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Inteligencia artificial, oficios y futuro: por qué la interdisciplina sigue siendo esencial Opinión

Inteligencia artificial, oficios y futuro: por qué la interdisciplina sigue siendo esencial

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Felipe Pinto d’Aguiar
Por : Felipe Pinto d’Aguiar Decano Facultad de Arquitectura y Artes Universidad Austral de Chile
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En un mundo donde la inteligencia artificial ya no es promesa sino realidad, el desafío no es aprender a programar máquinas, sino a pensar con ellas. La interdisciplina y el oficio siguen siendo las verdaderas claves.


La inteligencia artificial ya ocurrió. No es algo que podría pasar; es algo que ocurre desde hace un tiempo y está pasando. Algunos estiman que hacia el final de esta década podríamos alcanzar una inteligencia artificial capaz de ejecutar todas las funciones cognitivas humanas (inteligencia artificial general). Pero más allá de las predicciones, lo cierto es que ya convivimos con sistemas que piensan, asisten y crean junto a nosotros, como se evidencia en algunos de los trabajos de nuestros estudiantes.

La inteligencia artificial no reemplaza a la inteligencia natural: se superpone a ella. Y del mismo modo, los oficios —artísticos y proyectuales— siguen siendo esenciales. La técnica, por más avanzada que sea, no sustituye el trabajo humano, la sensibilidad ni la comprensión profunda que solo se alcanza con la práctica, la iteración atenta y la experiencia acumulada.

En este cambio de paradigma, hay tres cosas que probablemente van a permanecer: el valor de los expertos, el valor de los oficios y la capacidad de trabajar en equipo.

A veces se piensa que la interdisciplina prepara para todo, incluso —o especialmente— para la precariedad, como si fuera una caja de herramientas múltiples para sobrevivir en un mundo laboral inestable e incierto. Sin embargo, hay otra mirada más profunda: la interdisciplina es, sobre todo, un espacio para aprender a dialogar desde el oficio propio con otros oficios. Un lugar para encontrarse en la diferencia, sin perder el rigor ni la identidad de lo que cada uno hace.

Hace algunos años se decía que aprender a programar código era fundamental, que no saber código sería el nuevo analfabetismo del siglo XXI: el mundo era, entonces, de los ingenieros. Pero eso cambió. Hoy, con la ayuda de la inteligencia artificial, ya no hace falta saber programar: lo esencial es dominar una materia, comprender su lógica y tener ideas propias. La máquina puede escribir el código, incluso auto-programarse, si la instrucción es clara. Pero la validez del resultado depende de la claridad conceptual, de la capacidad de formular buenas preguntas y de interpretar con sentido lo que ocurre.

En definitiva, lo importante sigue siendo hacer buenos diagnósticos, formular buenas preguntas —hoy las llamamos prompts— y buscar caminos originales.

Esos caminos solo se encuentran desde el conocimiento profundo que otorga una práctica exhaustiva y continua: en otras palabras, el oficio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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