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La indiferencia frente a la verdad en la era digital Opinión

La indiferencia frente a la verdad en la era digital

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Carlos Navarrete
Por : Carlos Navarrete Académico Facultad de Ingeniería Universidad de Concepción, Director de Inteligencia Artificial Streamdata, Investigador Núcleo Milenio MEPOP.
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Este fenómeno no nació con la inteligencia artificial ni con las redes sociales: primero fueron las teorías conspirativas; hoy es la aceptación pasiva de información sin reflexión ni contraste.


Una de las preguntas más frecuentes que enfrentan los especialistas en inteligencia artificial (IA) y redes sociales es cómo orientar a la ciudadanía para detectar videos creados con IA e identificar información falsa, especialmente durante los períodos electorales. Todos hemos visto, al menos una vez, un video manipulado con IA o hemos creído una noticia falsa. Sin embargo, el verdadero dilema que enfrenta nuestra sociedad no es técnico, sino cultural.

Hoy, la línea divisoria entre lo real y lo artificial es extremadamente difusa y distinguir entre ambas dimensiones resulta cada vez más difícil. Sin embargo, el problema de fondo va más allá de la tecnología: hay grupos de personas para quienes la verdad ya no depende de los hechos, sino de aquello que desean creer.

Para muchos, da lo mismo si un video es real o generado artificialmente, mientras confirme su visión del mundo. Hace algunas semanas, el diputado del Frente Amplio Gonzalo Winter relató los problemas que le ha causado su cuenta parodia en la red social X: “Yo le tengo que reconocer el triunfo a mi cuenta parodia (…)”, dijo, refiriéndose a que muchas personas tenían una opinión de él basada en esa cuenta. Incluso, mencionó que personas cercanas se enojaban por frases que jamás pronunció, pero que fueron publicadas por dicha cuenta.

Así, frases como “no necesita ser real la noticia, si igual lo piensa” o “este video es falso, pero eso es lo que realmente cree” se repiten en los comentarios de publicaciones que, a todas luces, son falsas. El mecanismo es casi de manual y puede observarse en lo que debe vivir día a día toda candidatura en pleno periodo electoral.

Para ejemplificar esto, pensamos en el siguiente escenario: una cuenta crea un video falso con una declaración que un candidato presidencial jamás dijo, pero que suena verosímil, porque encaja con su historia o con la percepción que ya existe sobre él.

Luego, aparece un ejército de usuarios que la comparte diciendo: “¿Ven? Tenía razón, esta persona es un inmoral”, entre insultos y descalificaciones. Aunque algunos se tomen el tiempo de demostrar con evidencia y argumentos que esas afirmaciones son falsas, poco parece importar. La verdad se ha vuelto irrelevante frente a la emoción o la confirmación ideológica de un argumento. En tiempos en que lo artificial y lo real se confunden, muchas personas ya no buscan hechos; más bien buscan reforzar el sentimiento de estar en lo cierto.

Si no contrarrestamos esta indiferencia frente a la verdad, estaremos condenados a un futuro donde la verdad pierda toda relevancia. No se trata solo de aprender a distinguir lo real de lo artificial, sino de recuperar el valor de otorgar el beneficio de la duda y de analizar críticamente los hechos que leemos en redes sociales, incluso cuando suenen verosímiles.

Este fenómeno no nació con la inteligencia artificial ni con las redes sociales: primero fueron las teorías conspirativas; hoy es la aceptación pasiva de información sin reflexión ni contraste. Pero en la era digital, donde las falsedades se replican a la velocidad de la luz, la indiferencia frente a la verdad puede ser más peligrosa que la mentira misma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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