“El atentado a Jaime Guzmán no tuvo la lógica de una acción colectiva”
Después de publicar su libro “Los Fusileros. Crónica secreta de una guerrilla en Chile” (2007), resultado de una larga investigación periodística, se convirtió en uno de los “civiles” que más conoce sobre el grupo subversivo que se armó para derrocar a Pinochet. En esta entrevista nos da su interpretación de los acontecimientos que están de vuelta en la agenda a raíz de la reapertura del caso Guzmán.
Desde su puesto como reportero en Ciper, Juan Cristóbal Peña sigue con atención los acontecimientos en torno a la reapertura del proceso por el atentado a Jaime Guzmán. Más allá de las fechas, los datos duros, las traiciones y los liderazgos dentro la organización militar más poderosa que haya construido la izquierda chilena, después de la investigación que dio origen a “Los Fusileros”, Peña tiene suficiente autoridad para hablar sobre el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Rangos, pergaminos, liderazgos y pulsiones de la “gente que se la jugó y apostó por la vía armada para derrocar a Pinochet”.
-Qué versión te parece más creíble: ¿la que dice que el crimen de Jaime Guzmán fue una decisión de la Dirección Nacional del FPMR, o una arrancada de tarros de una supuesta facción liderada por Mauricio Hernández (“Ramiro”)?
-Atendiendo al desgobierno, al proceso de descomposición que vivía el Frente es probable que haya sido una decisión que no contó con todas las formalidades y las consultas que reclamaría una acción de este tipo. Quiero decir que es más probable pensar que las cosas estaban dadas para que se hubiera tomado una decisión que no fue consultada en las instancias de una organización de esta naturaleza. Por tanto me parece igual factible, y hay testimonios de sobra al respecto para pensar que si bien pudo no ser una iniciativa de una facción en particular, el atentado a Jaime Guzmán al menos no tuvo los mecanismos de una acción colectiva, participativa.
-Como sí ocurrió con la decisión de matar a Pinochet.
-Como sí ocurrió con eso y con todas las ejecuciones previas que se inscribieron en la campaña “No a la impunidad”, donde también se inscribió esta acción. Esa campaña fue una política asumida por la totalidad de la comandancia, y la Dirección Nacional del Frente en donde se inscribieron los atentados a Gustavo Leigh, a Roberto Fuentes Morrison (“el Wally”) y otras figuras ligadas directamente a la dictadura.
-En el contexto de esa descomposición que mencionas ¿hasta qué punto la organización pudo estar infiltrada?
-A esta altura está totalmente acreditado que por lo menos desde 1991 el Frente estuvo infiltrado desde el corazón. Y esto acreditado por el papel que cumplió Agdalín Valenzuela como informante de La Oficina. Respecto de eso hay documentos, testimonios y nadie duda que él se convirtió en un agente que entregó información vital para desarticular a estos grupos. Si bien no fue el único, fue el principal. Eso es seguro. Ahora, hay indicios de que hubo infiltración antes de 1990. Pero ahí tengo algunas dudas respecto del nivel y la calidad de esa infiltración. Hay que entender que la CNI, la policía política de Pinochet, era un servicio sumamente torpe e inoperante que funcionaba con más fuerza bruta que inteligencia. Aunque Investigaciones era más efectivo, los organismos político-policiales no tenían la capacidad de lograr una infiltración depurada. El departamento de inteligencia del Ejército si estaba más capacitado y pudo haber tenido informantes más calificados.
Tellier “Ministro de Defensa”
-¿Crees en lo que dijo Enrique Villanueva en cuanto a que Raúl Pellegrin, jefe máximo del Frente asesinado luego del atentado a Los Queñes, quería transitar hacia un movimiento más político y dejar de lado la violencia?
[cita]A partir de lo que ocurre a fines de los ’80, “Ramiro” representa el fruto de una suerte de meritocracia en el Frente, el tipo que se forma a sí mismo y empieza a ascender en la estructura por su experiencia, por sus logros y no por sus títulos ganados en el extranjero.[/cita]
-Tengo la impresión de que Pellegrín era un tipo intelectualmente muy capacitado, brillante. Pero en este sentido siempre se actuó con ambigüedad El Frente básicamente fue un instrumento para botar a la dictadura, pero siempre estaba la duda de si en esa intención había una vocación de poder. Y si bien cuando se produce la división del Partido Comunista el año 1987 se habla de un rediseño político, de mirar más hacia largo plazo y se asume como un movimiento con vocación de poder, eso no queda clarificado en los hechos. La primera acción de relevancia con la que se da la partida a esta nueva fase política del Frente, es una acción militar que resulta desastrosa, donde mueren Pellegrín y Cecilia Magni. Por lo tanto el discurso puede sonar coherente pero los hechos son del todo incoherentes.
-¿Qué papel tenía en el FPMR el actual diputado Guillermo Tellier?
–Él era jefe militar del PC, por tanto era el gran comandante del Partido Comunista para todo lo que tenía que ver con las decisiones del Frente. Yo diría que vendría a ser como el Ministro de Defensa en una situación de guerra, que tenía el poder por sobre las ramas militares. Entonces a él le cabe gran responsabilidad para bien y para mal en todo lo que fue el accionar del Frente hasta el año 1987 cuando el FPMR se divide del Partido.
