Mes del Mar: una ola de asombro y verdades
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Durante mayo celebramos en Chile el Mes del Mar. Una paradoja de la vida nacional, considerando que el hecho que se conmemora es una batalla en la que la Marina chilena fue derrotada. Es como si los brasileños celebraran “el mes del césped” a raíz del Maracanazo. Cosas extrañas de la vida nacional, pero no podemos dejar de aprovechar la ocasión para dirigir la mirada a este hipnótico desierto de agua, no desde la nostalgia, sino desde la curiosidad científica.
Nos interesa el mar como laboratorio vivo, como archivo biológico en movimiento, como un sistema sensible que interactúa y se transforma.
En esta edición exploramos algunas de las preguntas, hallazgos y amenazas que emergen desde las profundidades. No vamos a celebrar al mar como paisaje. Celebraremos a los hombres y mujeres que lo escuchan y lo leen con cariño y cuidado para descubrir su belleza escondida, para construir conocimiento científico.
- Ellos han sido protagonistas de cómo el cambio climático ha desatado una peligrosa ola. No solo de tormentas, derretimientos y migraciones marinas, sino también de opiniones infundadas, de negacionismo militante y de afirmaciones grandilocuentes disfrazadas de certeza científica.
En este escenario se mezclan voces alarmistas y voces negacionistas. Titulares virales y papers revisados por pares. Intereses políticos y ansias de protagonismo. ¿Qué hay de cierto? ¿Qué hay de ruido?
El océano –ese sistema vasto, vivo, aún parcialmente desconocido– no necesita que lo simplifiquemos, sino que lo escuchemos. Porque si bien es cierto que la acción humana ha provocado muchos cambios, algunos quizás irreversibles, también es cierto que el planeta no se comporta como una máquina perfectamente predecible.
- Después de todo, los océanos rugieron mucho tiempo antes de que el Homo sapiensapareciera con sus fábricas y sus plásticos, y seguirá allí después de que el último de su especie se haya extinguido en el planeta.
Mientras tanto, hagamos una pausa para mirar el mar en su belleza científica, en la complejidad de sus profundidades, sin prejuicios, sin sesgos, sin batallas navales. Solo escucharlo y seguir preguntándonos sobre sus misterios.
En esta edición, contamos con la participación de:
- Paulina Bahamonde: doctora en Biología por la University of New Brunswick, Canadá. Actualmente es directora del Centro para la Resiliencia, Adaptación y Mitigación (CReAM) de la Universidad Mayor, sede Temuco, y profesora asociada en la misma casa de estudios.
- Juan Manuel Estrada: biólogo marino y doctor en Biotecnología. Desde 2017 dirige el Centro de Investigación Marina Quintay (CIMARQ) de la Universidad Andrés Bello, donde también es director de la carrera de Ingeniería en Acuicultura. Actualmente lidera el programa regional “Desarrollo Productivo y Gestión Sustentable de la Pesca Artesanal, BIP 40046478”.
También nos acompañan el geólogo Camilo Sánchez, el doctor en Ciencias Ignacio Retamal y la periodista Francisca Munita.
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CONTAMINACIÓN EMERGENTE EN LA ANTÁRTICA: LA HUELLA DE NUESTROS HÁBITOS COTIDIANOS

Crédito: fotografía de Francesco Ungaro.

Durante el Mes del Mar es fundamental ampliar nuestra mirada más allá de los impactos humanos visibles sobre los océanos, como la contaminación por plásticos, y considerar otras formas de deterioro ambiental menos evidentes, pero profundamente nocivas. Se conocen como los disruptores endocrinos, compuestos químicos que tienen el potencial de acción a nivel molecular, en donde silenciosamente van afectando el correcto funcionamiento de los organismos.
- Y el océano Antártico, por muy remoto y prístino como nos gustaría seguir creyendo que es, no está exento de estos compuestos, particularmente los productos farmacéuticos y de cuidado personal (PPCPs, por sus siglas en inglés).
Ejemplos de fuentes de los PPCPs son medicamentos, cremas, filtros solares o productos de higiene, diseñados para ser biológicamente activos. Su uso cotidiano en zonas habitadas, incluyendo bases científicas y turísticas en el continente blanco, ha llevado a su liberación en estos ambientes frágiles.
- En investigaciones recientes, hemos detectado PPCPs en aguas antárticas y en especies nativas como el Harpagifer antarcticus, un pequeño pez intermareal que se ha utilizado como modelo para evaluar los efectos del cambio climático, pero evidentemente no es la única amenaza a la que se enfrenta.
Esta mezcla de PPCPs interfiere con el sistema hormonal de los organismos, alterando funciones clave como la reproducción, el desarrollo y el comportamiento. Estas alteraciones no solo afectan a las especies individuales, sino que pueden escalar a nivel de poblaciones y redes tróficas, comprometiendo la estabilidad de ecosistemas que evolucionaron bajo condiciones ambientales estables por millones de años.
- La Antártica, aún sin producción local de estos contaminantes, actúa como un receptor pasivo de actividades humanas globales. Su creciente exposición a la contaminación química nos interpela a repensar la sostenibilidad de nuestros hábitos, incluso en contextos alejados geográficamente.
En este Mes del Mar, el llamado es claro: la protección de los océanos más remotos comienza en nuestras decisiones diarias y se sustenta en la investigación científica como base para una gobernanza ambiental efectiva y responsable.
OCÉANOS PRODUCTIVOS Y SUS FACTORES NATURALES

