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Chile: entre su ombligo y los desafíos del mundo exterior Opinión Archivo

Chile: entre su ombligo y los desafíos del mundo exterior

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Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile y exsubsecretario de Defensa, FFAA y Guerra.
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Argentina vive un singular proceso económico y político que corresponde respetar, asumiendo que en las últimas décadas ambos países hemos construido un fructífero proceso de construcción de confianza mutua que reemplazó al clima bélico que casi nos llevó a un enfrentamiento en 1978. 


Suele suceder que cuando un país vive intensos momentos domésticos no se preocupa de mirar por la ventana para ver qué está pasando afuera. Resulta llamativo porque en la posguerra fría nuestro país se abrió como muy pocos al mundo, pero debiéramos precisar que esa apertura privilegió lo económico y comercial, dejando en segundo plano el entender la dinámica global y regional.

La recientemente concluida primera vuelta presidencial reflejó lo anterior.  En el debate estuvo ausente el tema internacional y, por cierto, la problemática de la defensa nacional, las dos principales políticas de Estado. Se entienden las urgencias cotidianas, algunas dramáticas, como la seguridad, pero por lo mismo es indispensable asumir que muchos de nuestros desafíos provienen del exterior y por cierto, de la forma como los enfrentemos.

Veamos lo anterior en un apretada síntesis.

Los desafíos globales

Que el mundo de hoy es diferente al de 1990, al inicio de nuestra transición democrática,  no cabe duda y que el orden global que existía, la coexistencia entre la URSS y los EEUU junto a sus respectivos aliados ya fue. Estamos en una fase de transición por la hegemonía mundial, que ya dura harto y probablemente persista por mucho tiempo, con repercusiones geopolíticas, económicas y sociales de todo tipo. Eso es algo que nadie discute hoy.

¿Cuál es el mejor camino para preservar nuestro interés nacional? ¿Dónde están nuestros principales aliados? ¿Qué medidas debemos ir adoptando? Son interrogantes que requieren debate y respuestas nacionales, pensando en el Chile de hoy y el que le heredaremos a nuestros hijos y nietos.

Durante los primeros años de esta fase de reorganización del Orden Mundial se dio una relativa constante: la mayoría de los principales conflictos estaban lejos. Léase los Balcanes, Asia Central, Medio Oriente y más recientemente Ucrania y Gaza, por nombrar algunos. En esa visión no había que preocuparse mucho por la lejanía de los teatros de operaciones.

Pero esa interpretación olvidaba que la interdependencia global provoca que cualquier conflicto nos termine por impactar. Desde el precio del petróleo y de los alimentos hasta el desbarajuste de las líneas logísticas, amén de las migraciones.

Peor aún, en los últimos meses los vientos de guerra han llegado a nuestro continente. En el Caribe se viven aprestos bélicos que, si no se construyen soluciones políticas negociadas, amenazan con incendiar más de algún foco en nuestra región. Todo ello ocurre además en el momento más bajo del multilateralismo regional, léase OEA, CELAC, y otros.

Los desafíos regionales

América Latina y el Caribe han sido descritas formalmente como “prioridad” de nuestra diplomacia, pero del dicho al hecho… ya tú sabes. Veamos un solo indicador: ¿cuántas visitas en la región han desarrollado nuestras autoridades? Comparemos con las efectuadas en capitales europeas o norteamericanas. Si sacamos las protocolares (como los cambios de mando) el número es aún menor.

Aparte de los aprestos bélicos en curso en la cuenca del Caribe, desde hace años nuestros países sufren de la expansión del delito organizado y de una inmigración descontrolada, muchas veces manipuladas por los carteles, que se han transformado en verdaderos holdings del delito (narcotráfico, minería ilegal, tráfico de personas, contrabando, lavado de dinero, etc.).

Lo anterior cobra mayor importancia dado el carácter multinacional de las mafias, que demandan una fuerte cooperación entre aquellos países que sufrimos los mismos desafíos.

Más específicamente, en el plano vecinal tenemos luces y sombras.  La luz esperanzadora son los avances chileno-bolivianos en la construcción de una hoja de ruta de amistad y cooperación. Prueba de ello es la invitación formulada al presidente Rodrigo Paz para que visite nuestro país, bien por ello.

Con los hermanos peruanos compartimos el desafío de la seguridad, el combate a las mafias transnacionales y el común propósito de adentrarnos más en la presencia en el mundo asiático. Asumamos que Perú concurre a elecciones presidenciales en abril del 2026 en medio de grandes desafíos internos.

Argentina vive un singular proceso económico y político que corresponde respetar, asumiendo que en las últimas décadas ambos países hemos construido un fructífero proceso de construcción de confianza mutua que reemplazó al clima bélico que casi nos llevó a un enfrentamiento en 1978.

Extraña, por lo mismo, la actitud de algunas autoridades trasandinas por incluir parte de nuestro territorio (como el acceso oriental del estrecho de Magallanes) como campo de maniobra de sus ejercicios navales. Tal es el caso de la reciente operación naval ”Mare Nostrum”. Como en toda relación bilateral, esta se rige por los tratados firmados entre las partes y por el derecho internacional.

¿Qué hacer?

Alzar la vista y mirar alrededor, mirar por la ventana. El mundo ha entrado en una fase de inestabilidad y de incertidumbre.  La fuerza a ratos amenaza al derecho, la coexistencia pacífica hay que reconstruirla.

Son las materias propias de nuestra política exterior y de nuestra política de defensa, y si es necesario actualizarlas, hay que hacerlo con la altura de miras y el profesionalismo que se requiere.  Es una tarea nacional, no partidista, ni menos de un solo gobierno.

Asimismo, debemos preservar nuestras capacidades, porque pensar que el mundo se va a arreglar solo con discursos y programas, es poesía.  Chile respeta los tratados que firma, también los hace respetar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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