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El salario mínimo y el empleo Opinión

El salario mínimo y el empleo

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Gonzalo Martner
Por : Gonzalo Martner Economista, académico de la Universidad de Santiago.
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Lo que parece estar presente en el informe es sobre todo la interesada postura ideológica según la cual subir los salarios es siempre algo negativo para la economía.


El actual gobierno ha aprobado leyes que han permitido incrementos de las remuneraciones y del salario mínimo nominal de 7,3% en mayo de 2023, de 4,5% en septiembre de 2023, de 8,7% en julio de 2024 y de 2,1% en enero de 2025. Se acumuló así un alza de 24,5% entre abril 2023 y enero 2025, superior al aumento acumulado del IPC de 7,0% durante el mismo período. El índice de remuneraciones del INE —representativo de la evolución de las retribución por hora del empleo formal en las entidades de más de cinco trabajadores— mostró un incremento de 14,2% en ese período.

El Banco Central sostiene que esto habría tenido un impacto negativo en el empleo, lo que la prensa opositora y las campañas de derecha recogen con bombos y platillos. Sin embargo, el propio Informe de Política Monetaria del Banco Central de septiembre señala que el ejercicio que realiza sobre los datos administrativos “no permite estimar efectos agregados del salario mínimo en las variables analizadas. Asimismo, como en otros ejercicios de esta naturaleza, los resultados dependen del contexto macroeconómico particular en que la medida se implementa y no necesariamente son extrapolables a otras situaciones”. Pero luego agrega de manera bastante insólita: “si bien el ejercicio previo permite establecer una causalidad del aumento de los costos laborales en empleo y otras variables, no está diseñado para cuantificar los efectos agregados en el mercado laboral”. ¿El ejercicio permite establecer una causalidad de efectos agregados del salario mínimo en el empleo sin poder cuantificarlos? Es un razonamiento por lo menos extraño.

Luego el IPOM usa para cuantificar este supuesta causalidad un modelo de equilibrio general de tipo ortodoxo (defectuoso, como los de tipo DGSE, pues no considera la heterogeneidad de los agentes y suele calcular elasticidades con un alto grado de arbitrariedad) y señala que “los resultados sugieren que en el período 2022-2025 las medidas legislativas en el agregado habrían aumentado tanto los salarios promedio como la tasa de desempleo. Respecto a los primeros, el efecto en el nivel del salario real ha sido del orden de 1,1%, en promedio durante el período cuando se consideran todas las políticas, y de 0,85% cuando se considera solo el salario mínimo”. Y concluye en materia de efecto sobre el desempleo: “se estima un aumento de hasta 0,3 pp respecto de su nivel de largo plazo”. ¿Un hasta sin desde? Esa no es una presentación honesta del resultado de una estimación. En todo caso, los 0,3 puntos porcentuales como variación máxima estimada serían de bastante poca significación, mientras el aumento salarial es tangible, contribuye a una mayor equidad en la sociedad chilena y tiene efectos positivos en la demanda agregada, cuya variación es determinante en la creación de empleo en el corto plazo.

Lo que parece estar presente en el informe es sobre todo la interesada postura ideológica según la cual subir los salarios es siempre algo negativo para la economía. ¿Cómo no pensar en las sabias palabras del premio Nobel Robert Solow en este tipo de materias? En 1985 afirmó: “Tan pronto como las series de tiempo se vuelven lo suficientemente largas como para ofrecer la esperanza de discriminar entre hipótesis complejas, la probabilidad de que permanezcan estacionarias se desvanece, y el nivel de ruido aumenta correspondientemente. En estas circunstancias, un poco de ingenio y persistencia pueden darte prácticamente cualquier resultado que quieras. Creo que por eso tan pocos econometristas se han visto obligados por los hechos a abandonar una creencia firmemente sostenida. De hecho, algunos de los favoritos de la fortuna han llegado a escribir decenas de artículos empíricos sin sentirse ni una sola vez obligados a reportar un resultado que contradiga sus prejuicios previos”.

Estamos ante una muestra más de lo acertado de la apreciación del padre de la teoría neoclásica del crecimiento.

Lo que en realidad ocurre es que no hay una relación lineal entre mayor crecimiento del empleo y menor crecimiento de las remuneraciones reales o viceversa: pueden crecer a la par o a la inversa habida cuenta de sus múltiples factores determinantes, en medio de inercias más o menos prolongadas. La variación del empleo en el período reciente se explica por las condiciones de interrupción de los procesos de trabajo durante la pandemia y la reestructuración posterior de los sectores más y menos intensivos en trabajo, en medio de diversas perturbaciones internacionales y cambios tecnológicos en curso. En el corto plazo son determinantes las variaciones de las condiciones internas de la demanda (el consumo y la inversión).

Los aumentos de salarios y su impacto en el empleo deben considerar los efectos de equilibrio general en las dinámicas de oferta y demanda de empleo: no son lo mismo aumentos del salario mínimo con o sin aumento de productividad o bien con o sin nuevas economías de escala por incrementos inducidos de la demanda agregada derivados del aumento salarial, y que impactan de manera diferente en los costos unitarios de las empresas y en su capacidad de absorber ese aumento.

El economista Alan Dube (2024) revisó 72 estudios en la materia y concluyó que el efecto medio sobre el empleo es muy modesto. La mayoría de los estudios hasta la fecha sugieren un impacto del salario mínimo sobre el empleo con una estimación mediana de –0,13, lo que sugiere que solo alrededor del 13 % de las posibles ganancias salariales derivadas de aumentos del salario mínimo se ven compensadas por pérdidas de empleo asociadas. Las estimaciones publicadas desde 2010 tienden a estar más cerca de cero.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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