
Hernán Larraín Matte: “Veo a José Antonio Kast repitiendo el mismo guion de Gabriel Boric”
El expresidente de Evópoli advierte, en esta entrevista, que J. A. Kast repite la fórmula de Gabriel Boric, con promesas imposibles, sin equipos ni experiencia para gobernar. En su libro “La derecha liberal sí existe”, defiende una centroderecha moderna frente al avance de las derechas radicales.
En un escenario político marcado por la polarización, el populismo y el descrédito de los partidos tradicionales, Hernán Larraín Matte lanzó hace algunas semanas un libro cuyo título es en sí mismo una declaración de principios: La derecha liberal sí existe. El exconvencional constituyente y expresidente de Evópoli busca defender su vigencia y marcar diferencias con las corrientes más extremas de la derecha que hoy compiten por la hegemonía del sector.
Durante esta entrevista con El Mostrador, Larraín Matte no solo reivindica el rol que ha jugado Evópoli en momentos clave de la historia reciente –como el Acuerdo del 15 de noviembre o el rechazo a los retiros previsionales–, sino que alerta sobre los riesgos de repetir errores ya cometidos. Y lo hace a través de una comparación que no deja indiferente: “Hace cuatro años elegimos una persona que no tenía la experiencia para gobernar, que decía que todo era un problema de voluntad. Hoy José Antonio Kast está repitiendo el mismo guion”.
La frase resume una crítica de fondo. Según Larraín, al igual que Boric en 2021, Kast representa una apuesta por la inexperiencia, la falta de equipos técnicos sólidos y una visión ideológica cerrada que termina chocando con la realidad del Estado.
En esta entrevista, Hernán Larraín Matte responde sobre las tensiones internas en la derecha, las diferencias sustantivas entre Kast y Matthei y el diagnóstico compartido sobre la urgencia de una reforma al sistema político. Pero, por sobre todo, reafirma que hay espacio –y necesidad– de una centroderecha democrática que no se deje arrastrar por los extremos en tiempos de ruido, ansiedad e inmediatez electoral.
-¿Hasta dónde el libro La derecha liberal sí existe es una crónica personal o una historia sobre Evópoli?
-Ambas cosas. El camino que yo tomé para contar la historia de un proyecto político liberal afincado en la centroderecha chilena y hacer un recorrido por sus orígenes, por sus altos y bajos, toma la ruta de un relato en primera persona probablemente para buscar una mayor conexión. En general, los ensayos políticos son muy abstractos, son a veces muy académicos. Creo que cuando uno relata una experiencia personal, en realidad cuenta el recorrido de un grupo de personas –esta es la historia de Evópoli y también de Horizontal, el centro de estudios que ha acompañado en materia de ideas a Evópoli–, de una experiencia colectiva.
Busco responder el porqué juntos tomamos las decisiones que tomamos. Dejar testimonio del sentido que tuvo lo que hicimos el 15 de noviembre, de la responsabilidad que tuvieron Gonzalo Blumel e Ignacio Briones cuando asumieron esas responsabilidades en primera línea para el estallido, por qué votamos en contra de los retiros, por qué terminamos votando por José Antonio Kast.
-¿Por qué es importante afirmar en el título que La derecha liberal sí existe? ¿Acaso está puesta en duda en el sector amplio de la derecha, que es necesario reafirmar su existencia?
–Por un lado, es una provocación. Es para abrir una conversación, para generar atención y preguntarse sobre esta derecha liberal. Pero también es un juego retórico. Yo parto contando en el libro que cuando el año 1997 Andrés Allamand pierde la senatorial y la patrulla juvenil que había hecho todo un emprendimiento por darle un sello liberal a la derecha termina cayendo, se publica una famosa columna que se titulaba La derecha liberal no existe.
Pero es también el reconocimiento de las dificultades que tiene el liberalismo en todas sus expresiones y, particularmente, porque la política que más está haciendo ruido es la de los extremos. En la lógica de los populismos, de las derechas radicales, el liberalismo está desafiado. Y hay incluso filósofos, intelectuales que dicen que para el liberalismo ya llegó el fin de un ciclo y que hoy día estaríamos en un posliberalismo, en tiempos populistas. Y yo creo que hay que enfrentar ese debate y decir “¡aquí estamos, sí existe y sigue teniendo valor!”.
-Entonces, más bien es un mensaje para tu propio sector…
-Es un mensaje a un mundo de derecha que no necesariamente se inscribe como tan naturalmente en un lado o en otro. La idea es llamarle la atención y decirle: “Está este debate aquí”. Hay una batalla por la hegemonía de la derecha y alrededor de la derecha liberal y más ampliamente de la centroderecha de Chile Vamos, del liderazgo de Evelyn Matthei. Hoy día hay otro proyecto que está en competencia con esta derecha y que yo creo que es importante explicar, hacer las distinciones de qué es una cosa y qué es la otra, para que las personas tomen su propio juicio.
Esto tiene mucha importancia, porque hay personas que no ven las diferencias que hay entre el Partido Republicano y Chile Vamos o que no ven diferencias entre líderes políticos de derecha como José Antonio Kast y Matthei. Y yo creo que no son lo mismo, hay diferencias y es importante fundamentarlas y relevar los valores, los principios que tiene el proyecto de una centroderecha democrática y moderna.
-Hablas de derecha liberal como democrática y moderna. ¿La derecha dura no te parece democrática?
-Estas derechas radicales, en su expresión chilena, juegan en la democracia. Se presentan a elecciones y, por lo tanto, formalmente no hay ninguna duda de que están dentro del juego democrático. Eso yo no lo pondría jamás en jaque. Pero yo me pregunto, por ejemplo, ¿por qué celebran la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en nombre de la libertad?
