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Yo, Franco Opinión

Yo, Franco

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Quizás los más certeros de los políticos en estos días fueron Carolina Tohá y Luciano Cruz-Coke, quienes coincidieron en que la tarea de Jara y Kast era salir a buscar los votos de Parisi, “pero no a Parisi”.


La frase, una analogía de la célebre novela histórica de Robert Graves Yo, Claudio, no puede aplicar mejor a quien se convirtió –contra todo pronóstico o, mejor dicho, las encuestas– no solo en la verdadera sorpresa de la primera vuelta del 16 de noviembre, sino que pasó a ser una suerte de dirimente del balotaje del próximo 14 de diciembre.

La historia de Claudio es fascinante. Un hombre subestimado por su familia, el mundo político y la elite de la época –año 41 d. C.–, se convertiría luego en un emperador audaz, astuto y respetado por todos. El emperador –que sucedió a Calígula– partió ganándose el respeto del ejército (les subió el sueldo a los legionarios) y luego de la ciudadanía, abandonada hasta ese momento, gracias a un ambicioso programa de mejoras urbanísticas.

Por supuesto, la frase tiene solo un contenido simbólico, ya que Claudio (además de ser el único pariente de Augusto que podía asumir como su heredero político) era considerado un hombre débil, tartamudo, cojo, al que le decían “el pobre Claudio” desde niño. Evidentemente, no tiene absolutamente nada que ver con Franco Parisi en los aspectos físicos del emperador, sin embargo, coinciden en dos puntos: hacer una lectura correcta de un sector de la sociedad considerada secundaria y, por supuesto, del desprecio de la elite.

Lo que ha ocurrido con el líder del PDG, un partido que resucitó después de estar en el suelo en 2024, es digno del guion de una serie bizarra de Netflix que trata del pragmatismo y las contradicciones de nuestra clase política. Ninguneado, criticado y despreciado por otros candidatos y sus asesores, en menos de 24 horas, constatamos –con cierta vergüenza ajena– cómo José Antonio Kast y Jeannette Jara hacían un giro en sus discursos, asumiendo el desafío que, con ironía y una cuota de soberbia, Parisi hizo a ambos contendores la misma noche del 16 de noviembre: “Vayan a buscar los votos, salgan a la calle”, les advirtió mientras contestaba el teléfono y hablaba en inglés rodeado por micrófonos y cámaras que transmitían en directo.

José Antonio y Jannette, disciplinados, comenzaron a hacer anuncios de la incorporación de aspectos del programa del economista. El mismo lunes, ella, desde un matinal, planteó que los medicamentos no tendrían IVA. Él, desde Arica, avisó que estaba “en la calle”, tal como se lo había indicado Parisi. Una guerra por quién merecería más el voto del hombre del PDG, como si los votos fueran un trofeo personal. Incluso Jara tuvo que despedir a uno de sus principales asesores, Darío Quiroga, por haber tratado de “flaite” y “chanta” a la hermana y seguidores de Franco.

Dos candidatos buscando desesperadamente el SÍ de Parisi, algo que probablemente ni siquiera llegue a concretarse. Mientras tanto, Franco disfrutando de su momento de fama, proclamado por sus partidarios para el 2030 –han llamado a marcar “Franco 30” en el voto– e ironizando, divirtiéndose, con el abrupto interés de Jara y Kast por contar con su apoyo. “Me gustaría ser asesor de ambos en la segunda vuelta, pero no puedo… estoy muy dolido”, “da lo mismo cuál de los dos gane, van a ser malos gobiernos”. Y, por supuesto, dejándose querer y adular, ha mantenido una ambigüedad notable: “Carrera corrida… pero no tan ganada”.

Quizás los más certeros de los políticos en estos días fueron Carolina Tohá y Luciano Cruz-Coke, quienes coincidieron en que la tarea de ambos era salir a buscar los votos de Parisi, “pero no a Parisi”. Una frase que refleja, por un lado, lo de fondo: entender por qué esos 2 millones de personas votaron por un outsider populista y, por otro, que ratifica el desprecio de la clase política a la figura del economista.

Sin embargo, más allá de Franco Parisi, la pregunta y la reflexión que debemos hacernos –partiendo por el mundo político– es: ¿por qué obtuvo casi el 20% de respaldo? Veamos dónde estuvo concentrada la votación del líder del PDG. En primer lugar, en el norte, entre Arica y Atacama. Es decir, la macrozona minera del país.

De hecho, Parisi visitó en repetidas ocasiones esas regiones en las cuales se concentran dos de los principales problemas expresados por la ciudadanía: la migración ilegal y el narcotráfico. Franco habló desde la frontera, prometió –como seis de sus contendores– expulsiones masivas y, por supuesto, abusó del populismo: habilitar cárceles flotantes.

Una solución tan irreal como costosa, pero que tenía la ventaja de la inmediatez vs. las cárceles a lo Bukele que demoran años. Pero, además, Parisi, en un acto políticamente incorrecto, señaló –entre la sorpresa y molestia de un auditorio universitario– que “me encanta que los mineros enchulen a la vieja”, en directa alusión a los bonos millonarios que los trabajadores mineros obtienen después de las negociaciones colectivas y las cirugías estéticas promocionadas en el norte.

Y aunque el entonces candidato intentó relativizar la frase –“me refería a la camioneta”–, la frase era directa en la jerga minera. Es decir, ese minero que se esconde ante la ciudadanía por sacar 20 millones de Bono de Término de Negociación, se sintió comprendido y, por tanto, sintonizó con Franco.

Pero, además, Parisi logró conectar con la gente de sectores medios y medios bajos en bastiones dominados por la izquierda, como La Pintana, donde en 2021 se impuso con holgura Gabriel Boric. Sus propuestas para controlar la delincuencia expresadas en el mismo territorio, abrazando a la gente –a diferencia de 2021, en que hizo toda la campaña virtual–, la fijación del pago de contribuciones del 5% para los adultos mayores o el mismo proyecto para eliminar el IVA en servicios, educación, libros y los medicamentos, les hicieron sentido a personas. Solo como ejemplo, los remedios pueden llegar a representar entre el 40% o 50% del gasto de una persona con un ingreso de 500 mil o 600 mil pesos, que tiene hipertensión y/o diabetes.

Lo anterior, sumado a un relato desde fuera de la política tradicional que –pese a que tiene un partido político y ha sido candidato presidencial tres veces– logró capturar a los sectores medios en una campaña en que la delincuencia monopolizó los contenidos, así como la rabia de un sector de la población harto del caso Penta o SQM, de los sueldos altos –su propuesta de poner tope en 5 millones en el sector público ya la tomó Jara– y los privilegios del mundo político.

Y, claro, un Parisi que además quedó con la bala pasada, porque sintió que las encuestas lo perjudicaron intencionalmente. Qué mejor venganza que ser el dirimente en la segunda vuelta y tener a los dos candidatos rendidos a sus pies. “Yo, Franco”, como Claudio el emperador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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