Monumento Natural La Portada, Antofagasta, Chile. Créditos: fotografía de Daniel Bravo, vía Wikimedia Commons. Licencia CC BY-SA 3.0.

Chile posee más de 6.400 kilómetros de costa continental y su actividad pesquera se posicionó entre las 12 principales del mundo, con ingresos por 8.500 millones de dólares en 2022, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
- Esto responde a un contexto natural privilegiado. Lo que ocurre frente a nuestras costas y la forma en que el continente interactúa con el océano hacen que los sistemas marinos de Chile sean áreas clave para la vida, el clima y la economía.
Ríos como el Maipo, el Aconcagua, el Biobío, el Loa, el Lluta o el Baker representan conexiones directas entre la tierra y el mar. Sus aguas transportan elementos químicos que funcionan como nutrientes para la vida marina, junto con sedimentos y sustancias provenientes de la actividad humana, como metales o fertilizantes. Estos alimentan estuarios, humedales costeros y zonas clave de reproducción para peces, aves y mamíferos marinos.
- Pero no son el único factor determinante en la productividad del océano. Frente a las costas chilenas ocurren fenómenos vitales que dependen de la forma del fondo marino y de las dinámicas oceánicas: la corriente de Humboldt y las surgencias costeras.
- Estos eventos, impulsados por el viento, la batimetría (relieve del fondo del mar) y la rotación terrestre, desplazan aguas superficiales hacia mar adentro, permitiendo que aguas profundas, frías y ricas en nutrientes asciendan desde el fondo. Este mecanismo convierte al litoral chileno en uno de los ecosistemas marinos más productivos del planeta.
Sin embargo, se trata de un sistema sensible. Cambios en el clima, sobrepesca, contaminación, urbanización sin planificación e incluso proyectos energéticos mal diseñados, pueden amenazar estos equilibrios delicados. Por ello, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promueven su protección, especialmente el ODS 14: vida submarina.
Como país, tenemos una oportunidad –y una responsabilidad– de liderar la conservación marina a escala planetaria. Pero, para lograrlo, necesitamos comprender mejor nuestros sistemas costeros, fomentar su investigación, impulsar la educación oceánica y fortalecer una gestión basada en evidencia científica comprometida con el futuro del océano y de quienes dependen de sus recursos.
CUESTIONARIO: TODO EMPEZÓ CON UNA LARVA Y AHORA CULTIVA EL FUTURO DEL MAR

