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Abuso sexual o violación entre menores de edad: cuando quien incurre no es un adulto BRAGA

Abuso sexual o violación entre menores de edad: cuando quien incurre no es un adulto

En un 40% de los casos quien lo ejerce fue víctima con anterioridad. El abuso sexual o la violación entre menores de edad suele ocurrir en círculos cercanos, como la familia y amigos, y puede dejar huellas para toda la vida. La educación Sexual Integral y dos instituciones claves para la prevención.


Un estudiante de octavo básico grababa y fotografiaba las partes íntimas de niñas de enseñanza básica para vender el contenido a través de redes sociales. Ocurrió en un colegio particular de Los Andes, donde también se denunció un abuso que involucró a estudiantes. Los hechos se dieron a conocer la primera semana de noviembre y generaron una fuerte repercusión en las comunidades educativas dentro y fuera del establecimiento.

Es que la noticia puso al centro un hecho común y naturalizado: las situaciones de acoso sexual o violación entre menores de edad.

Tocar, pedir ser tocado o tocada y actos de voyerismo (observar personas desnudas o realizando un acto sexual) constituyen un abuso sexual. En la violación, en cambio, existe penetración de tipo vaginal, anal u oral, explica la Magister en Psicología Clínica de la Universidad de Chile, Andrea Acevedo.

Si bien es común asociar una situación de abuso o violación donde es una persona adulta quien ejerce la violencia contra un o una menor, situaciones de violación o abuso entre menores son comunes e incluso suelen ocurrir con mayor prevalencia entre ciertos círculos sociales y edad.

“Generalmente la edad en que ocurre esto es entre los 12 y los 14 años, desde la adolescente hacia alguien de su misma edad o hacia niños y niñas, pero hay una mayor predisposición a que se dé en este rango etario porque se exacerban las hormonas”, explica la psicóloga, quien también es docente de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Chile.

Tal como detalla, el despertar sexual en la etapa de pubertad, combinado con factores como acceso a material pornográfico o incluso el hecho de vivir espacios pequeños donde escuchan actos sexuales por parte de adultos, conducen a una mayor predisposición a ejercer este tipo de violencias.

“Además, existe una prevalencia alta de que cualquier menor de edad que cometa algún acto de abuso o violación hacia otro menor de edad, en un 40% de los casos existe la probabilidad de que ese menor haya sido abusado previamente”, subraya.

De esta manera, la especialista hace especial hincapié en la necesidad de una intervención psicoeducativa tanto en quien lo ejerce como quien lo vive como víctima.

¿Qué señales atender? Existen señales a corto y largo plazo. Según comenta, algunas de las señales inmediatas más visibles son lesiones físicas, dolor, conductas regresivas (como tener problemas de control de esfínter), manifestar ansiedad, miedo o cambios de ánimo abruptos al ver a una persona particular y trastornos alimenticios son algunos de los más comunes.

A largo plazo, síntomas depresivos, ideaciones suicidas, conductas hipersexualizadas, actos violentos y similares pueden prolongarse incluso durante años después de ocurrido el o los actos.

La psicóloga Dafne Valdés Pavez agrega que como naturalmente se asume que quien comete un abuso es una persona adulta, la mayoría de la información con la que se cuenta es referida a estos casos, y menciona además la dificultad de dimensionar el daño provocado por estas situaciones.

En la mayoría de los casos de abuso o violación las víctimas son niñas, y ocurren entre familiares, entonces hay un tema de género ahí también”, destaca.

“Es un trauma muy diverso, pero sí o sí hay una afectación en el cerebro y en ellas podemos encontrar diversos diagnósticos, como trastorno de estrés postraumático, trauma grave y varios más”, agrega. A su vez, explica que muchas veces el cerebro suele bloquear eventos traumáticos para no recordarlos.

Hay una media de entre 8 a 10 años en que una víctima puede hablar de lo que le pasó, y puede haber un clic, un detonante que le haga recordar las situaciones de abuso y es como revivir el trauma”.

Dos instituciones fundamentales

La Educación Sexual Integral (ESI) aparece como una clave no sólo para la erradicación de estas violencias sino también para el empoderamiento y autonomía de las personas desde la infancia.

“Una de las únicas maneras de que la violencia, los abusos, el bullying se detengan es mediante la educación, y acá hay dos grandes instituciones que sí o sí tienen que estar presentes: la familia y el colegio”, advierte Acevedo.

La complementariedad del trabajo entre ambas instituciones es valorada como fundamental dado que son los espacios en que niñas, niños y adolescentes viven la mayor parte de su tiempo.

“Existen muchos mitos en torno a ESI, las familias más tradicionales piensan que van a corromper la mente de los niños y se les va a enseñar a cómo acostarse con alguien y eso no es así. Se entregan herramientas para su propio cuidado y también para el respeto hacia el otro, sirve para poder prevenir abusos, para que los niños aprendan a discernir cuáles son sus partes privadas”, plantea.

“Hay que darle cabida principalmente también porque está visto que existe una correlación entre mayro educación sexual y menos embarazos no deseados, menos tasas de enfermedades por transmisión sexual, mayor respeto hacia el otro y mayor asociación de que la afectividad es lo principal al momento de vincularse sexualmente con un otro”, puntualiza.

¿Cómo funciona el abordaje judicial en estos casos?

De acuerdo con la información brindada por el director del Centro de Estudios de infancia y adolescencia (CEDIA) de la Universidad de Talca, Isaac Ravetllat, depende de la edad del victimario.

“En el caso de que el agresor tenga entre 14 y 17 años aplicamos la ley 20.084 de responsabilidad penal de adolescentes, que medidas como la internación en régimen cerrado, semi cerrado, libertad asistida especial, servicios en favor de la comunidad, multas, amonestaciones, programas de reinserción social, todo depende de la infracción cometida, pero nunca va a un centro penitenciario de adultos y nunca son periodos mayores a dos años”, indica.

En tanto, cuando si un abuso sexual o una violación la comete alguien menor de 14 años “se considera que ese niño o niña es inimputable”, subraya, lo cual quiere decir que no se le puede sancionar ni fijar ninguna de estas medidas socioeducativas y en tal caso quien interviene es el Servicio Mejor Niñez.

“El agresor no deja de encontrarse en una situación de desprotección. ¿Qué está pasando o qué ha tenido que suceder antes para que uno o un adolescente cometa un hecho delictivo de tal magnitud? Es un gran problema y llegamos muy tarde, el enfoque de la reinserción y de la protección debe ser tanto para la víctima como el victimario y no hay que dar a este último como perdido, hay que analizar cómo se llegó a esa situación”, añade.

“Sería reconocer muchas, muchísimas negligencias por parte de nuestro sistema”, finaliza.

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