
La no infalibilidad del Banco Central
En consecuencia, resulta del todo pertinente y hasta recomendable poner en entredicho la infalibilidad del BC, puesto que nunca es bueno que una institución autónoma y de naturaleza técnica esté en el centro de estos debates, con un fuerte componente político.
La infalibilidad es un atributo que se le asigna al Papa en tanto dogma de la Iglesia católica que establece que, al hacer un pronunciamiento ex cathedra sobre una cuestión de fe o moral, está protegido de error por el Espíritu Santo y su enseñanza es definitiva e infalible.
Resulta a lo menos pretencioso y absurdo pretender que ese atributo es extrapolable al campo de la economía y, más específicamente, a los pronunciamientos del Banco Central.
La razón es simple e irrefutable. Podemos aceptar que la economía se circunscribe en lo grueso al campo de las ciencias, pero nunca al ámbito de las ciencias exactas.
Una de las razones que fundamenta esta limitación lo constituye el hecho de que todo fenómeno complejo resulta imposible de explicar en una relación unívoca entre causa y efecto.
En economía, si estudiamos la evolución que han tenido las teorías del crecimiento, podemos identificar dos rasgos básicos de esta trayectoria: uno, la creciente mayor complejidad en la explicación de la dinámica económica, a través de la incorporación de nuevos factores y nuevas condiciones económicas (por ejemplo, presencia de competencia imperfecta); y, dos, el cambio de factores promotores del crecimiento desde el ámbito de lo tangible (capital físico) a otro en donde tienen mayor presencia factores menos tangibles, como las externalidades, el conocimiento, la tecnología o el capital humano.
En esta línea, hay buenas razones para seguir el ejemplo en otros campos de la ciencia dura como la física. Oded Galor señala que “en décadas recientes, los físicos han tratado de concebir una ‘teoría del todo’ que ofreciera una explicación coherente sobre cada uno de los aspectos físicos del universo, conciliando así la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad general de Einstein e integrando las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza: gravitatorias, electromagnéticas, nuclear débil y nuclear fuerte”.
Y continúa: “Sus esfuerzos se han guiado por la certeza de que un conocimiento sistemático y más preciso de los aspectos físicos del universo debe basarse en un marco unificado capaz de explicar todos los fenómenos físicos conocidos; cualquier teoría que sea coherente con algunos, pero no todos los fenómenos conocidos, será parcial e, intrínsecamente, incompleta”.
Para seguir en esta digresión, veamos otro ejemplo, esta vez del campo de las matemáticas. Los llamados teoremas de incompletitud del matemático austriaco Kurt Gödel que, como lo señala Benjamín Labatut: “Habían demostrado que si alguien había logrado crear un sistema formal de axiomas que estuviese libre de paradojas y contradicciones, siempre sería incompleto, porque contendría verdades que jamás podrían ser probadas usando las reglas de dicho sistema, aunque su valor de verdad era incuestionable”. Lo que vino a abonar aún más a la precaución que se debe tener acerca de los límites del conocimiento humano.
Dicho lo anterior y con el ánimo de aterrizar esta precaución, ¿significa esto que el Informe Evolución del Mercado Laboral contenido en el último IPoM del Banco Central es invalido per se?
Desde luego que no, toda vez que este advierte que existen distintos elementos para explicar la dinámica del mercado laboral, que no solo incluyen el aumento de costos laborales –producto de las leyes de salario mínimo y reducción de jornada laboral–, sino que el rezago en la recuperación de ciertos sectores intensivos en empleo, y factores más estructurales como cambios demográficos y la adopción de nuevas tecnologías en los procesos productivos son también elementos que pueden estar afectando esta dinámica.
En consecuencia, el punto es otro. De lo que se trata es de entender la complejidad y multidimensionalidad del problema, sin que ello suponga dejar de estudiar y analizar los pesos relativos que puedan tener los distintos factores que influyen en el empleo.
Es más, si son los costos de producción (incluidos los laborales) los componentes más relevantes que explican un mayor desempleo, entonces haríamos bien en incorporar en este análisis los efectos de los mayores costos de energía ocurridos en los últimos años.
Al respecto, el precio del litro de petróleo en el período comprendido desde antes de la pandemia al presente a aumentado en un 75%, mientras que la inflación acumulada ha sido del 40%. A su vez, al mismo tiempo que se aplicaban las reformas laborales, las empresas estaban siendo afectadas por un aumento en el costo de la electricidad en un 46% en 2024 y un 20% en 2025.
Reitero, mi intención no es cuestionar la calidad de este informe, sino tan solo relevar la necesidad de agregar más dimensiones que nos ayuden a una mejor comprensión del problema y así contar con mejores insumos para el diseño de políticas de empleo. Sobre todo, atendiendo al hecho de que hay otras dimensiones que sí corresponden al campo de competencias del Banco Central y que fueron omitidas en el recuadro de este IPoM.
Es precisamente aquí donde encuentro los mayores reparos a este informe.
Me llama la atención el nulo análisis del IPoM sobre la evolución de otros componentes de los costos de los bienes y servicios que también afectan a los precios. En efecto, en el IPoM no hay una palabra respecto de la evolución de los costos financieros de las empresas, sobre los cuales sí tiene influencia el BC por el efecto de la TPM sobre la tasa de interés de colocación bancaria de corto plazo, la que afecta al servicio de la deuda empresarial por concepto de capital de trabajo y su impacto en los precios y la inflación.
Asimismo, la evolución del tipo de cambio, sobre el cual el BC también tiene responsabilidad, es un muy importante componente de los costos de producción. El informe no hace mención alguna a ese factor.
Adicionalmente, considerando la elevada inflación anual desde comienzos de 2021 y que en el último año ha comenzado a ceder, tampoco menciona la evolución de otro componente de los precios de bienes y servicios, los que, debido al fortísimo aumento que ha registrado el IPSA durante este Gobierno, podrían tener una alta incidencia en la evolución de la inflación: los márgenes de las empresas.
También resulta discutible la afirmación de que existiría un efecto encadenado entre los aumentos de los costos laborales y los procesos de automatización. En mi opinión, se trata de fenómenos paralelos. La automatización es un proceso que se viene manifestando con mayor significación en el país desde el año 2017 en adelante y que corresponde a un factor estructural e irreversible que dificulto que este jalonado por el valor del salario mínimo.
En consecuencia, resulta del todo pertinente y hasta recomendable poner en entredicho la infalibilidad del BC, puesto que nunca es bueno que una institución autónoma y de naturaleza técnica esté en el centro de estos debates, con un fuerte componente político. Sobre todo, porque esta fuerte controversia no se refiere a sus objetivos –que son velar por el valor de la estabilidad de la moneda y asegurar el normal desenvolvimiento de los pagos internos y externos– sino a que en esta ocasión el BC parece haberse excedido en sus atribuciones, al tomar la iniciativa y opinar sobre el mercado laboral, sin vincular su análisis ni sus conclusiones a su objetivo principal: el control de la inflación.
En síntesis, el BC no fue prudente respecto de la oportunidad de la publicación del referido recuadro, ya que ha estado en el centro de una disputa política.
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