Cuando en enero pasado aún no se vislumbraban las marchas masivas que tendría a las calles llenas de carteles de “No + AFP”, Fernando Larraín llegó hasta la gerencia general de la asociación gremial. Asesor del Ministerio de Hacienda cuando Nicolás Eyzaguirre era titular de esa cartera y luego parte del equipo del “segundo piso” de Eugenio Lahera en el Gobierno de Ricardo Lagos, su experiencia técnica y sus redes políticas son sumas importantes en un momento clave para la industria.
En su oficina, en el piso 14 de una torre de Providencia que alberga a la Asociación de AFP, Fernando Larraín Aninat tiene varios libros de economía en español e inglés, pero también fotografías que le recuerdan la vida: algunas de su familia y una con el ex Presidente Ricardo Lagos.
Esa fotografía refleja quizás los años más importantes de Larraín –gerente general de las AFP– en el sistema público. El año 2002 –y después de enviar varios currículos– llegó a trabajar al piso 12 del Ministerio de Hacienda a un lugar que en ese entonces, quienes se desempeñaban en el edificio, denominaban “el cuartito azul”, una oficina donde también se sentaban jóvenes profesionales.
Aunque en ese momento el ministro era Nicolás Eyzaguirre, su jefe directo era el economista Marcelo Tokman; en un momento álgido y donde la discusión social apuntaba a evaluar cómo financiar proyectos estrella de la administración Lagos, como el Plan de Acceso Universal de Garantías Explícitas (Auge), el Programa Chile Solidario y la ley del postnatal.
Aunque quienes lo conocen aseguran que en su cabeza encontraba más cabida la idea de sumar impuestos a los alcoholes o a las empresas de primera categoría, el plan A resultó ser el elegido: aumentar el IVA.
Ese fue el contexto en el que Fernando Larraín, que antes había estudiado en la Universidad Católica, que había creado la Fundación Trabajo en la Calle, que también había pasado por Un Techo para Chile –y que años después sería máster en Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton–, llegó a vincularse con los hombres más poderosos de la Concertación.
Pese a que Fernando Larraín no milita en ningún partido político, está vinculado a dos de los hombres fuertes de la Concertación en materia económica. Es sobrino –su mamá es prima hermana– del ex ministro de Hacienda Eduardo Aninat y es sobrino político de José De Gregorio, ministro de Economía del ex Mandatario Ricardo Lagos y ex presidente del Banco Central.
“Él sabe que su apellido es Larraín y que eso importa en Chile, pero tampoco se aprovecha de eso. Ni siquiera veranea en los mismos lugares con ellos. Mientras su papá aún tiene una casa en Santo Domingo, a él le gusta ir a acampar”, comenta un cercano.
Sin embargo, su cercanía a la Concertación es obvia. Después de trabajar durante 18 meses en Hacienda, Larraín pasó a ser parte del «segundo piso» de la administración Lagos, en un momento en que ganaban reconocimiento por su poder e influencia los hombres del laguismo Ernesto Ottone y Eugenio Lahera. Con este último –quien falleció hace 4 años y fuera Mapu y luego militante PPD– es con quien trabajó Larraín después de dejar el “cuartito azul” de Hacienda.
[cita tipo=»destaque»]Si Ottone y su equipo manejaban los asuntos políticos, Lahera los técnicos. Así, rodeado de otros jóvenes profesionales como él y guiados por el ingeniero civil y una de las manos derechas de Lagos, Larraín Aninat debió participar en varias reuniones y decisiones vinculadas a otros ministerios y a la Dirección de Presupuestos, que en ese entonces estaba en las manos de Mario Marcel.[/cita]
Si Ottone y su equipo manejaban los asuntos políticos, Lahera los técnicos. Así, rodeado de otros jóvenes profesionales como él y guiados por el ingeniero civil y una de las manos derechas de Lagos, Larraín Aninat debió participar en varias reuniones y decisiones vinculadas a otros ministerios y a la Dirección de Presupuestos, que en ese entonces estaba en las manos de Mario Marcel.
