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Kast: el éxito de la restauración
Cuando Kast enfrente a Jeannette Jara el 14 de diciembre el voto no será sobre si la derecha es más o menos moderada. Será sobre si el proyecto de reestructuración autoritaria del orden conservador logra legitimarse nuevamente, pero a través de las urnas.
La presencia de tres candidatos de derecha en las elecciones presidenciales fue leído por muchos medios y analistas como una primara del sector. Sin embargo, los resultados del domingo 16 revelan algo más profundo: más que una competencia, la derecha está en medio de su reorganización más radical desde el retorno de la democracia. Y lo que muestra la victoria de Kast es que el ganador de esta reorganización no es quien mejor moderó sus posiciones o extremó posturas, sino quien mejor supo rearticular el legado histórico de la derecha.
Competencia por la hegemonía
Con el 23,92% de los votos, José Antonio Kast avanzó a segunda vuelta como favorito. Evelyn Matthei, abanderada de la UDI y representante de la “derecha institucional”, quedó relegada al quinto lugar, con apenas 12,46%. Johannes Kaiser, el libertario, logró 13,94%. Estos números, más allá de fragmentación, dan cuenta de un desplazamiento hegemónico. La pregunta central no es cómo coexisten tres derechas, sino quién hereda el proyecto de Jaime Guzmán y, por tanto, quién defiende los dos mayores legados de la dictadura: neoliberalismo y autoritarismo.
Mi investigación sobre la radicalización de la derecha chilena post-Estallido social muestra que la disputa entre la UDI y el Partido Republicano no es ideológica, sino de fronteras porosas. Ambos comparten la matriz gremialista, la admiración por Jaime Guzmán, la misma red de socialización proveniente de la PUC, los mismos principios sobre familia, subsidiariedad y el rol del Estado. En elecciones anteriores, parecía que esto era un problema de competencia partidaria. Hoy, con Kast prácticamente doblando a Matthei en votos, se ve que la radicalización no es una desviación del gremialismo, sino su manifestación más pura.
Aquí viene lo incómodo para quienes esperan (o asumen) moderación de la derecha: el “éxito” de Kast no se mide en si logra instalar o no una agenda cultural conservadora. Su éxito está en liderar a la derecha proponiendo una restauración del statu quo perdido mediante medidas autoritarias, al tiempo que mantiene intacta la arquitectura económica neoliberal y los principios ideológicos del sector. Mientras el Estallido Social apelaba a derechos sociales, Kast -el único inamovible desde entonces- ofrece orden y seguridad. Mientras el Gobierno habla de reforma tributaria y redistribución, Kast habla de reducción de Estado y control migratorio. Es decir, más allá de un cambio de paradigmas, hay una radicalización reorganizada.
¿Qué pasa con Kaiser?
El test de este argumento, y de todos los que estamos leyendo con interés lo que sucede con la derecha chilena, vendrá luego de la segunda vuelta. Con Matthei y Kaiser ya anunciando su apoyo a Kast emerge una pregunta incómoda: ¿qué pasará cuando Kaiser entre al gobierno? El libertario consiguió superar a Matthei, representando un sector que sí ofrece una renovación ideológica. Y, en un contexto donde los datos muestran que las oposiciones en Chile ganan con regularidad ¿hasta qué punto Kaiser será parte de un proyecto de gobierno liderado por su futuro adversario? ¿O será, más bien, co-gestor de su propia derrota?
La pureza ideológica del mismo proyecto
La anomalía chilena de tres candidatos de derecha no es tan anómala cuando se comprende que todos persiguen la misma herencia. Pero revela algo crucial: la fragmentación de la derecha no es signo de debilidad sino síntoma de radicalización. UDI y Republicanos no se pelean por ideología, sino por quien mejor representa esa ideología. Kast ganó esa batalla porque apostó por algo distinto: en tiempos de crisis, la coherencia radical —expresada sin tapujos institucionales— atrae más que la moderación defensiva.
Lo paradójico es que esta “radicalización” no conflictúa con la democracia liberal chilena, como muchos autores argumentan. Más bien, conflictúa con lo que la democracia a veces permite: las manifestaciones políticas anti sistémicas, los derechos sociales como demanda, la politización de los espacios que el gremialismo quería “despolitizar”, etc. En ese sentido, Kast no propone un quiebre democrático; propone restaurar un orden donde ciertas cosas —como una forma de sociedad distinta— simplemente no sucedan.
¿Qué está en juego para Kast en el balotaje?
Cuando Kast enfrente a Jeannette Jara el 14 de diciembre el voto no será sobre si la derecha es más o menos moderada. Será sobre si el proyecto de reestructuración autoritaria del orden conservador logra legitimarse nuevamente, pero a través de las urnas. Y, si gana, el relato no debería ser que la derecha cambió, sino que reorganizó exitosamente sus mecanismos. La UDI, desplazada, será un recordatorio de que, en tiempos de crisis, la coherencia radical suele vencer a la defensa institucional del statu quo.
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