Ambos, tanto Johannes Kaiser como José Antonio Kast, en nombre de la libertad –y quiero subrayar este punto–, le dan la bienvenida por segunda vez a Donald Trump, un presidente que perdió una elección y negó su resultado. Usó a sus barras bravas para tomarse el Capitolio. Hoy día como presidente hace una guerra arancelaria que es una señal de proteccionismo, cuestión muy distinta al libre mercado, al comercio global. Que pone en jaque la autonomía de las universidades y su libertad. Y yo creo que en muchas dimensiones Donald Trump tiene elementos autoritarios.
-¿Pensando en las diferencias entre los distintos sectores de la derecha, no ves un pasado común en el Gobierno autoritario?
-Yo creo que dentro de las derechas existen tradiciones conservadoras, socialcristianas y liberales. Y todas ellas juegan en el campo de la democracia. Pero existe una derecha que hace algún tiempo apoyó la dictadura. La defendió y muchas veces no haciendo las distinciones correctas respecto de los errores. Y yo creo que eso es importante respecto del pasado para no repetir esos errores en el futuro. Y creo que hay un gran desafío de que entendamos, por ejemplo, que los acuerdos en democracia son muy valiosos.
Hoy ocurre que tanto en las izquierdas como en las derechas, que tienen posiciones mucho más duras, entienden que cualquier forma de consenso es una rendición a tus ideales. Entonces, tú votas en contra de todo lo que propone la izquierda.
-Como la reforma de pensiones…
-Exacto. Ese es un ejemplo claro. La reforma previsional es una buena reforma para Chile y que contó con el apoyo de Chile Vamos y que tuvo los votos en contra del Partido Republicano y del Partido de la Gente. ¿Por qué? Cuando es una reforma que profundiza el sistema de capitalización individual, aumenta la competencia entre las AFP, mejora y profundiza el sistema, incluso José Piñera defendió y abrazó esa reforma. Yo creo que hay una cuestión electoral detrás de eso. Y hay también una desconfianza a los consensos per se. Y creo que la democracia se construye en la diferencia y en construir consensos que sean buenos para Chile y son ese tipo de cosas las que Chile Vamos tiene que defender con mucho carácter.
-¿Y cómo se sale de esa política para nichos?
–Cuando tú buscas dar gobernabilidad, entiendes que desde tus convicciones, desde tus principios, tienes que buscar gobernar para todos. Y ese ha sido el espíritu, por ejemplo, de los dos gobiernos de Sebastián Piñera y es el proyecto que está liderando hoy día Evelyn Matthei. Y yo creo que eso es una diferencia con otros proyectos. Cuando empezó el Gobierno de Gabriel Boric, yo creo que era un Gobierno que estaba muy definido para gobernar para su mundo solamente. Y creo que en el ejercicio del Ejecutivo y del gobierno se dieron cuenta de que así no funciona. Y que el purismo ideológico y la superioridad moral de tus convicciones debe relacionarse con la realidad de que existen muchas otras visiones y que tú tienes que gobernar para todos, buscando acuerdos sustentables.
-Y, a tu juicio, ¿Chile Vamos no corre ese mismo riesgo?
–La experiencia que tiene Chile Vamos al haber gobernado dos veces le hace tener un sentido de responsabilidad muy importante y de comprender muy bien la complejidad que significa gobernar. Hoy día gobernar Chile, producto de su crisis de sistema político, de la fragmentación que hay en el Congreso, de los 20 partidos que hay, hace muy difícil que un pequeño grupo aspire a tener mayoría e imponga sus términos en todas las materias. Yo creo que Chile Vamos sabe que esa no es la ruta para el país.
-Sobre la reforma al sistema político, que está estancada, ¿qué piensas que va a pasar?
-Creo que hay un diagnóstico compartido hace un buen rato de que había que avanzar en una reforma del sistema político, pero esa posibilidad hoy día se ha ido achicando, cada vez está más acotada. Creo con que la proximidad de las elecciones muchos partidos están nerviosos. Veo difícil a corto plazo que eso pueda surgir, pero es muy importante que en el próximo Gobierno sea una prioridad. De lo contrario, es muy difícil producir los cambios que los propios chilenos demandan.
Entonces, hay un sentido de responsabilidad, creo que es bien transversal. Y si bien hubo un diagnóstico compartido hace algún tiempo, hoy día los partidos están en modo electoral y eso aleja la posibilidad de una buena reforma.
-Pensando ahora justamente en clave electoral, Kast le está pisando los talones a Matthei según las encuestas. ¿Qué peligros ves si la sobrepasa?
-Creo que en este punto es importante hacer la pedagogía. Hace 4 años los chilenos hicieron un experimento que fue elegir a Gabriel Boric, que era un joven que solo había sido diputado, que tenía una larga lista de promesas extraordinariamente difíciles, por no decir imposibles de cumplir, que decía que todo era un problema de voluntad. No tenía equipos preparados, no tenía experiencia y, sin embargo, llegó a La Moneda. Y aquí estamos.
Y yo creo que si uno mira la trayectoria de José Antonio Kast, solo ha sido diputado, además de candidato, pero no tiene un conocimiento del Estado. Su gente y sus equipos no han estado en La Moneda. Él mismo reconoció hace una semana que no tenía los equipos para poder estar gobernando y que necesitaba ayuda. Entonces, yo creo que Chile Vamos tiene una experiencia, tiene equipos, tiene un plan, tiene una visión y comprende que esto se construye con gobernabilidad y proyectos de mayoría.
-¿José Antonio Kast es el Gabriel Boric de la derecha?
-Puede ser confuso ese paralelismo. Lo que sí observo es que hace 4 años elegimos una persona que no tenía la experiencia para gobernar y hoy día yo veo a José Antonio Kast repitiendo ese mismo guion.