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Análisis ultrasintético de los resultados de la elección del 14-D Opinión Archivo (AgenciaUno)

Análisis ultrasintético de los resultados de la elección del 14-D

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Carlos Ominami
Por : Carlos Ominami Ex ministro, ex senador, Foro Permanente de Política Exterior y Fundación Chile21.
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Quedó dramáticamente en evidencia que la ampliación de derechos sociales importa poco si no se garantiza el derecho a vivir tranquilo y no tener que encerrarse en los barrios populares antes de que oscurezca.


La del 14-D fue, sin duda, una derrota muy dura. La más dolorosa desde 1990 en adelante. Cuantitativamente, en las dos derrotas anteriores (2009 y 2017) las fuerzas de centro y de izquierda no habían bajado del 45%. Mucho más grave aún, cualitativamente, es la primera vez en la historia que un Gobierno propiamente de izquierda, en vez de abrir nuevos horizontes, le entrega el poder a un Presidente de extrema derecha.

Las razones son múltiples: auge a nivel global de las extremas derechas (Argentina, Brasil con Bolsonaro, El Salvador, Italia, Hungría, Alemania, Inglaterra, Francia, Holanda…). Por otra parte, la tendencia en Chile desde 2009 a triunfos alternados de la oposición, sea de derecha o de centroizquierda. En esa lógica, le “tocaba” esta vez a la derecha. Pero ese no era más que un marco global que la política nacional podía y debía desafiar con una gestión política exitosa.

En efecto, la derecha tuvo éxito en transformar esta elección en un plebiscito sobre el Gobierno. “Jara es Boric, Boric es Jara”, repitió incansablemente durante toda la campaña el hoy Presidente electo, José Antonio Kast. Los resultados se conocen: 58% contra casi 42%.

En la evaluación ciudadana del Gobierno primó, por sobre sus logros, que los tuvo (reforma de pensiones, 40 horas, aumento salario mínimo, ley “papito corazón”, copago cero en Fonasa para los más pobres), el sentimiento de decepción resultante de la enorme distancia entre las expectativas que generó el triunfo del Presidente Boric y la modestia de los resultados prácticos.

La derrota del plebiscito de septiembre 2022, a solo seis meses de iniciado el Gobierno, marcó de manera indeleble la suerte posterior del mismo. Es difícil encontrar en nuestra historia un desperdicio igual de una ocasión que no volverá a presentarse. La renuncia de parte del Gobierno a conducir un proceso que a todas luces llevaba al precipicio es inescapable, máxime cuando se había dicho expresamente que con la nueva Constitución se cumpliría el programa comprometido.

La ministra Tohá, que encabezó el nuevo gabinete que se constituyó en septiembre de 2022, hizo un gran trabajo de fortalecimiento de las policías y de los instrumentos legales destinados a la lucha para enfrentar la delincuencia. A poco andar, sin embargo, la incomprensible desprolijidad de los indultos presidenciales anunciados a finales del mismo año golpeó fuertemente su credibilidad. Incluso un delincuente común había recibido el beneficio del indulto presidencial. La decepción se alimentó además de una gestión gubernamental en muchas dimensiones defectuosa e inexperta, que no fue como la prometida, ni tan austera, ni tampoco completamente impoluta.

Por otro lado, fue muy determinante la desesperación que se fue generando en todos los sectores de la sociedad, comenzando por los más populares, respecto a la delincuencia y a los efectos de una migración descontrolada. Quedó dramáticamente en evidencia que la ampliación de derechos sociales importa poco si no se garantiza el derecho a vivir tranquilo y no tener que encerrarse en los barrios populares antes de que oscurezca.

Así las cosas, el resultado del 14-D pudo ser mucho peor: del orden del 34%, promedio entre el 32% de aprobación del Gobierno y el 38/62% del plebiscito de septiembre de 2022, que se constituyó en un nuevo clivaje que ha venido a sustituir al Sí y el No entre dictadura y democracia, que se mantuvo durante más de 20 años.

La remontada en segunda vuelta, del 26% al 42%, fue significativa y evitó una derrota que pudo ser enteramente catastrófica. El mérito le corresponde en primer lugar a la candidata Jeannette Jara, que se sobrepuso del mal resultado de la primera vuelta, mostró carácter y desplegó una enorme energía. Fue también muy importante el aporte de cara a la segunda vuelta del Socialismo Democrático, encabezado por la senadora Paulina Vodanovic.

El oficialismo hoy día saliente tendrá que hacer desde su condición de oposición una revisión muy profunda de sus prácticas y de sus propuestas si quiere volver a ser una opción con posibilidad de reconquistar la mayoría social.

A su interior, las fuerzas que se reclaman del Socialismo Democrático tienen una gran responsabilidad: contribuir a la unidad de todas las fuerzas de oposición. Para ello debe partir asegurando su propia unidad y coherencia interna. Esto pasa por un rearme político, orgánico e intelectual en el cual no puede faltar la autocrítica. Solo así podrá constituirse en un “león que ruge”, según la expresión de un destacado analista de la plaza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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