Cada semana hacemos las mismas cuatro preguntas a una persona dedicada a la ciencia. En esta edición entrevistamos a Juan Manuel Estrada, biólogo marino y doctor en Biotecnología. Desde 2017 dirige el Centro de Investigación Marina Quintay (CIMARQ) de la Universidad Andrés Bello, donde también es director de la carrera de Ingeniería en Acuicultura. Actualmente, lidera el programa regional “Desarrollo Productivo y Gestión Sustentable de la Pesca Artesanal, BIP 40046478”.
-¿Qué te motivó a dedicarte a la ciencia?
-Siempre me ha interesado aprender de todo. Soy un lector fanático y he formado una biblioteca de miles de libros de las más diversas disciplinas en diferentes idiomas, una curiosidad que debo a mis padres. Ahora, el mar –o la mar, como me gusta llamarla– siempre ha cautivado mi atención por su belleza y dinamismo. El recuerdo más importante que tengo de niño es recoger pequeños peces e invertebrados, como caracoles y crustáceos, incluyendo huevos de tiburones y rayas. Los abría para observar los embriones y tratar de mantenerlos vivos.
Así fue creciendo este interés. Hoy me maravilla cómo se entrelazan los procesos físicos, químicos y biológicos en el océano, especialmente al observar la transformación de diminutas larvas marinas en pocas semanas y cómo viajan miles de millas, sosteniendo pesquerías clave para la alimentación mundial. Sin duda, mi vocación siempre estuvo ahí.
-¿Cuál es la obra científica que más influyó en tu actividad?
-Gracias a la gentileza de las bibliotecarias de la Universidad de Valparaíso en Montemar, podía acceder libremente a libros antiguos y modernos de diversas disciplinas de ciencias del mar. Pero la obra que sin duda marcó mi vocación es un pequeño libro editado en Canadá y escrito en 1984 por dos autores japoneses, Kuronuma y Fukusho, titulado: Rearing of marine fish larvae in Japan. Su descubrimiento marcó un antes y un después en mi vocación, porque me mostró que sí era posible cultivar peces marinos y que las ciencias del mar podían ser aplicadas a la recuperación de los ecosistemas a través del repoblamiento y la acuicultura sustentable.
-¿Cuál es el problema científico más importante por resolver?
-En mi caso, busco cómo integrar diferentes disciplinas, como la etología, ingeniería, nutrición, biología reproductiva y del desarrollo para crear tecnologías que permitan reproducir especies de alto valor, las cuales han sido sobreexplotadas y prácticamente han desaparecido. La corvina y el lenguado ya no se ven en la mesa de la mayoría de los chilenos, ¿y cuántos compatriotas conocen especies como las viejas negras y coloradas, los pejeperros y pejesapos, la jaiba mora y la jaiba reina?
En este contexto, me interesa impulsar soluciones tecnológicas para la producción de alevines y semillas de especies de peces e invertebrados marinos, contribuyendo a su sustentabilidad y a la de los ecosistemas.
-¿Cuál es la pregunta que te desvela como científico y cómo la enfrentas?
-Más que preguntas, me desvelan desafíos tecnológicos concretos: cómo recuperar especies emblemáticas de nuestra costa. Son ricas en términos nutricionales y muy necesarias para el desarrollo de los niños. Pero son especies con ciclos de vida complejos, no fáciles de cultivar, aunque tampoco imposibles: ya lo logramos con el erizo rojo. Ahora el loco, la jaiba mora y los peces de roca debieran ser prioridad.
Hoy hay un desafío específico que me gustaría abordar con nuestro equipo de I+D y también colegas de otras instituciones: el desarrollo integral del cultivo del lenguado. En CIMARQ fuimos capaces de impulsar tecnologías eficaces para la producción piloto de juveniles. Sin embargo, aún tenemos que avanzar en la engorda de esta especie. Contamos con una tecnología de base probada. Si sumamos la incorporación de herramientas como la biotecnología, la nanotecnología y otras áreas emergentes, estoy seguro de que podremos consolidar un cultivo integral y sustentable de esta especie.
LA IMAGEN DE LA SEMANA

Crédito: imagen satelital NASA Earth Observatory images and video.

LA VIDA EN LOS OCÉANOS DESDE EL ESPACIO
La tecnología satelital ha permitido comprender nuestro entorno desde una perspectiva global a gran escala. Así lo ejemplifica la imagen de esta semana, que muestra la dinámica de distintas formas de vida asociadas a las corrientes oceánicas, en este caso, del fitoplancton.
- El fitoplancton se refiere a organismos fotosintéticos que son pieza clave para el desarrollo de vida en los océanos. Entre sus funciones está la de capturar dióxido de carbono de la atmósfera y liberar oxígeno. Por su tamaño, no pueden apreciarse de forma sencilla, pero su presencia se asocia a los niveles de clorofila en el agua, lo que les permite realizar la fotosíntesis por medio de la absorción de luz solar.
La concentración de clorofila en los océanos puede estar afectada por diversos factores, como la forma del fondo marino, el tipo de corrientes marinas y la cantidad de nutrientes disponibles. Así, la dinámica del fitoplancton varía según su cercanía a las costas o a la temperatura del agua.
- La imagen muestra una distribución de clorofila, según la codificación de color aplicada por el Observatorio Planetario de la NASA, a partir de imágenes de Resolución Moderada (MODIS) del satélite Aqua de la NASA del año 2022. En la fotografía se pueden observar los colores de la floración de fitoplancton (manchas verdes).
Esta imagen satelital corresponde a un flujo turbulento en el océano Atlántico, frente a las costas de Argentina.
BREVES PARALELAS

Crédito: Imagen generada por IA.