No todos eran iguales en el Frente
-Sin conocer en detalle la historia del Frente resulta curioso que todos los personajes que vemos ahora en los medios aparecen rotulados como “comandantes”. Me parece que se reproduce la verticalidad social que hay en otras esferas dentro de Chile: los de clase alta con más grado y de ahí para abajo.
-Claro, es interesante porque hay bastante de eso. Hay que pensar en lo que era el Frente más clásico del ’90 para atrás. En ese sentido esa segregación se puede trasladar a la política. Las clases altas pertenecen al PC -las clases altas del Frente-, para usar esa figura de clases sociales. Y también son los oficiales formados afuera, principalmente en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Si te fijas para 1990 el único comandante que no es oficial formado afuera y que ha hecho su carrera subversiva en Chile es “Ramiro”, Mauricio Hernández Norambuena. En él y en otra gente que hizo su trayectoria aquí en Chile y no carga con este pergamino de combatiente internacionalista, hay creo yo un cierto desdén hacia quienes llegan a dirigir la organización tras la muerte de Pellegrín.
-¿Cómo eran los comandantes que venían de afuera?
-La mayoría de los comandantes son gente que trae mucho discurso, muchas historias de grandes hazañas logradas en El Salvador y en Nicaragua pero que tiene escasa experiencia combativa en Chile y escasa experiencia en terreno y eso genera cierto celo, cierto resentimiento, lo que se podría llamar esta “división de clase” o estilo en el Frente. A partir de lo que ocurre a fines de los ’80, “Ramiro” representa el fruto de una suerte de meritocracia en el Frente, el tipo que se forma a sí mismo y empieza a ascender en la estructura por su experiencia, por sus logros y no por sus títulos ganados en el extranjero.
-Enrique Villanueva se reinsertó muy bien. Mauricio Hernández siguió en las “grandes ligas” del delito pero ¿qué pasó con los fusileros, que son la materia central de tu libro? ¿Volvieron a sus trabajos de antes?
-En líneas generales hubo un conflicto armado donde el Frente fue el gran perdedor, lo único que hasta comienzos de los ’90 conservaban era una especie de triunfo moral, pero hubo una gran derrota por paliza y un grupo no menor de gente que se la jugó, que apostó por la vía armada para derrocar a Pinochet, que invirtió su juventud, una época en que la gente estudia y busca una profesión, y que cuando ocurre la derrota se ven enfrentados a una orfandad, a un gran vacío. Por tanto la derrota más se siente en el perraje, en los combatientes de tropa.
Apablaza, “Ramiro” y la descomposición
-La entrevista a “Ramiro” en CHV fue la que trajo de vuelta este tema a la agenda ¿Crees que miente?
–Yo no creo que mienta. Creo que en general es bastante sincero, pero si creo que son declaraciones que apuntan a su interés de conseguir que lo traigan de regreso a Chile y en segundo término cobrar algunas cuentas. En ese sentido la más clara es con Villanueva por su supuesta participación en La Oficina. Igual me cuesta creer cuando él en la entrevista se plantea una suerte de reflexión acerca de la conveniencia o inconveniencia de matar a Guzmán debido a que es un Senador elegido democráticamente, que tiene tantos miles de votos. Eso está más bien en la reflexión de hoy en día que en una discusión que pudo haberse tenido en ese momento.
-Vasily Carrillo, que ahora aparece como vocero y declaró ante el juez Carroza, ¿qué hacía en los años que preceden al crimen de Guzmán?
-Tuvo un lugar importante, porque fue oficial tengo entendido, que tuvo experiencia como combatiente en Nicaragua y un papel relevante tanto en la internación de armas, como en la distribución de las armas para el atentado a Pinochet. A él es de los que primero detienen el año ’86. Cumplió un papel desde la cárcel como vocero. No era el único vocero. Es uno más bien público. Por eso él sale a decir que el Frente no tiene nada que ver. El hecho de que él haya negado lo de Guzmán da cuenta de la confusión y de las pugnas que existían a nivel de la Dirección.
-Galvarino Apablaza ¿cuán importante era realmente en la Dirección Nacional del Frente?
-A contar del año 88-89 era el jefe y eso nadie lo pone en duda. Pero creo que despierta opiniones encontradas entre los combatientes de vieja guardia en cuanto a que hay demasiado cariño, lealtad y buenos recuerdos de lo que fue Raúl Pellegrín. Un tipo del cual nunca he escuchado a nadie del Frente hablar mal. Hay una lealtad que contrasta con la figura de Apablaza, que llega de manera tardía a hacerse cargo sin tener una historia o experiencia en combate. Otra vez volvemos a estas diferencias sociales o de estilos entre gente que se formó fuera. Y también está el hecho de que con la muerte de Pellegrín se acelera la descomposición del Frente. Apablaza tuvo un liderazgo que no fue capaz de manejar la crisis. Algo que llevó a muchos rodriguistas a situaciones que no habrían ocurrido bajo la dirección de Pellegrín.
-Una pregunta al margen, que tiene que ver con rumores: ¿Cuál era la vinculación real de Michelle Bachelet con el Frente?
-Ella era pareja del vocero del Frente, la chapa entiendo que era Jorge Salas, ese es un hecho cierto y él pertenece a la vertiente que se desmoviliza una vez que el Partido Comunista llama suspender esa lucha armada a partir del año ’87. Lo otro son especulaciones que caen sólo en un montón de historias. A mi no me consta ninguna y tampoco tengo sospechas de que sean ciertas.