
Indemnizan a familiares de niña de seis años asesinada por militares en 1973
Niña fue muerta por un disparo percutado en la Plaza Panamá, a plena luz del día y en el centro de Santiago. Al mismo tiempo, su padre estuvo “detenido” y según su testimonio fue obligado, durante la noche, a arrojar cuerpos de ejecutados políticos al río Mapocho, a la altura del puente Bulnes.
Casi cincuenta y dos años después, la justicia emitió un fallo indemnizando a los familiares de una niña de seis años de edad que fue asesinada por efectivos del Ejército en pleno centro de Santiago, solo una semana después del golpe de Estado de 1973.
En efecto, el 18 de septiembre de 1973 un matrimonio domiciliado en avenida Mapocho salió a pasear con sus dos hijas pequeñas. Se trataba de la pareja formada por el mecánico René Germán Aguilar Flores y su esposa María Hortensia Carvajal Molina, quien se desempeñaba como dueña de casa, los que salieron en la mañana junto a sus hijas María Cecilia y Alicia Marcela, de siete y seis años, respectivamente.
Todos fueron a desayunar a la casa de los abuelos y luego los padres llevaron a las niñas a pasear a la Plaza de Armas de la capital, donde se tomaron una fotografía.
Luego de ello, regresaron a su casa a almorzar y, en la tarde, Aguilar llevó a sus hijas a jugar a la plaza Panamá, ubicada en Martínez de Rozas con Maturana, a dos cuadras de su hogar.
El fallo, emitido por el magistrado Matías Franulic, del 29° Juzgado Civil de Santiago, recuerda que la menor de las hermanas (a quien llamaban “Marcela” en su casa) era “una niña inquieta, muy activa, alegre y desordenada, que era la regalona del padre”. Era alumna de kínder en la escuela pública 141 (actual Escuela Dr. Luis Calvo Mackenna).
Alrededor de las 17:00 horas, las hermanas jugaban en una banca de la esquina nororiente del parque, bajo la mirada de su padre, a unos metros de distancia. Pese a la aparente normalidad de la escena, todo era anómalo, pues a la gran cantidad de efectivos militares que había en las calles, producto del reciente golpe de Estado, ese día se sumaban más todavía en ese sector, pues poco antes se había efectuado un Te Deum en la Iglesia de la Gratitud Nacional, a 10 cuadras de distancia, al que asistieron Augusto Pinochet y los demás miembros de la Junta Militar que estaba detrás del golpe.
Estampida
Media hora después, según recuerda María Cecilia Aguilar, se escuchó un ruido extraño. Al levantar la vista, vio un vehículo blindado, aparentemente un tanque, seguido de dos camiones con barandas de madera, que venían con militares apuntando sus fusiles y avanzaban en contra del tránsito por la calle Martínez de Rozas.
En una acción inexplicable, “los vehículos se instalaron en diversos sectores de la plaza y comenzaron a disparar al parque, generando una verdadera estampida de los vecinos que se encontraban en el lugar, los que por el terror ocasionado comenzaron a arrancar hacia el oriente, donde se encontraban ambas niñas jugando”.
Fue un caos total, en medio del cual las dos hermanas se soltaron, perdiéndose entre ellas y siendo también perdidas de vista por su padre.
María Cecilia corrió junto a la muchedumbre en dirección al oriente, pues “la gente gritaba que corriera, porque los iban a matar, todo mientras sentía los zumbidos y chispazos de las balas a su lado. Cuenta que en ese momento y emulando el comportamiento de otra persona, María Cecilia se escondió bajo una camioneta estacionada, para luego salir hacia un pasaje en el cual una vecina la ocultó en el interior de su casa, junto a otras personas que también arrancaban de los efectivos”, precisa el fallo del juez Franulic.
René Aguilar comenzó una búsqueda desesperada de sus hijas. Solo un par de horas después logró dar con María Cecilia, aún en la vivienda donde la habían acogido. Sin embargo, el padre no estaba solo. De hecho, transitaba por la calle con las manos en alto, mientras un militar lo custodiaba.
Al ver a su hija, pidió al uniformado que los dejara irse, pero el soldado se negó. Gritando, le dijo que solo uno podía irse. Tras ello, golpeó a la niña con la culata de su fusil, luego de lo cual le apuntó y le dijo que tenía 30 segundos para escapar y que si la “pillaba la iba a matar”.
René Aguilar le dijo a su hija que corriera y gracias a ello la niña logró llegar a su casa, donde la esperaba su madre.
