El abogado constitucionalista y ex subsecretario del Interior del gobierno de Ricardo Lagos aseguró que «las vías rupturistas juegan con fuego. Se sabe donde empiezan, pero no dónde terminan».
El abogado constitucionalista de la DC Jorge Correa Sutil se mostró contrario a la postura expresada por el abogado Fernando Atria en cuanto a que la actual Constitución Política es «tramposa» por cuanto impide su reforma y que cambiarla por las actuales vías institucionales es reproducir el problema.
En entrevista con El Mercurio, el ex subsecretario del Interior del gobierno de Ricardo Lagos aseguró que «las vías rupturistas juegan con fuego. Se sabe donde empiezan, pero no dónde terminan. Yo, al menos, no he terminado de perderle el miedo a estos escenarios de ruptura. La izquierda, estimulada por movimientos sociales, va a seguir jugando esa carta de amenaza de ruptura. El dilema lo tiene la derecha y tiene dos opciones, o logra prestigiar públicamente la Constitución o le saca los dos tumores, el binominal y las supramayorías, que pueden terminar con la muerte de todo el texto».
En ese sentido, dijo que «el padre fundador de nuestra Constitucional es Pinochet, quien, a estas alturas, es una figura desprestigiada que contagia con su desprestigio y su obra y hace que resulte fácil pegarle a la Carta del 80. Lagos casi la salva, con el discurso de una nueva Constitución, el 2005, pero eso no cuajó, en parte porque las reformas fueran pocas y tardías, por oposición de la derecha».
«Si la derecha llega tarde a negociar el binominal y los quórums es posible que ya toda la Constitución esté perdida en el marasmo del desprestigio. Otro riesgo es que ahora la izquierda tiene o cree tener el lápiz, es decir, la fuerza para escribir una nueva carta. Ese lápiz está cargado de derechos económico-sociales y de estatismo. Muchos en ese sector quieren escribir su modelo favorito en la Constitución para ganar ellos como la derecha les ganó antes. Chile solo podrá tener una Constitución de todos cuando estemos dispuestos a botar el lápiz y entrarle a la Constitución con una goma. Una que borre todos los modelos en que discrepamos, en la que todos nos reconozcamos y que deje a las mayorías, aunque sean temporales, resolver en aquello en que no estemos de acuerdo», agregó.
«Dejemos que los hechos hablen: la destitución de Beyer no pudo hacerse sino liberándose de formas y reglas; considerando que infligir una derrota política vale el precio de no aplicarlas. Ese fue el primer paso y detrás de la Asamblea Constituyente u otras formas de ruptura pueden estar las mismas fuerzas. Da lo mismo quién tiró la primera piedra, lo importante es que seamos capaces de diagnosticar que tenemos un riesgo de ruptura por delante. Que la crisis, que hasta aquí ha sido de representación, comienza a transformarse en una institucional», concluyó.