Ya sé que el Día Mundial de los Océanos tiene su propia fecha (y se acerca: es el 8 de junio) y que ahora celebramos el Mes del Mar. Pero, al final, ¿no son prácticamente lo mismo? Bueno, sea como fuere, lo importante son los secretos científicos submarinos, tan fascinantes como ignorados. Aquí van algunas curiosidades para sumergirse.
El océano está perdiendo el aliento.
Sí, tal cual: cada vez tiene menos oxígeno. Desde 1960 ha perdido más de 2% del oxígeno total y eso está asfixiando a muchas especies. No es una metáfora, es una crisis real y silenciosa.
Hay olas que no obedecen a ninguna tormenta.
Se llaman olas monstruo u olas rebeldes y aparecen de la nada. Durante siglos fueron consideradas mitos de marineros (no sé por qué me acordé del Trauco), hasta que una rompió la plataforma petrolera Draupner en 1995. Desde entonces, los científicos las estudian como si fueran terremotos marinos.
Cada año entran al océano ¡más de 11 millones de toneladas de plástico!
Y si no lo detenemos, para 2050 podría haber, por peso, más plástico que peces en el mar.
Así de brutal. Ya se han detectado incluso microplásticos en placentas humanas.
El océano es el verdadero dueño del clima.
Absorbe el 93% del calor extra que genera el cambio climático. Si no lo hiciera, la Tierra estaría unos 35 °C más caliente. Pero ese esfuerzo tiene un costo: está alterando la química del océano y sus corrientes.
En el fondo del océano llueven cadáveres.
A eso le llaman “nieve marina”. Son restos de plancton, peces muertos y excrementos que caen lentamente al fondo. Este “alimento” sostiene toda la vida en las profundidades. Bienvenidos al buffet más turbio del planeta.
El océano tiene zonas sin fondo conocido.
El punto más profundo registrado es la Fosa de las Marianas, con más de 11.000 metros. Pero aún hay muchísimo por explorar. Se conoce mejor la superficie de Marte que el fondo marino.
Elon, ¿quieres visitar esta fosa?
De Musk que sí.
(Zzzzz. Sí, me lo merezco).
El océano también está enfermo de osteoporosis.
Al absorber CO₂, se vuelve más ácido. Eso debilita conchas, corales y esqueletos marinos. Es como una osteoporosis oceánica. Y ya afecta a toda la cadena trófica.
El océano produce más oxígeno que todos los bosques juntos.
¿Te dijeron que el Amazonas es el pulmón del mundo? Bueno, no exactamente. El fitoplancton marino es el verdadero responsable de más del 50% del oxígeno que respiras. Y se está viendo afectado por el calentamiento del agua. Spoiler: si muere el fitoplancton, morimos todos.
En el mar hay “zombis” que comen huesos.
Literalmente. Existe un gusano llamado Osedax, descubierto en 2002, que vive sobre los huesos de ballenas muertas. No tiene boca ni estómago, pero sí bacterias simbióticas que digieren el colágeno. Es el reciclador más macabro del océano.
El color del mar no es por el cielo.
Mito desmentido. El mar es azul porque el agua absorbe los colores rojos y amarillos de la luz, y refleja los azules.
Hay vida allí donde no llega la luz.
En las profundidades, cerca de fumarolas hidrotermales, existen ecosistemas completos sin fotosíntesis, que se alimentan de quimiosíntesis (energía química del azufre). Seres vivos que prosperan sin sol. Una pista de cómo podría ser la vida en otros planetas.
El océano guarda la historia de los terremotos.
En el fondo marino se acumulan capas de sedimento cada vez que ocurre un gran sismo o tsunami. Son como archivos geológicos que registran los desastres del pasado. Y Chile tiene varios capítulos que aún no hemos leído.
RECOMENDACIÓN: EL MAR COMO TERRITORIO NARRADO

Los náufragos del Wager, de David Grann. Editorial: Literatura Random House (Penguin Random House Grupo Editorial).

Mayo es una invitación a mirar hacia el mar, no solo como paisaje, sino como historia, memoria y territorio. Estas lecturas proponen aproximaciones diversas a las costas del sur de Chile, a través de la narración histórica y la poesía situada.
Desde naufragios reales hasta voces que emergen del archipiélago, aquí van dos libros para explorar el mar desde la palabra:
- Los náufragos del Wager (David Grann)
Una rigurosa reconstrucción del naufragio del HMS Wager en el siglo XVIII, frente a las costas australes de Chile, en el Golfo de Penas. Grann combina el rigor documental con una narrativa envolvente que explora las tensiones entre autoridad, supervivencia y ética en condiciones extremas. Más que una aventura, es una reflexión sobre el colapso de los órdenes establecidos en los márgenes del mundo conocido. - Misión Circular (Rossabetty Muñoz)
Poesía nacida en y desde Chiloé, escrita con la cadencia de la lluvia y la densidad del musgo. Rossabetty Muñoz traza un mapa lírico donde confluyen lo cotidiano, lo mítico y lo político, en un registro profundamente territorial. Misión Circular es una antología poética que funciona tanto como cuaderno de viaje como ejercicio de memoria insular: un retorno constante a los bordes, desde donde mirar el centro con distancia crítica.
Este mes, más que celebrar el mar, escuchemos lo que nos dice. Estas lecturas abren rutas hacia geografías menos visibles, donde el mar no es telón de fondo, sino protagonista.
Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.
- Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola Arévalo, Francisco Crespo, Francisca Munita, Ignacio Retamal, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.
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