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Ser parte de la solución

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Benjamín De Oto
Por : Benjamín De Oto Country Manager de Cheaf Chile
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Aunque la discusión política se suele centrar en asuntos percibidos como “más urgentes”, como la seguridad o el desarrollo económico, la crisis climática debería tener un rol más protagónico en este debate, ya que no sólo se trata de un problema ambiental, sino también de uno social y económico.

En efecto, a nivel mundial, durante 2024 los eventos climáticos extremos causaron pérdidas económicas por $368 mil millones de dólares, de acuerdo a los hallazgos de Climate and Catastrophe Insight 2025; y este año el panorama no se ve mejor: comunidades completas han sido borradas del mapa tras el paso de tifones en el sudeste asiático; cientos de personas han muerto producto de olas de calor, y miles de personas han perdido sus hogares tras la ocurrencia de incendios forestales o huracanes, entre tantas otras catástrofes.

Por eso el mundo mira con esperanza el desarrollo de la 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que en estos días se está llevando a cabo en la ciudad de Belém do Pará en Brasil, donde se espera definir materias tan importantes como el financiamiento de la acción climática y los compromisos de los Estados en acción, adaptación, mitigación y resiliencia respecto de esta crisis.

Es acá donde las empresas tenemos mucho que aportar. Por décadas se ha catalogado al sector privado como uno de los grandes responsables del cambio climático, ya sea por las enormes emisiones de gases de efecto invernadero, como por el impulso de modelos de consumo que no son sostenibles para nuestro planeta; pero esta ya no es la única mirada: cada vez más vemos como surgen nuevas compañías e iniciativas comerciales que promueven modelos de circularidad y aprovechamiento de recursos o, derechamente, buscan bajar nuestro ritmo de consumo y generar conciencia real respecto de la amenaza que nuestro estilo de vida puede representar para la salud de la Tierra.

Lejos del greenwashing, muchas empresas estamos asumiendo nuestra responsabilidad con iniciativas que buscan mitigar las emisiones de diversas industrias y que, para lograrlo, utilizan la innovación, la aplicación de tecnologías de vanguardia y, por cierto, la pasión. Y esta tendencia no sólo responde a un acto de responsabilidad social empresarial o a la necesidad de cumplir con un criterio ESG; por el contrario, viene de comprender que simplemente no es posible tener negocios prósperos en ecosistemas completamente degradados.

Mientras miles de negociadores de todo el mundo deciden en Brasil cómo afrontaremos en los próximos años esta crisis y las responsabilidades que cada Estado debe asumir en estas acciones, invito al sector privado a hacer el mismo ejercicio y comprometernos a empujar una nueva forma de hacer negocios, donde la preocupación por el clima sea tan central como lograr el éxito económico.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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