
Toma Dignidad: la crisis de bienestar como territorio
La Toma Dignidad nos presenta una coyuntura para innovar en políticas públicas, pues debemos hacer el doble de esfuerzo para resolver problemas que hoy son el doble de complejos.
El territorio no es solo suelo, terreno o la tierra donde edificamos. Es el espacio donde se entrelazan convivencia, hábitat y relaciones de poder. Es donde se despliega la vida que queremos vivir. Cuando esa vida se ve amenazada, el territorio se convierte en escenario de disputas y conflictos. Eso ocurre hoy en la Toma Dignidad, instalada y desalojada al borde de la quebrada de Macul, en una franja que -alguna vez- fue una cancha y plaza con juegos. Hoy, ese mismo lugar sigue siendo disputado por quienes insisten en no tener otro sitio donde vivir.
Desde el estallido social y la pandemia, más de 700 familias levantaron allí viviendas precarias: casas de material ligero, mal aisladas para el frío y el calor, sin condiciones para resistir incendios, sin los espacios necesarios para sus moradores. Los trabajos informales, el hambre, el frío, la pobreza y la vulnerabilidad forman parte del hábitat de este campamento y de la mayoría de los campamentos en Chile.
La dignidad, en este contexto, no es un eslogan. Es el derecho a vivir sin cuenta regresiva, sin el temor constante al desalojo, sin la amenaza de que el lugar que habitamos sea destruido o arrasado por un aluvión, como ocurrió en el año 1993 y que dejó 23 muertos. La dignidad es el derecho a una vivienda definitiva y a no tener que sobrevivir en un país cuyo territorio está permanentemente expuesto a múltiples riesgos de desastre.
La dignidad también refiere a la responsabilidad del Estado de construir comunidades saludables y seguras, en un proceso y objetivo cada vez más complejo. En esa línea, los crecientes campamentos y la Toma Dignidad manifiestan el resultado de políticas públicas de vivienda fallidas, de un déficit habitacional que no se resolverá con mecanismos de subsidios convencionales, sino con una mirada territorial, integral, inclusiva, ecológica y humana. Pero ese camino no es para nada fácil.
Es central comprender la complejidad que se manifiesta en este campamento y en su desalojo. La Toma Dignidad y los campamentos son un síntoma de una crisis de bienestar que atraviesa a todo Chile; que se expresa en territorios habitados por quienes, en su mayoría, buscan la certeza de una casa y un techo.
En cierto sentido, la Toma Dignidad es nuestro espejo: nos muestra que no estamos viviendo como queremos, que nuestras acciones como sociedad no se condicen con cómo imaginamos vivir mejor. Que el modelo de ciudad ha fracasado: el urbanismo ha fracasado frente a las transformaciones del mundo de hoy, y que el territorio, como espacio de convivencia, está fragmentado y quebrado.
Las preguntas que atraviesan esta problemática reúnen la necesidad de diseñar la convivencia con la comprensión de que el territorio es una trama de vínculos, memorias y aspiraciones de diversas formas de vivir. Y que hoy la reconocemos quebrada. Pero, si consideramos que el diseño de la convivencia es una oportunidad de reparar, requerimos imaginar y crear soluciones que superen la dimensión operacional y formal de la ciudad. Requerimos pensar colectivamente un territorio relacional y de transformación, a modo de un ecosistema de convivencia.
La Matriz de Bienestar Humano Territorial que desarrollamos en el Centro de Inteligencia Territorial UAI busca precisamente eso: habilitar la coordinación de conversaciones y de relaciones basadas en evidencia. En ese sentido, no busca establecer estándares, sino que se pregunta qué queremos conservar en nuestra vida, qué lo impide y cómo transformarlo. No se trata, por tanto, de cuánto de algo se necesita por habitante, sino de qué oportunidades abre para los habitantes que lo anhelan.
La Toma Dignidad nos presenta una coyuntura para innovar en políticas públicas, pues debemos hacer el doble de esfuerzo para resolver problemas que hoy son el doble de complejos. Esa complejidad ya rebasó el alcance de dominio de los especialistas. Son problemáticas que están en una nueva era: una de colaboración, de inclusión, de atención, de curiosidad, de respeto y de tolerancia como no se han dado antes.
Tal como la vivienda no es solo un techo, el territorio es un lugar donde desplegamos la vida. Y ese despliegue lo compartimos y debemos decidir cómo coordinarlo. La Toma Dignidad y los campamentos de Chile, en ese sentido, son el inicio de una nueva transformación de Chile, especialmente ahora, cuando -con miras a las presidenciales- observamos cómo será nuestro futuro común.
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