
Repensando nuestra política militar
Nuestro Gobierno ha identificado la gravedad de esta subordinación, impulsando una mayor diversificación de países proveedores, que en el caso de la Armada se observa en la nueva destinación para 2026 de un agregado naval en nuestra embajada en Japón.
En el Mes de la Patria los chilenos nos sentimos orgullosos observando la gallardía de nuestros soldados y los modernos sistemas de armas que hemos podido financiar. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar sobre las debilidades de nuestra política militar, inferidas por exigencias geopolíticas de vendedores hegemónicos no confiables que se permiten restringir arbitrariamente nuestros legítimos requerimientos de sistemas de armas que no sean de su interés global y que nos recuerdan la enmienda Kennedy, impulsada por Estados Unidos (USA) en 1976, y sus graves efectos para la crisis vecinal con Argentina de 1978.
Vulnerabilidades de nuestro equipamiento militar
En este escenario mundial en que las potencias solo buscan alianzas para proteger sus intereses, lamentablemente nuestro país se encuentra atrapado por su dependencia de la falta de diversificación de nuestros proveedores de armas, según se puede comprobar con algunos ejemplos relevantes, tales como:
Ejército: en la actualidad el equipamiento pesado de tanques y vehículos acorazados proviene principalmente de Alemania (en modernización por Turquía) y sus helicópteros medianos desde Francia, con algunos sistemas provenientes de USA, como los obuses autopropulsados M109 de 155 mm, transportes de tropas M113 y helicópteros livianos, además de drones, lanzacohetes, cañones, misiles antitanques, fusiles y sistemas electrónicos, entre otros suministros, de origen israelita y de diversos otros proveedores.
De esta síntesis de nuestro equipamiento terrestre podemos estimar una dependencia de USA de alrededor de un 30% de nuestras capacidades militares actuales y de un 10% adicional proveniente de Israel.
Armada: sus buques principales (fragatas y submarinos) provienen de Europa, con la excepción de dos fragatas clase Perry de diseño USA y compradas usadas a Australia, que incorporan electrónica, tecnologías y misiles provenientes de Estados Unidos y de otros países, como también ocurre para los aviones de reconocimiento naval Orion P-3 ACH de fabricación USA y Persuader C-295 ACH, fabricados en España con motores de EE.UU.
En el caso de la Infantería de Marina se adquirieron vehículos blindados Stryker, de origen estadounidense y comprados usados a Nueva Zelanda. Una excepción destacable de nuestra marina es la fabricación en Chile, con equipamiento extranjero, de diversos buques, tales como cuatro patrulleros de alta mar, un rompehielos y de dos próximos buques plataformas anfibios.
De esta síntesis, de nuestro equipamiento naval podemos estimar una dependencia de USA de alrededor de un 30% de nuestras capacidades actuales.
Fuerza Aérea: todos sus aviones de combate (F16 y F5) provienen de USA, con importantes restricciones mediante códigos de activación para sus misiles de largo alcance AIM-120 AMRAAM y bombas guiadas JDAM. Además, son del mismo origen los aviones de reabastecimiento de combustible (KC135-E y KC130H) e, incluso, sus aviones Super Tucano de instrucción avanzada, provenientes de Brasil, utilizan motores fabricados en Canadá por una empresa de USA. Respecto de los aviones de alerta temprana Boeing E-3 Sentry, ellos fueron comprados usados al Reino Unido, pero su origen es EE.UU.
En el caso de los aviones de transporte pesados, los recordados Hércules, también provienen de USA, como los helicópteros Black Hawk y Bell, sus transportes ejecutivos Gulfstream, sus sistemas antiaéreos Nasams provenientes de Noruega –con misiles de USA– y los radares de larga distancia. Tampoco escapa de esta situación la fabricación en Chile de aviones de instrucción básica Pillán II, con motor proveniente de Estados Unidos y otros componentes de diversos proveedores. Los drones Hermes 900 y misiles aire-aire Python provienen de Israel.
De esta síntesis de nuestro equipamiento aéreo, podemos estimar una dependencia de USA de alrededor de un 80% de nuestras capacidades actuales.
Algunas conclusiones
Para completar esta evaluación de nuestras vulnerabilidades militares, debemos considerar que para la muy importante instrucción también existe una fuerte cercanía e influencia de USA en todas las ramas militares, lo que se muestra en diversos ejercicios comunes, tales como Estrella Austral, Southern Vanguard y Southern Fenix, en las maniobras navales Rimpac, actualmente una preparación para “cazar” chinos, y en las operaciones Unitas en aguas del hemisferio occidental, como también en periódicos juegos de guerra con aviones de la Guardia Nacional Aérea de Texas.
Afortunadamente, nuestro Gobierno ha identificado la gravedad de esta subordinación, impulsando una mayor diversificación de países proveedores, que en el caso de la Armada se observa en la nueva destinación para 2026 de un agregado naval en nuestra embajada en Japón, que entre otras funciones nos permitirá conocer el desarrollo de las nuevas fragatas clase Mogami.
Sin embargo, ello no es suficiente, si observamos los videos de televisión de la guerra Rusia-Ucrania que muestran cómo un simple dron de menos de cinco mil dólares puede destruir un tanque Leopard 2A6 (similar a los nuestros) que cuesta varios millones de dólares, lo que revela que los incipientes desarrollos nacionales descritos resultan iniciativas obsoletas respecto a la irrupción de vehículos no tripulados.
De los antecedentes expuestos surge la imperiosa necesidad de repensar nuestra política militar, partiendo por un programa de recuperación de las capacidades de nuestra Fuerza Aérea, que nos permita superar parte importante de sus debilidades actuales con la incorporación de enjambres de drones de combate (UCAV), posibles de financiar con los restringidos presupuestos fiscales actuales.
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