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“El futuro de las personas está bajo asedio, no la universidad” Opinión

“El futuro de las personas está bajo asedio, no la universidad”

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José Cancino
Por : José Cancino Vicerrector de Desarrollo Institucional de INACAP
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El informe de la Fiscalía Nacional Económica (FNE) abrió una oportunidad concreta para revisar cómo está funcionando nuestro sistema de educación superior.


Para que este debate sea útil, tenemos que mirarlo con más amplitud. La reciente columna de Lara y Chernilo, publicada en un medio de circulación nacional, interpreta el informe de manera parcial y atribuye al subsistema Técnico-Profesional (TP) resultados que no le corresponden y que requieren un análisis más amplio. Si queremos avanzar, necesitamos poner el foco donde corresponde: en las personas y en sus trayectorias, no en las etiquetas institucionales.

El informe es un gran punto de partida. Necesita mayor sensibilidad analítica, tal como señaló Harald Beyer. Variables simples como territorio, calidad institucional y área formativa cambian por completo la lectura. Por ejemplo, pese a que la RM representa solo el 41,9% de la población, menos de la mitad de los estudiantes estudia fuera de la Región Metropolitana. Ignorar esto lleva a conclusiones que no ayudan a las personas a tomar decisiones informadas.

Existe además un desajuste evidente entre la educación superior y el mercado del trabajo. Sergio Urzúa y Carlos Williamson lo han señalado con claridad. No podemos discutir retornos sin mirar la subocupación ni el fenómeno de “inflación de credenciales”: personas con estudios universitarios que terminan en empleos que no requieren ese nivel educativo, desplazando a quienes sí tienen el perfil adecuado para esos puestos. La tendencia salarial confirma este desajuste: la prima universitaria ha caído con más fuerza que en IP y CFT. Esto muestra que el retorno depende más de la pertinencia del programa que de la categoría institucional.

La columna de Claudio Sapelli aporta un punto clave: no basta con mirar los retornos privados. Cuando se ignoran las externalidades positivas de la educación –productividad, cohesión social, movilidad y empleos de calidad– se llega a conclusiones equivocadas sobre “destruir recursos”. La evidencia muestra que, cuando la formación es pertinente, los retornos sociales de la educación TP son significativos, porque permiten que más personas trabajen, progresen y aporten al país. Ese es el foco que no podemos perder.

La evidencia también muestra que las carreras STEM en el subsistema TP presentan tasas de empleabilidad superiores incluso a varias carreras universitarias no STEM. En Inacap, el 90,3% de los titulados STEM accede a empleo formal al primer año, lo que confirma que la formación pertinente entrega retornos reales. Ese rendimiento contrasta con la realidad de varias universidades, que han ido reduciendo la diversidad social de su matrícula, lo que limita la comparación que proponen los autores.

Los datos muestran que profesionales y técnicos concentran gran parte de la demanda laboral, especialmente en sectores estratégicos. En un pabellón quirúrgico, por ejemplo, nadie sobra: el cardiólogo depende de anestesiólogos, arsenaleros, enfermeros, técnicos en enfermería y quienes mantienen el equipamiento. Esa es la realidad del país. Más de la mitad de estos empleos requiere precisamente esta combinación de perfiles, lo que exige un sistema formativo diverso y articulado.

Por eso, el llamado es simple y urgente: pongamos al centro a las personas, no a las instituciones. Abramos un diálogo basado en evidencia y orientado a decisiones que mejoren la vida de quienes confían en la educación para avanzar. Lo que está en juego no es el prestigio de un subsistema, sino el futuro del país y de quienes lo sostienen con su esfuerzo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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