“Habla el mismo idioma con el Gobierno”, señala un cercano, quien ha tenido la opción de estar presente en algunas de las seis reuniones que se han realizado entre la Asociación –con Larraín y el presidente de la gremial, Rodrigo Pérez Mackenna (ex ministro de Piñera) a la cabeza– y el Ejecutivo –con autoridades como el superintendente de Pensiones, Osvaldo Macías, entre otros–.
A Macías no lo conocía, “pero han entablado una muy buena relación”, comenta una fuente que conoce de cerca la materia. El proyecto de activos –con el objetivo de ampliar el rango de inversión de las AFP– fue la primera prueba a comienzos de año.
“Más allá de si tiene llegada con los políticos, lo bueno es que es muy sólido en el tema técnico y tanto él como Pérez Mackenna han cambiado el estilo de las AFP; es como si la asociación se hubiera sacado la corbata”, cuenta la fuente.
Estallada la crisis de las administradoras, tras las masivas marchas convocadas por el movimiento “No + AFP”, Larraín tendría línea directa con su ex jefe, el ahora poderoso ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre.
Quienes conocen a Larraín, refieren que parte de su forma de abordar las reuniones también tiene una fortaleza en su labor en el mundo académico, cuya carrera ha desempeñado por más tiempo en la universidades Adolfo Ibáñez y la Diego Portales.
Después de más de un año en el “segundo piso” de Lagos, Fernando Larraín viajó a Princeton, trabajó en la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Washington, donde se vinculó a temas relacionados con modernización del Estado, corrupción, gestión pública y economía política. Fue en ese tiempo cuando la idea de colaborar en políticas públicas desde el sector privado le comenzó a rondar en la cabeza. Por eso, después de un proceso largo liderado por un headhunter, en enero de este año, Larraín se instaló en la gerencia general de la Asociación de AFP, en uno de los momentos clave para el sector. Aunque ni él se imaginaba lo que se vendría.
Un cercano a Larraín cuenta que, pese a que nunca ha ido a una marcha, sí las sigue con atención y está incluso siempre al tanto de lo que le escriben algunos de los críticos al sistema vía Twitter. Incluso se ha dado tiempo para tomar café con alguno de ellos y escuchar sus propuestas. No está en desacuerdo ideológicamente con la idea de un AFP estatal, pero sí se pregunta si ese formato será capaz de competir en igualdad de condiciones o si efectivamente puede generar mejores pensiones. “Cree que las AFP son un camino, pero está consciente de que se deben mejorar las pensiones y generar avances en ese ámbito”, señala un cercano que conoce su trabajo al interior de la asociación.
Larraín trata de mantener diálogos con todos los actores y de asistir a seminarios y debates, principalmente porque de verdad cree que el sistema necesita modificaciones y que las expectativas de los afiliados no tienen relación con la realidad. De hecho, lo ha señalado públicamente: “Lo que suscribe la Asociación de AFP es que este es un sistema que requiere cambios, y lo que más nos preocupa son las pensiones de todos los chilenos y en esa línea la Asociación de AFP está disponible para dialogar, para conversar y para tratar de hacer todas las mejoras que el sistema requiera”, señaló Larraín hace dos meses en Radio Cooperativa.
Al interior de la asociación el nombre de Fernando Larraín no solo representa el de un economista capaz de enfrentar en términos técnicos este momento, sino que también políticos. Características que Larraín cumple de sobra, sobre todo en un escenario en que las AFP enfrentan el descontento ciudadano y un nuevo Gobierno deberá encontrar puntos dialogantes. En un eventual administración de la Nueva Mayoría su figura se levanta como nombre clave.
Consultado por El Mostrador respecto a este momento, donde su figura se puede ir transformado en un puente entre la asociación gremial y la coalición de Gobierno, Larraín señala que no existe ningún iluminado que vaya a resolver las cosas, sino instancias que posibiliten acuerdos. “Esto necesita espacios de diálogo y yo creo que los gobiernos valoran cuando se sientan a conversar y hay trabajo previo hecho”, afirma.