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Un resultado insuficiente para una historia que interpela: el PS ante la mitad de Chile que falta Opinión Archivo

Un resultado insuficiente para una historia que interpela: el PS ante la mitad de Chile que falta

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Bastián Jul Silva
Por : Bastián Jul Silva Vicepresidente del Partido Socialista de Chile.
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En la segunda vuelta no hay nada escrito. La ultraderecha mira el mapa electoral y se siente a un pasito de La Moneda. Sin embargo, Chile sigue en disputa: hombres y mujeres que no buscan una vuelta al pasado, que piden certezas frente a la delincuencia y la economía.


La elección presidencial y parlamentaria del domingo recién pasado dejó una imagen tan nítida como inquietante: la mitad del país fue derrotada con su opción presidencial. Concluida la primera vuelta, será el pueblo de Chile el que defina si seremos gobernados por una alternativa democrática y de derechos, encabezada por Jeannette Jara, o por una propuesta conservadora conducida por la derecha más radical que haya competido en segunda vuelta desde la década de 1990. En ese escenario, millones de chilenas y chilenos sienten que su miedo, su rabia y sus esperanzas no quedaron plenamente recogidos.

En el nuevo escenario parlamentario, la Cámara de Diputadas y Diputados se ha transformado en un terreno más proclive para la derecha, mientras que el Senado aparece más equilibrado y, en los hechos, como uno de los pocos contrapesos institucionales zanjado para las fuerzas progresistas.

Es en este marco que el Partido Socialista conserva una presencia relevante y una bancada significativa, gracias al liderazgo de tres mujeres con anclaje territorial; un resultado aceptable en un ciclo adverso para las fuerzas transformadoras. No obstante, sigue siendo insuficiente para la encrucijada que vivimos: un partido que ha sido protagonista en los grandes momentos de la historia de Chile no puede conformarse con sostener la estantería. Nuestra historia nos desafía.

Los resultados electorales también hablan de reordenamientos internos. Hemos conseguido avances en varias regiones –Coquimbo es un ejemplo destacado–, donde hemos reconectado con comunidades que reconocen en el PS la voz de una izquierda confiable y moderna, pero hemos retrocedido en grandes ciudades y sectores populares donde alguna vez fuimos fuerza principal. Allí, donde más golpean la inseguridad, el endeudamiento y la crisis de vivienda, el Partido Socialista ya no aparece automáticamente como la herramienta natural de organización de los sectores trabajadores. Esa es una señal de alerta que estamos obligados a atender.

Las ideas rectoras del socialismo chileno siguen plenamente vigentes. Cuando hablamos de vivienda y salarios dignos, de seguridad social, de salud que no dependa del tamaño del bolsillo, de educación pública, gratuita y de calidad y de una economía pujante, pero respetuosa del medio ambiente, no invocamos una consigna vacía, sino que hablamos de la vida concreta de millones de personas.

El problema no es que esas ideas hayan dejado de tener sentido, más bien significa que no siempre hemos sabido traducirlas en propuestas claras. Allí donde la vida es más dura, debemos escuchar más. Una izquierda socialista que combine igualdad, Estado eficiente y sostenibilidad democrática es la tarea.

En la segunda vuelta no hay nada escrito. La ultraderecha mira el mapa electoral y se siente a un pasito de La Moneda. Sin embargo, Chile sigue en disputa: hombres y mujeres que no buscan una vuelta al pasado, que piden certezas frente a la delincuencia y la economía, así como también justicia, dignidad, eficiencia del sector público y el término de abusos del sector privado y estatal. Ese es el espacio que debemos disputar y convencer si queremos ganar la presidencial.

El desafío del Partido Socialista es estar a la altura de su propia historia en esta etapa, convencer al progresismo de que nadie sobra. Faltan muchos para enfrentar este desafío, lo que implica asumir un rol protagónico en la construcción de una coalición de mayoría democrática amplia, capaz de enfrentar a la ultraderecha; capaz de tomarse en serio la seguridad sin caer en el autoritarismo; capaz de impulsar crecimiento sin validar un neoliberalismo, y con foco en el empleo y la distribución de la riqueza.

El resultado del domingo nos recordó dos cosas: que seguimos siendo respaldados por nuestro pueblo y que, tal como estamos, no alcanza. A esa mitad, que aún no se convence ni se identifica plenamente con una propuesta de país progresista, hay que hablarle sin desprecio ni superioridad moral: mirarla de frente y decirle que queremos un país donde la estabilidad no sea a costa de sus derechos y donde la seguridad no signifique renunciar a la libertad. Con la rebeldía de una lucha que garantice que cada habitante del Chile del mañana viva mejor que el de hoy.

Con humildad para reconocer nuestros errores, con firmeza para defender nuestras convicciones y con esperanza en la fuerza de nuestro pueblo. Porque Chile nos necesita organizados, unidos y militantes. Porque el pueblo nos necesita presentes siempre. Porque la izquierda y el progresismo se reconstruyen desde abajo, desde la vida común y corriente de los estudiantes, trabajadoras y trabajadores de nuestra patria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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