoy, cuando le preguntan por esa situación –que resolvió pagando en más de 300 cuotas a sus propios hijos…–, el candidato responde que no se refiere al caso porque hay menores de edad involucrados. Transparencia cuando conviene.
Parisi es un hombre al que le gusta hablar con ejemplos y analogías, después de todo, fue profesor universitario en Chile –en la FEN de la U. de Chile– y también en una universidad norteamericana que tuvo que abandonar por acusaciones de acoso sexual a algunas alumnas. En su defensa el presidenciable, con su ya típica sonrisa sobreactuada que a ratos parece que fuera Kramer imitando a Franco Parisi, argumentó: “¿Quién alguna vez no se enamoró de su profesor?”.
Otra diferencia con la campaña virtual de 2021 es que hace cuatro años el PDG, literalmente su partido, tenía una orgánica que le significó ese año obtener una bancada de siete diputados. Hoy, la colectividad no cuenta con parlamentario alguno. Fueron renunciando de a uno o expulsados personalmente por Parisi. También el candidato presidencial se peleó con su examigo y con quien fundo la colectividad, Gino Lorenzini. Definitivamente, el Partido de la Gente en 2025 es Franco Parisi y pare de contar.
Pero por supuesto que el economista es un tipo relativamente hábil. La desintegración del PDG y la falta de otros rostros que proyectaran un movimiento político, lo llevaron a realizar una de las alianzas más extravagantes de este año. Se asoció con Pamela Jiles y la pareja de esta –“el abuelo”–. La diputada, que partió en la extrema izquierda luchando contra la dictadura, luego migró a los humanistas, para terminar votando con la derecha y enfocada en una sola iniciativa parlamentaria: los retiros.
Aceptó la oferta de Parisi para ella y “el abuelo”, para ir como candidatos al Parlamento. Lo sorprendente es que fue la propia Jiles quien hace unos años presentó una iniciativa parlamentaria –secundada por Marisela Santibáñez– para impedir que los “papitos corazón”, es decir, quienes no pagan la pensión de sus hijos, pudieran ocupar cargos de elección popular.
Esto no solo permite entender por qué los parlamentarios son el estamento menos confiable de todas las instituciones chilenas, sino que también hay algo más grave: Pamela Jiles señaló en una entrevista que no recordaba la iniciativa y que, además, ella no tenía por qué dar cuenta de sus cambios de opinión.
Las propuestas del presidenciable requieren contar con una fuerza importante en el Congreso –que el PDG no tiene y tampoco obtendrá en noviembre– y varias de ellas ya han sido descartadas por el Parlamento, como la creación de una policía municipal, que cuenta con la fuerte oposición de Carabineros. Pero también están las propuestas que suenan bien para la galería, pero generan dudas respecto de qué tipo de profesionales podrán interesarse en lo público, como la iniciativa de poner techo al sueldo de las altas autoridades del Estado en 5 millones de pesos.
En la línea de populismo puro están eliminar el IVA a los medicamentos y la reducción de ministerios, entre otros. Claro que su programa no solo se parece, sino que es casi idéntico a los que ha planteado la derecha en distintos países del mundo. La versión Parisi 2025 es, definitivamente, una versión que de centro –como se autodefinía hace cuatro años– no le queda nada. Sin duda, Franco Parisi es el cuarto candidato de derecha este año.
En el debate de la semana pasada, buscó proyectar el relato de que él está en medio de los “comunachos” y los “fachos”, utilizando para ello un tono agresivo y descalificador, especialmente con Jara y Matthei. Incluso mantuvo esa sonrisa que pareciera no considerar a quien tiene al frente, hasta que se desfiguró cuando Kaiser lo interrumpió en el momento en que afirmaba que él no pertenecía a la clase política: “Franco, con respeto, pero esta es tu tercera elección, tú no eres ajeno al mundo político, tienes un partido político, eres parte del sistema político”.
Aunque el eje central del programa de gobierno de Franco Parisi apunta a la seguridad, control del narcotráfico y migración –al igual que sus otros siete competidores–, el economista intentó conectar emocionalmente con las personas en situación más vulnerable, relatando una visita a la población La Legua en que había quedado afectado al ver esa realidad, sin embargo –mirando a la cámara, como cuando Lagos levantó el dedo–, y demostrando falta de empatía y conocimiento de la realidad, remató diciendo que la gente no se le había acercado a pedirle casa o comida, sino a pedirle abrazos.
Puede ser que haya muchos chilenos que tengan la expectativa de que cada cuatro años vaya un candidato presidencial a darles aliento o un abrazo, pero me imagino que la gran mayoría de las casi 18 mil personas que viven en La Legua (Emergencia, Nueva y Vieja), donde el 74% de los hogares pertenece al primer quintil, esperan que un candidato les pueda dar esperanzas de una vida mejor, de un trabajo digno –el 30% está desempleado en esa población de Santiago–, por supuesto de una casa –el 68% es allegado– e, incluso, de una canasta de comida.
Este país ha vivido las últimas dos décadas con una clase política que nos ha prometido cambios, la transformación total, nueva Constitución, borrón y cuenta nueva, el fin de la delincuencia, de la migración ilegal. Sin embargo, no hay nada, nada, que reemplace a la empatía. Y, claro, aunque importantes, la gente no come ni paga las cuentas con abrazos. Pero en tiempos de elecciones podemos esperar cualquier cosa de algunos candidatos.
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