Lanzando cadáveres al Mapocho
René Aguilar recién volvió a su casa en la madrugada, todo golpeado y sangrando. Al dolor de no saber nada de su hija menor, que a esas alturas ya llevaba varias horas desaparecida, se sumaba el calvario que había vivido en la noche, pues, según relató a su esposa, después de ser “detenido” había sido obligado a arrojar cadáveres al río Mapocho en el sector del Puente Bulnes, junto a otras personas que estaban en la misma condición que él. Tras ello recuperó su libertad.
Poco después, un vecino les dijo que Alicia Marcela estaba hospitalizada en el San Borja, con lesiones producto de la estampida, por lo cual partieron hacia allá. Al llegar les confirmaron que la menor se hallaba allí, pero también les informaron que se encontraba muerta, producto de un disparo que había recibido el día anterior, un tiro de fusil que la impactó en el tórax.
Según lo establecido por la justicia, un vecino la encontró con vida en medio del parque, tras ser baleada y aplastada por las personas que huían de los militares, quien se la llevó de inmediato hasta el hospital San Juan de Dios, desde donde la trasladaron al San Borja Arriarán, pero murió en el trayecto, a las 20:15 horas del 18 de septiembre.
Como lo recoge la sentencia, “falleció sola, sin sus padres ni su hermana que la acompañaran”.
El dolor que perduró
Después que sepultaron a la niña, los padres no volvieron nunca más a hablar de ella. María Cecilia relata que “su padre nunca volvió a ser el papá cariñoso que había conocido, puesto que, salvo monosílabos, no le dirigía la palabra, y cuando necesitaba algo de ella lo hacía a través de la mamá. Detalla que nunca hubo una explicación por parte de su padre de ese comportamiento, que se mantuvo en el tiempo hasta poco antes de su muerte, en mayo de 2015, a sus 83 años”.
Ante ello, “postula que una parte de su padre se fue con su hermana, y que la llegada de un nuevo hijo dos años después de la tragedia no cambió su carácter, convirtiéndose definitivamente en una persona retraída y poco comunicativa, que nunca más habló de su hija y menos del dolor que dejó su partida, así como del sentimiento de haberla perdido en tan horrorosas circunstancias, cuando disfrutaba de un momento de esparcimiento a su cuidado. Explica que su madre, María Hortensia, hoy de 79 años, tampoco habla de su hija menor, no trata el tema y evita que lo hagan delante suyo”.
El fallo
En su sentencia, el magistrado estableció que la participación de agentes del Estado en el crimen de la niña es un hecho no controvertido, por lo cual se trata de un delito de lesa humanidad y, por ende, imprescriptible. Ante ello, determinó que “el daño producido no solo se identifica con el espacio temporal en que se producen los hechos, sino que involucra las secuelas que acompañan a las demandantes hasta la actualidad, ya que no solo les arrebataron los 6 años de Alicia Marcela, sino que también una historia familiar que nunca fue”.
Debido a lo anterior, Franulic condenó al fisco al pago de una indemnización de 40 millones de pesos para María Cecilia y de 80 millones de pesos para su madre, como “víctimas por repercusión, con ocasión de la muerte de Alicia Marcela”, además de un pago adicional de 10 millones para María Cecilia como víctima directa.
Según indica el libro Rompiendo el silencio de niñas, niños y adolescentes ejecutados políticos durante la dictadura cívico-militar: 1973-1990, realizado por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP y que se encuentra disponible para descarga en este enlace, Alicia Marcela se cuenta entre los 205 niños ejecutados durante la dictadura de Augusto Pinochet).
En su recuerdo, en octubre de 2023 el municipio de Santiago cambió el nombre del pasaje Delfina, ubicado en la Plaza Panamá, por el de Alicia Aguilar Carvajal. En la ocasión, según recogió La Tercera, María Cecilia Aguilar dijo que “este momento lo voy a atesorar en mi corazón, al lado de la pena enquistada que llevamos como familia (…). A mis cortos siete años yo estuve jugando acá por última vez con mi hermana Alicia. Solo corrí mejor suerte que ella, gracias a la rápida acción de los vecinos”.
Sin embargo, esta es una historia que aún no termina, dado que el abogado Marcelo Chandía, por parte del Consejo de Defensa del Estado (CDE), apeló del fallo, entre otros motivos, por el monto de las indemnizaciones. De hecho, señala que sin “pretender desconocer el dolor y aflicción sufridos por los demandantes”, hay que hacer presente que en causas similares “se han fijado sumas muy inferiores a los montos regulados para los demandantes”.
Lea al fallo de la justicia civil sobre el crimen de Alicia Marcela Aguilar
Crédito imagen: Libro Rompiendo el silencio de niñas, niños y adolescentes ejecutados políticos durante la dictadura cívico-militar: 1973-1990, página 25.